Locura. ¿Qué se supone que es? En serio, ¿Qué es? o quizás, ¿Quién?.
Según la RAE es la privación del juicio del uso o de la razón, pero la RAE se equivoca.
La locura es mi amiga. Mi mejor amiga, me dio la libertad que soñaba, la alegría que sol...
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Jueves 24 de Septiembre de 2015
Alexander estaba tamborileando con sus dedos contra el volante cuando Katherine subió al auto. El joven pelirrojo que se hacía llamar por el nombre de Viktor Moya le dedicó una galante sonrisa achinando levemente sus ojos de distintos colores. Vestía una camisa negra que resaltaba el color de su cabello y su piel lechosa, sus pantalones eran unos jeans casuales y calzaba unos zapatos deportivos de tonos grises. Iba perfumado con un perfume que había elegido su hermana, Chery, quien se encontraba en los asientos traseros del auto, oculta entre abrigos y cajas, atenta a la señal que Alexander le daría para sumergir a Katherine en un profundo sueño.
—¿Qué tal? —Las palabras salieron de la boca de Alexander como si fueran dulce miel tratando alcanzar los labios de la chica que no había logrado evitar ruborizarse bajo una atenta mirada llena de lujuria.
—Yo bien, ¿y tú? —preguntó Katherine de vuelta desviando su mirada de la de Alexander.
—Bien hace unos instantes, ahora súper—dijo Alex terminando la frase con una tímida sonrisa y arrancando el motor del vehículo.
—¿A dónde me llevarás a comer?
—Bueno, ese es un secreto que prefiero guardar si es que me lo permite usted señorita Comisario. —Katherine, con una sonrisa ladina en su rostro, simuló una mueca de disgusto.
—Le concedo el permiso agente Viktor, pero solo por esta vez—El vehículo giró en una curva y siguió su camino por una calle poco transitada. Edificios se montaban a los lados en compañía de autos solitariamente estacionados sin nadie en ellos.
—Permiso para proceder entonces—El tono de voz de Alexander cambió de súbito, tanto que Katherine pudo percibir el mal augurio detrás de su nuca, pero sus reflejos adormecidos por el trance al cual el asesino en serie le había inducido le impidieron detener las manos de Chery cerrándose sobre su boca y nariz, quedando a merced del potente olor a cloroformo que destilaba el pañuelo que entre sus dedos portaba la hermana de Alexander.
El cuerpo de Katherine cayó, inerte, contra la ventana del automóvil mientras este seguía recorriendo las calles de la ciudad de Santiago. Era mediodía, la ciudad en las avenidas principales estaba a reventar de gente, pero a nadie le sorprendió ver a la chica inconsciente en el auto, quizás simplemente podía estar durmiendo, o simplemente quizás a todo el resto de la gente no le importaba más que su propia vida, sea cual fuera el caso Alexander pudo llegar hasta la casa de Katherine sin mayores inconvenientes. Él y Chery la bajaron del coche pasando los adormecidos brazos por sobre sus hombros. La arrastraron hasta la entrada y haciendo uso de su llave entraron a la casa bajo la desatenta mirada de los vecinos que ignoraban lo que sucedía. Una vez dentro la sentaron en una silla, le amarraron piernas, brazos y manos, y terminaron todo amordazándola, para que no gritara, para que no hablara, para que no levantara sospecha alguna.
