Capítulo 8: Estreno y tragedia

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El circuito Broadway representa un hermoso espectáculo para la vista de cualquier transeúnte que tiene el privilegio de caminar por ese largo camino iluminado por millares de luces, con sus enormes marquesinas y afiches publicitarios llenos de color, esa avenida que es símbolo del mágico mundo del teatro, misma magia que se hace presente en ese lugar cada tarde-noche cuando todo comienza a tomar más vida pocos minutos antes de que el astro rey empiece a ocultarse en el ocaso. Si existía algo que puede llenar de más emoción y expectación ese lugar casi de ensueño, esas son sin duda las noches de estreno, como aquella de ese día jueves de mediados de Diciembre de 1916 donde las entradas para presenciar una nueva representación de la tragedia shakesperiana "Romeo y Julieta" por parte de la compañía Stratford, ya se habían agotado desde tres semanas a tras, justo después del mediático accidente en el que la actriz protagonista Susana Marlowe perdió una de sus piernas.

Dentro del teatro los todos ya estaban preparados en sus respectivos sitios, los actores se veían algo nerviosos, como todo estreno merecía, además de ya estar dispuestos para dar inicio a tan conocida obra. Se alzó el telón para dar paso a cada uno de los interprete, mismos que ofrecieran una espléndida presentación. Todo iba a su ritmo, sin contratiempo alguno. Fue cuando llegó el momento más esperado tanto por espectadores como por la crítica, sólo bastó un par de minutos después de que Terrence Graham personificando a "Romeo" pisará el escenario para que toda fémina presente quedara embelesada, así como para que los críticos quedasen impresionados ante el desenvolvimiento del novel actor.

El joven inglés tenía dos años en ese país norteamericano, dos años lejos de las tierras que lo vieron crecer, dos años donde padeció y saboreo casi de todo, en ese instante frente aún público cautivo con sus diálogos cosechaba los primeros frutos de sus esfuerzos y sacrificios, no obstante su dicha no se completó por la sombra de un accidente, esa sombra opaco tan espléndido momento. Al llegar el intermedio los cuchicheos sobre el accidente, Susana y él, Terrence, junto con una posible boda, llenaron el lugar. Los mismos compañeros de teatro sentían esa pesada atmósfera de incertidumbre y reproche social pues todos tenían una opinión al respecto, una más amables, otras más intransigentes como es costumbre de la gente que no conoce todos los hechos y nunca se han visto involucrados en una encrucijada moral.

La función continuó hasta que los ensordecedores aplausos anunciaron el final de la misma; en pequeños grupos los actores hacían aparición en el proscenio para agradecer, mientras más importancia tenía el papel los grupos se reducían más hasta llegar a solo dos, Terrence Graham junto con Karen Klaise quienes eran los últimos en pasar al ser los protagonistas, también agradecieron con varias reverencias, empero justo antes de hacer la última el estelar masculino vislumbró por el rabillo del ojo una figura blanca casi escondida entre las bambalinas más cercanas al público, eso no le dio muy buena espina, al contrario un mal presentimiento lo lleno por lo que terminó de agradecer de manera rápida y sin prestar mucha atención a los gritos eufóricos de las damas.

Salió del escenario en cuando el telón bajo, por cortesía tenía que regresar, pero sentía que sería más importante lo que la blanca figura le dirían. Mientras se acercaba al personaje impolutamente vestido se percató que era quien se imaginó, la enfermera Johnson, pero sus ojos no tenía ese acostumbrado brillo de alegría, además de tener la cara roja o bien como si hubiese llorado un buen rato, o como si hubiese conteniendo el llanto por mucho tiempo, como fuera no ayudó en absoluto en su presentimiento; otra cosa que lo puso alerta era que la joven se hallaba ahí, prácticamente dentro del escenario, nadie ajeno a la compañía tiene ese privilegio, si la habían dejado pasar hasta ese lugar tenía como único significado que algo en verdad terrible había acontecido.

—¿Qué sucedió? –preguntó Terrence casi gritando a unos metros de ella.

Candy negó con la cabeza.

Ojos color marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora