Capítulo 3: Comienzos

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Los primeros días de enero eran muy fríos en Londres, claro que con nulas posibilidades de una nevada, pues a pesar de ser un país donde frecuentemente llovía, la nieve se negaba a dejarse ver más que en muy contadas ocasiones durante todo el invierno, así que sin preocuparse mucho por el frío, menos aún después de haber conocido como era un invierno en Nueva York y como eran en verdad un par de nevadas en las tres semanas que estuvo por allá, Terrence se encontraba descansando su largo cuerpo sobre la necesariamente fuerte rama de un árbol de aquel bosque perenne del Instituto San Pablo, tenía muchísimas ganas de encender un cigarrillo pero por el momento no poseía ninguno, también quería dejar de pensar en su madre pues cada vez que la recordaba se llenaba de enojo, frustración, tristeza y unas enormes ganas de liberar su llanto lo cual lo molestaba todavía más, así de pésimo humor es que fue interrumpido de sus cavilaciones.

—Terry, una semana en esta cárcel y cuando te veo es haciendo escándalo en misa –un Anthony animoso llegó hasta el árbol donde minutos antes había visto que trepaba su recién ganado amigo.

—¿Qué quieres Brown? –el joven castaño sin mirar abajo habló con su acostumbrado tono brusco que solía utilizar entre sus insoportables compañeros del colegio.

El rubio se acomodó sobre el escaso pasto para sentarse recargado del árbol, ya le habían advertido varios compañeros y hasta sus primos que ser amigo de Terrence, el hijo del Duque de Grandchester, sólo le traería problemas pues sobre el chico se cernían una increíble cantidad de rumores que iban desde lo más sencillo hasta lo más inverosímil, pus habían cosas obvias como que sin necesidad de asistir a clases siempre tenía buenas notas, también existían rumores extraños propios de las féminas quienes aseguraban que hasta el momento había sido imposible que alguna chica llamara su atención, y al final estaban los rumores que aseveraban que Terrence acostumbraba salirse del internado, que fumaba y bebía, que incluso había llegado en mal estado y golpeado a los dormitorios. En otras palabras lo catalogaban como todo un aristócrata patán niño rico que su padre mimaba permitiéndole hacer de todo, incluso era el único alumno que podía tener una yegua propia en el interior del internado, con un establo privado casi independiente del resto de los animales de las clases de equitación. Sin embargo con todo y todo a Anthony no le intereso poner atención a tanto cotilleo en relación a su amigo, pues el rubio estaba convencido de la nobleza de espíritu del joven aristócrata, más aún porque él había conocido a una chica de la cual también se rumoreaban indecibles cosas como que era ladrona, de mal carácter, agresiva y el peor ejemplo para él y sus primos, cuando todo eso era mentira, ella era dulce y tierna, el ser humano más desinteresado que hubiese conocido en su vida, ella siempre creía que había algo bueno en los demás, así que siguiendo el ejemplo de su amiga y bajo cualquier advertencia se encontraba casi esperando por los insultos de Terry.

—Platicar –respondió simplemente Anthony ante el cuestionamiento del castaño.

—Esto no es alta mar, ni estamos melancólicos –dijo Terrence sarcástico–. Así que ahórrate tu buena acción del día y ve a quitarle el tiempo a alguien más.

—La verdad, es que aquí estoy muy a gusto.

—Eres un idiota.

—Tú eres un imbécil, por eso no tienes amigos.

—No tengo amigos porque no me interesa tenerlos.

—No los tienes porque eres irritante, fastidioso, arrogante, esnob, engreído...

—Agresivo, violento y no olvides hereje —más sarcasmo surgía de los labios ingleses.

—Tan sólo voy empezando mi lista, espera.

—Si tú fueras listo te alejarías de mí antes de que a ti te etiqueten como lo hacen conmigo.

—¿Y cuál seria el problema?

Ojos color marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora