La Pequeña Ellie

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El sol comenzaba a filtrarse entre las sombras de la noche, y apenas podía sentir su cálido toque en mis ojos. Un denso frío me invadió, envolviendo mi cuerpo mientras una brisa fuerte me abrazaba con firmeza. Sabía lo que eso significaba: Amy había despertado antes del amanecer, como solía hacerlo. Me sorprendía su capacidad para dormir tan poco, especialmente después de la intensa noche que habíamos tenido juntos.

Con las pocas fuerzas que me quedaban y un cuerpo adolorido por la larga jornada de conducción y pasión, me levanté lentamente, luchando contra el peso del sueño que me arrastraba hacia abajo. Aunque me sentía cansado, también me sentía lleno de vida, renovado por la noche que acabábamos de compartir.

Miré hacia el asiento del piloto y vi su torso sexy sobresaliendo de entre las mantas, donde Amy yacía tranquila y feliz. Un leve brillo en sus ojos, que pude notar en el espejo retrovisor, revelaba su serenidad y alegría en ese momento. Me di cuenta de que estaba conduciendo, lo cual me sorprendió gratamente. Aunque no sabía que ella tenía esa habilidad, lo estaba haciendo bastante bien, a pesar de no conocer el camino.

El día se presentaba agradable, a pesar de estar un poco nublado. Con los ojos entrecerrados por el sueño y el cansancio, le hablé sin pensar, dejándome llevar por la tranquilidad del momento.

— Buenos días —saludé, tratando de despertarme por completo.

— Buenos días, mi pequeña damisela —respondió Amy con una pizca de burla en su tono.

— ¿Hace cuanto que estás manejando? —pregunté, notando que ya había pasado un tiempo desde que tomó el volante.

— Solo un par de horas, nada más —contestó ella.

— Apenas está amaneciendo.

— Me desperté con ganas de ver el amanecer —dijo Amy, con un brillo de emoción en sus ojos—. Es tan bello, puro y desnudo, como tú.

Su comentario me hizo captar su mensaje de manera más clara, y me di cuenta de que aún estaba desnudo bajo los acolchados, apenas cubriendo mis partes íntimas. Me dejé caer en el asiento, dejando mi piel al descubierto hacia el cielo, y le sonreí con picardía antes de continuar hablando mientras cerraba los ojos.

— En algunas culturas es un delito hurtar la ropa de alguien —observé, con una sonrisa irónica.

— Es muy cómoda tu ropa —afirmó Amy entre risas, manteniendo la vista en el camino—. Además, te ves muy bien así.

— Pensé que me Ghostearias después del servicio de anoche —solté, intentando provocarla, mientras observaba su reacción en el espejo retrovisor.

— Oh, no —respondió ella entre risas—. Creo que soy más del tipo que se enamora. Todavía soy nueva en los juegos de la seducción.

— Para mí, eso es suficiente —respondí con una sonrisa, sintiendo un cálido sentimiento de alivio y satisfacción al escuchar sus palabras.

— En cambio tú... —continuó, intentando mantener la conversación—. Pareces más del tipo que suele desaparecer sin dejar rastro.

— Lo fui —admití, dejando escapar un suspiro cargado de peso emocional—. Durante mucho tiempo, me aferré a relaciones pasajeras como un salvavidas en medio de un océano de dolor y soledad. La muerte de mis padres dejó un vacío abrumador en mi corazón, y buscaba desesperadamente cualquier cosa que pudiera distraerme de mi propia mente atormentada. Durante un tiempo, funcionó. Lograba escapar de mis pensamientos oscuros, de la sensación aplastante de pérdida. Pero entonces, un día, tuve un clic...

La pausa que siguió a mis palabras dejó un silencio pesado en el aire, como si el universo mismo estuviera esperando para escuchar el resto de mi historia. Era como si ese "clic" que mencionaba fuera el momento crucial en el que todo cambió, en el que me di cuenta de que necesitaba confrontar mi dolor en lugar de huir de él.

Cenizas en el CorazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora