Capítulo 1: Un hogar.

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Las hojas de los árboles comenzaban a abandonarlos cayendo lentamente bailando con el viento, octubre de 1912 estaba en todo su esplendor, pintando el piso del paisaje urbano de rojizo con esas hojas caídas. El silbato del tren se dejó oír por todo el lugar anunciando la llegada de un convoy arribado desde la ciudad de Chicago, Illinois. Poco a poco los pasajeros descendían, entre ellos un par en apariencia muy común, un padre y su joven hija, sin embargo no había lazo sanguíneo entre ellos que los uniera como tal, lo cual se podía apreciar al ver con detalle dicha pareja, él, un hombre de apenas treinta y cinco años, alto, moreno, con ojos café con leche, pues no eran muy oscuros, ella un joven de catorce años rubia de cabellera rizada, de estatura baja y unos increíbles expresivos ojos verdes. Pero, sin importar acalló, si eran padre e hija, aunque sólo desde hacía dos semanas.

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-Flash Back-
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Era muy temprano, el sol saldría tres horas atrás cuando ya dos hombres se hallaba en un modesto local de comida ocupando una mesa del fondo del establecimiento, pero sólo uno de ellos tenía un plato de comida al frente, aunque ninguno comía, mientras el otro se limitaba a observar su entorno, no es que la comida del lugar fuese mala, por el contrario por eso la selección del lugar, simplemente al moreno no le apetecía comer en ese momento después de lo vivido un día anterior casi en medio del bosque donde con mucha suerte fue que consiguió salvar a una pequeña joven rubia de un destino muy dudoso, para la fortuna del hombre y la chica ahora todo era diferente, si bien en un principio ella dudo e incluso lucho por alejarse, en cuanto supo que estaban ahí para ayudarla por petición de sus tres amigos Andley todo había sido más sencillo, ahora la adolescente se encontraba cómoda en una posada cercana, aún durmiendo mientras los hombres en este local decidían cuál sería su futuro.

—Lo principal es que esa niña ya está sana y salva. ¿En que estaba pensando Sarah al querer enviar a una chiquilla de catorce años a México? Y en esa mugre carreta, con los peligros qué hay en el camino. Prefiero no imaginar lo que hubiera pasado de que no hubieses llegado a tiempo –el hombre que tenía el plato enfrente hablaba primero muy indignado y hasta tenso, luego prefirió cambiar un poco el tema para relajarse –. George ¿puedes creer esto? Mis sobrinos jamás me escriben y cuando lo hacen es para los tres pedirme lo mismo, que adopte a esa pequeña que ellos ignoran ya conozco, no la conocí de la mejor manera pues casi se ahoga en la caída de una cascada, pero la conozco–comentaba Albert a su inseparable mano derecha George Johnson señalando un trío de cartas sobre la mesa– ¿Tú que opinas?

—No creo te sea grata mi respuesta.

—¿Por qué lo dices?

—Porqué no mejor primero me dices tú lo que piensas al respecto.

Albert se quitó sus gafas obscuras al tiempo que se recargaba pesadamente en su asiento, luego masajes su frente y se cubrió los ojos con ambas manos. Toda la situación lo abrumaba mucho, a él le gustaba ayudar a los demás siempre que se pudiera y esa niña le era de su agrado, pero ¿qué tan conveniente sería? Ella le había contado que no tenía familia, ni siquiera un sitio que pudiera llamar casa, además estaba el hecho de lo mucho que le recordaba a su fallecida hermana Rosemary pues poseía el mismo todo de verde en su mirada y él mismo aire despreocupado e inocente.

—Creo que sí quiero adoptarla. Sería un aire fresco para la familia. Además parece que a mis sobrinos les agrada mucho su presencia.

—Les gusta ella –afirmó lacónico George, provocando una sonrisa en el rubio.

—Estoy de acuerdo, les gusta, la niña es bonita y muy diferente a las chicas que ellos conocen.

—¿Crees que se adapte a Londres ahora que piensas mandar ahí a tus sobrinos o a ella la excluirías?

Ojos color marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora