Capítulo 17: Paparazzi

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Los pasos se iban marcando en la fresca nieve conforme avanzaba aquel alto hombre de saco negro, boina y su inseparable bufanda que lo hacía parecer alguien común. El frío invierno aún no llegaba pero diciembre ya presentaba un clima inclemente, un año completo había transcurrido desde la tragedia del teatro, desde la muerte de Susana Marlowe, desde que se descubrió que él, Terrence Graham había sido casi como un imán para las chicas inestables mentalmente, obsesivas; sin embargo ahora ya estaba listo para comenzar de nuevo.

Todo lo que transcurrió en ese tiempo le había marcado, la presencia y constante vigilancia de su padre por medio de sus "mensajeros" que cada cierto tiempo le recordaban su presencia, las locuras de Albert que lo inmiscuyó en los asuntos de sus sobrinos para que lo ayudaron a emparejarlos con bellas y lindas damas, por lo que en ese tiempo convivió con los cuatro Andley más de lo que hubo convivido con tres de ellos en el San Pablo cuando vivieron juntos en el internado. Primero Stear que se quedó a estudiar, luego sus primos que lo emularon, pobre Inventor queriendo tiempo con su novia y los otros de entrometidos, por eso le hizo caso a Albert, porque sabía que es querer tiempo con la novia y también por querer molestar a los otros dos. Así que un día cualquiera le presento a Archie a su co-protagónica de "Romeo y Julieta", la coqueta y parlanchina Karen Klaise, Albert aseguró que era lo que su sobrino el "Elegante" necesitaba alguien que le diera batalla, el patriarca tuvo razón, llevaban ya medio año juntos.

Anthony por su parte había vuelto loca a la Tía Elroy al formalizar con la modesta enfermera y dama de compañía de Candy, ¿quien lo iba a decir?, Albert era el mejor casamentero de la historia, lastima que él aún no encontrará a su media naranja, o al menos eso creían todos.

Esos últimos meses la relación con los hermanos Cornwell se trasformó en una amistad hasta el punto que le contaron muchas anécdotas de su novia, pues ellos sí sabía de su relación e incluso de tepadera sirvieron en un par de ocasiones.

—«Una verdadera lástima que no pueda conocer a una Mona Pecosa» –se dijo para sus adentros, por las historias sobre la facilidad como trataba árboles, pero que hasta ahora nunca había visto puesto que ella se negaba anticipando sus burlas.

Una esquina antes de su destino se detuvo para comprar un ramo de Camelias, le hubiera gustado que fueran rosas, como el aroma del cabello rubio que tanto le gustaba, pero en invierno resultaba casi imposible conseguirlas. Siguió su camino hasta entrar en aquel lugar marcado por tantas emociones, ese hospital le recordaba la tragedia, pero más aún le hacía revivir el amor, como adoraba estar sobre aquel techo con las estrellas y la luna como únicas luces con su "Enfermera Pecas" entre sus brazos compartiendo del mismo pastel de chocolate, mejor aún compartiéndolo desde la boca de ella, ¿cuántas veces esos pequeños encuentros comenzaron a subir de intensidad, dejando de ser inocentes para comenzar a romper la barrera de lo socialmente permitido?, ¿cuantas veces después de compartir chocolate, fruta, caricias tuvo que regresar a bañarse con agua helada o a desahogar emociones? Pero esos jueguitos tenían que cambiar por situaciones más reales, o al menos hacerles creer a los demás que así sería, la última etapa de su plan sería llevada a cabo justo en esas semanas, no podía esperar más tiempo, para su suerte y desconsuelo del mundo la guerra continuaba, no sabia por cuánto tiempo más, también él esperaba que terminara ya por el bien de la humanidad pero no había sido su culpa que su padre tomará ese evento como fecha límite para dejarlo ser él.

Terry termino de atravesar el largo jardín de la entrada para adentrarse al blanco edificio bajando su bufanda para que su rostro pidiese verse, se detuvo en seco, la persona que buscaba se encontraba frente a él, con su dulce y hermosa sonrisa, como siempre que la veía.

—Creí que ya no te vería hoy por aquí –Candy habló intentando sonar casual, se hallaban en medio de la sala de espera rodeados de un poco de gente, eran las ocho había hecho tiempo para que hubiese más testigos todos tenían que darse cuenta de esa relación para que todo funcionara.

Ojos color marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora