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Un sonoro golpe se escuchó fuera de la habitación y le siguieron una serie de maldiciones.

Taeyong abrió los ojos al instante, recordando que vivía solo.  Alarmado, caminó con cautela hacia la puerta y la abrió lentamente. Aún no lograba despertarse por completo, así que no había pensado cuál sería su siguiente movimiento.

No era tan alto ni fuerte, como para poder defenderse en caso de un ataque; tampoco lo suficientemente rápido, como para echarse a correr y pedir ayuda. Solo le quedaba aferrarse a la pizca de valor que todavía recorría por su cuerpo y aventurarse a ver quién estaba intentando allanar su departamento.

Avanzó intentando no hacer ruido, dando pasos suaves y lentos. Sus ojos escaneaban con cuidado su alrededor, esperando que nada faltara.

— ¿Qué estás haciendo?— una conocida voz lo hizo saltar y soltar un grito agudo.

Su corazón latía desbocado y su respiración era pesada. Frente a él, en cambio, un japonés intentaba recuperarse del ataque de risa que había causado la reacción del rubio.

Había olvidado por completo que Yuta se había quedado a dormir en su departamento esa noche.

— Hubieras visto tu reacción— dijo el pelirrojo con dificultad—. Parecías un gatito asustado, incluso saltaste tan alto como uno.

El japonés se carcajeó aún en el suelo hasta que le costó respirar.

— Ya basta— lloriqueo Taeyong— Había olvidado que estabas aquí.

— Siempre olvidas que estoy aquí— respondió Yuta mientras se levantaba—. Me ofendes muchísimo .

Le dedicó media sonrisa y le dió un golpe amistoso en el hombro. Luego se dirigió a la cocina, seguido por un rubio sorprendido. Dentro ya se podían observar ingredientes esparcidos por toda su encimera y sonaba música tranquila. El japonés estaba lavándose las manos.

Sus ojos captaron recipientes de harina, huevos, azúcar, vainilla y leche; que esperaban por ser usados. También había notado distintos frascos con mermelada de todos los sabores que podría imaginar. Un fuerte aroma a café lo distrajo de su breve inspección. La esencia invadía ahora toda la cocina y le daba una sensación de calidez.

Había pasado bastante tiempo desde la última vez que el japonés le había preparado el desayuno.

— Hoy tenía antojo de algo dulce— Yuta le dijo para después dedicarle una sonrisa brillante.

— Creo que eres capaz de leerme la mente— contestó el rubio—. Porque es exactamente lo que quería comer— le devolvió la sonrisa.

Una animada melodía y suaves tarareos llenaban el silencio con gracia. Sus cuerpos se movían con fluidez en lo que parecía una coreografía cuidadosamente ensayada. Cocinaban en sincronía y de vez en cuando se dedicaban miradas divertidas.

Mientras Taeyong media y pesaba cada ingrediente; Yuta iba guardando lo que ya habían usado en su lugar. Después, el japonés se aseguró de hacer la masa; el rubio, por su lado, ya estaba calentando la sartén. Y así siguieron hasta tener dos platos repletos de panqueques humeantes.

Ni siquiera tenían que preguntar, cada uno conocía los movimientos del otro y sus próximas acciones. El coreano observaba sorprendido cómo a pesar del tiempo su química todavía resultaba ser buena. Aún cuando ya habían dejado de vivir juntos desde hace un año.

Taeyong nunca había estado realmente solo. No al menos hasta que se independizó.

Durante su infancia había gozado de la compañía de su nana, la señora de limpieza y el jardinero. Siempre estaban dispuestos a jugar con él, buscando oportunidades para enseñarle a ser una buena persona también.

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⏰ Última actualización: Feb 25, 2023 ⏰

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𝙄 𝙈𝙞𝙨𝙨 𝙔𝙤𝙪 ༄ ᴊᴀᴇᴅᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora