John: Obsesion Mortal

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Entré en la oficina del alcalde, manteniéndome cerca de él como siempre, listo para comenzar otro día de guardia. Mis sentidos estaban alertas, como siempre, pero esta vez había algo en el aire que no me gustaba. Había trabajado con la Familia Woods durante años, mucho antes de que el patriarca ascendiera al cargo de alcalde, y había aprendido a reconocer los momentos de tensión.

El alcalde estaba en su escritorio, ocupado como de costumbre, cuando pronuncié las palabras que lo hicieron levantar la vista con una expresión seria. "Señor, su hijo está aquí", informé, manteniendo mi tono neutral y observando atentamente su reacción.

El señor John entró a la habitación con una postura encorvada y una actitud sumisa, como siempre que estaba en problemas. Observé al alcalde Woods, quien estaba absorto en sus pensamientos mientras fumaba su tabaco diario, mirando por la ventana de su escritorio. A su lado se encontraba su hija mayor, una figura imponente por derecho propio, con una mirada que podía helar el alma de cualquiera.

Había otros guardias de confianza presentes en la habitación, pero mi atención se centraba en la dinámica entre el alcalde, su hija y su hijo. Era difícil decir quién infundía más temor: el patriarca con su aura impenetrable o la hija con su frialdad calculada.

La rubia permanecía junto a su padre, con los ojos fijos en su hermano. No era fácil descifrar lo que pasaba por su mente, pero su reputación de mantener el honor familiar a cualquier costo precedía a su presencia en la habitación.

Una reunión privada en la oficina del alcalde podía significar dos cosas: asuntos políticos o problemas familiares. Y cuando se trataba de problemas familiares en la familia Woods, la situación solía ser grave.

El chico caminó con paso vacilante hasta el asiento frente al escritorio y se sentó, tragando grueso antes de hacerlo. Todos estábamos expectantes, especialmente cuando se trataba de John; su historial no presagiaba nada bueno.

El alcalde, con su voz grave e intimidante, hizo que el chico se sobresaltara en su asiento al dirigirse a él. Parecía sumamente nervioso, como si deseara ser engullido por la tierra en ese mismo instante.

—Hijo... — comenzó el hombre, cada palabra cargada de significado, como si estuviera calculando meticulosamente sus siguientes movimientos. Giró en su silla para enfrentar a su hijo, el humo del tabaco aun flotando en el aire mientras hablaba.

— ¿Debería seguir llamándote así?

El alcalde mantuvo la calma mientras planteaba su pregunta, su rostro era una máscara de neutralidad, pero detrás de esa apariencia tranquila, su mirada penetrante revelaba una profunda intensidad. Sus ojos oscuros y grandes podían ser tanto reconfortantes como intimidantes, dependiendo de la situación, pero en ese momento emanaban una serenidad que sugería confianza. No era sorpresa que fuera el alcalde.

El chico, al intentar responder, fue interrumpido por un gesto sutil pero autoritario de su padre, una señal que conocía demasiado bien. Volvió a sumirse en el silencio, bajando la cabeza por segunda vez para contemplar sus nudillos, una táctica para contener la ansiedad que lo embargaba. Respiré profundamente, manteniendo mi posición firme y vigilante, sin revelar mi presencia mientras observaba atentamente la escena.

— ¿Debería Johnatan? — Volvía a preguntar de manera cínica, mirándolo fijamente, dejando en claro a quién había heredado esa mirada la hija mayor. El chico titubeó un poco antes de responder, incapaz de mantener la mirada de su progenitor, y simplemente soltó: — No, padre.

— Buen chico. — Agregó su hermana con un tono burlón.

— Parece que te gustan los problemas. — Continuó el alcalde, su tono lleno de amargura. — ¿No fue suficiente el internado de 5 años que tuviste en la clínica psiquiátrica?

Cenizas en el CorazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora