"-Mamá.¿Está bien que dos hombres se quieran?- preguntó un inocente Yoon Oh.
Yoon Oh no entendió porque su madre se enojó. "
Dónde Jaehyun está enamorado de su mejor amigo y Doyoung es incapaz de entender sus sentimientos.
El dolor en el pecho crecía conforme las lágrimas se deslizaban por sus mejillas. La situación era exactamente la misma; el parque perfecto, la banca solitaria, el abrumador murmullo de felicidad alrededor. Solo había una diferencia clara. Aquel pequeño, ahora adolescente, no se encontraba ahí para secar las lágrimas de Yoon Oh.
Volvía al punto de inicio; solo y roto. Aquellos cinco años se habían esfumado en segundos. Habían desaparecido al pronunciar unas cuantas palabras.
"Me gustan los chicos, Doyoung".
Su mente no dejaba de reproducir el momento una y otra vez. Repasa la expresión de desagrado de su amigo, una que jamás creyó ver en él.
Se había prometido no llorar. Lo había logrado todos esos años. Dejó de inmutarse con los insultos de sus padres, dejó de cuestionarse. Doyoung había llegado para evitar que sus emociones se desborden; y ahora, el espacio que había dejado era llenado por un fuerte sentimiento de auto desprecio e inmensa soledad. Era demasiado frágil, solo en ese momento pudo notarlo.
— Eres un idiota— susurraba de manera automática.
Su mente era un desastre total. Las bestias, cuidadosamente enjauladas en el pasado, contaminaban sus pensamientos. Gritaban y dañaban. Abrían heridas antiguas, aquellas que seguían sin cicatrizar. Él nunca había solucionado su conflicto, simplemente lo había ignorado.
— No creo que eso sea cierto.
Exclamo una voz cálida, mientras un escalofrío recorría la espalda del castaño. El japonés yacía parado tras él.
Para Yuta, observar a su amigo en esa situación era imposible. Yoon Oh era quien se encargaba de ayudar a los demás durante sus crisis. Siempre estaba dispuesto a escuchar a los extranjeros hablar sobre su hogar con melancolía; y reconfortaba a los menores cuando se sentían inseguros. Contagiaba su positivismo a todos con una radiante sonrisa y sus adorables hoyuelos.
— ¿Qué hace aquí, hyung?— Preguntó el menor luego de varios segundos.
Aún no se atrevía a observar al mayor. No podía permitir que su hyung lo viera en un estado vulnerable.
Tras un largo suspiro, Yuta estiró sus dedos con dirección a la barbilla de Yoon Oh. Empujaba con suavidad, intentando levantar su rostro. Estaba haciendo un enorme esfuerzo por no quebrarse. Verlo así le dolía, pero tenía que expresar fortaleza. El menor debía saber que no estaba solo.
— Supuse que te encontraría aquí. Debemos hablar.
— ¿Hablar sobre qué? No tengo nada que decir.
— Estoy tratando de ayudarte. No sabemos absolutamente nada de ti desde hace unos días— soltó de golpe.— Dong Young tampoco aparece ¿Me quieres decir que está pasando?
Yoon Oh pudo sentir la preocupación en cada una de sus palabras, por lo que la culpabilidad lo invadió. A la par, un dolor enorme. Esos chicos eran como su familia, no soportaría perderlos tras decirles la verdad. De solo imaginarlo sus ojos se humedecieron y se convirtió en dueño de un gran terror. Su cuerpo temblaba, mientras escuchaba a su corazón palpitar. Deseaba desaparecer.
— No tengo idea de lo que este sucediendo, pero confía en mí. Voy a estar para ti.
— No sucede nada, hyung. Solo son días malos.
En ese punto, el japonés ya no sabía que hacer. Era evidente que el castaño ocultaba algo enorme. Quería liberarlo de esa carga.
— Por favor, confía.
La insistencia había logrado que Yoon Oh se sienta cansado. Estaba a un paso de la destrucción. A unas palabras.
— Creo que estoy enamorado de Doyoung— casi gritó y rompió a llorar una vez más.
Yuta quedó anonadado con la confesión, y pronto todo encajó en su mente. Por fin pudo comprender su conducta, acciones y sentimientos. Pudo ponerse en su lugar; así que sus brazos rodearon al menor, quedándose ahí por un largo tiempo.
— No llores, pequeño— susurró para calmarlo.
Muchas veces olvidaba que el castaño era menor, que necesitaba de su guía y comprensión.
— ¿Q-Qué?— tartamudeó con gran sorpresa.
Ese cálido abrazo era una experiencia nueva, reconfortante. Sus ojos ,hinchados a más no poder, se abrieron con sorpresa y observaron la preocupación real del japonés.
— Lamento no haber estado ahí para ofrecerte ayuda— se lamentó—. Pero quiero que sepas que cuentas con mi apoyo, no estés asustado.
— Tengo demasiado miedo hyung — soltó Yoon Oh—. No sé que pasará.
— ¿Qué ocurrió con exactitud entre ustedes dos?
— Le dije que era homosexual. No lo he vuelto a ver desde eso.
El cuerpo del menor se estremeció, ya no era capaz de decir más sin ahogarse en sus sollozos. Por otro lado, la expresión de Yuta era seria. No podía evitar sentir enojo hacía el mencionado, pero echárselo encima no sería del todo justo. Esta vez trató de mantener sus emociones enterradas y usar la razón.
— Tal vez solo lo sorprendió— dijo como vago consuelo. Ni él se lo creía.
Las palabras se agotaron en ese momento y solo se acompañaron. Yoon Oh estaba un poco más tranquilo, agradecía de corazón a Yuta por evitar que llegase a la completa locura en su momento de crisis. Pero ahora debía pensar sobre lo que haría. Las noticias se habían acumulado al igual que la indecisión y su agobio era inmenso; ¿eso significaba crecer? Se negaba a hacerlo, todo era aterrador. En ese momento deseaba desaparecer, desligarse de todos, flotar como una insignificante partícula en el universo. Se sentía agotado, no le apetecía vivir de esa manera; no le apetecía vivir.
— Yo... Tengo algo más que decir— pronunció tomando valor—. Puede que suene cobarde, creo que lo es; pero es necesario...
La mirada de extrañeza del japonés lo interrumpió; se detuvo a pensar si realmente era capaz de hacer lo que diría.
— Convenientemente obtuve una beca para un importante colegio— tomó aire—. Voy a viajar fuera del país.
— ¿Dónde?— fue lo único que pudo decir Yuta.
— Me voy a China.
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