"-Mamá.¿Está bien que dos hombres se quieran?- preguntó un inocente Yoon Oh.
Yoon Oh no entendió porque su madre se enojó. "
Dónde Jaehyun está enamorado de su mejor amigo y Doyoung es incapaz de entender sus sentimientos.
Un abatido Dong Young descansaba en la comodidad de su colchón, mientras su mente se encargaba de regañarlo una y otra vez. En ese momento podía darse el lujo de aquello, gracias a que una vez más lo habían dejado completamente solo en casa. A pesar que las vacaciones familiares se habían planeado con seguridad ese año.
¿Qué estaba haciendo?
En medio de la oscuridad -proporcionada por sus cortinas- su imaginación dibujaba la expresión dolida de Jaehyun. Delineando con exactitud sus ojos llorosos y la ausencia de sus preciosos hoyuelos. A la vez, su racionalidad no dejaba de culparse por haber reaccionado como un idiota.
¿Qué era lo que había ocurrido?
No se encontraba seguro de lo pasado esas últimas semanas. Tenía la sensación de que eran recuerdos muy lejanos, borrosos e inexactos. Todo ese dolor en el rostro de Yoon Oh no podía ser verdad. ¡No! Tampoco pudo haberlo causado él.
Las ganas de llorar crecían conforme pensaba más y más. No estaba seguro de cómo se sentía. No lo había estado estos meses. Le era difícil explicarse el porqué percibía a su mejor amigo de diferente manera; porque se sentía tan seguro estando cerca de él. Aún debía hallar lógica a su creciente deseo de permanecer entre sus brazos y escuchar su voz todo el día. Sin él, había llegado a sentirse terriblemente solo, malhumorado y dudoso.
No se consideraba una gran persona e iba cambiando para mal, tenía la necesidad de apoderarse de su mejor amigo.
¿Por qué reaccionó así?
Esa pregunta era formulada constantemente y de manera inmediata las expresiones de desagrado de su familia se reproducían en su mente. Cuánto odiaban ese tema y cuánto habían criticado a las personas así para mal. Pero él no tenía la misma visión, no los había seguido nunca.
Entonces ¿por qué se alejó?
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Yoon Oh dio un largo suspiro mientras giraba la llave. Debía ser cuidadoso con sus palabras para que sus padres aceptaran firmar los permisos y, tal vez, no lo atacaran.
Lo primero que lo recibió fue una extenuante oscuridad, contraria a la radiante luz que coloreaba fuera. Por dentro, el lugar se veía de un limpio sofocante, ya no había rastro de familiaridad para él; a pesar que todo se mantenía exactamente igual que hace cinco años. Sus objetos favoritos habían dejado de serlo, sus padres se habían convertido en extraños. Y estos solo seguían manteniéndolo por evitar los comentarios de sus conocidos; en apariencia eran la familia promedio perfecta de Seúl. Ningún escándalo podría arruinar esa reputación.
Su madre permaneció sentada con la vista fija en el televisor, ni se inmutó a pesar del sonido de la puerta cerrándose; en cambio, su padre quedó mirándolo fijo. Un extraño escalofrío recorrió su espalda y secó su garganta. Su mente estaba en blanco.
— Madre, padre...— dijo para luego aclarar su garganta—. Tengo algo importante que comunicar.
Su cabeza se inclinó, clavando la vista al suelo, mientras la piel de sus nudillos se estiraba conforme sostenía el archivador con fuerza. Sus padres solo se limitaron a observarlo, con los típicos tintes de acusación.
— Mis notas han sido muy buenas los últimos años, así que consideré que aplicar...
— Es lo menos que debes lograr. No soportaría que avergonzaras aún más a esta familia— interrumpió su madre con una expresión de desdén. Ella aprovechaba a atacar siempre que podía.
— Apliqué a una beca en un centro prestigioso en China— ignoró el comentario de su madre.
— ¿Y para qué quieres ir hasta allá? ¿Crees que vamos a pagar tus gastos? Nunca dejas de ser una carga— comenzó a reprochar su padre.
Yoon Oh intentaba expresar seriedad y dureza, pero por dentro seguía siendo un niño asustado y deseoso de recuperar el amor de sus padres. Incluso ahora se conformaba con su aprobación. Quería recuperar parte de su felicidad, quería recuperar a su familia.
— No es necesario. Todos los gastos están cubiertos. Solo necesito su autorización y podré irme dentro de dos semanas.
Yoon Oh extendió el archivador con una temerosa reverencia. Debía hacerlo rápido, porque cada vez que sus padres emitían sonido, su corazón terminaba doliendo terriblemente.
— ¿Estás seguro que no debemos pagar nada?— preguntó su padre viendo con recelo el objeto.
Solo se limitó a negar con la cabeza y cerrar los ojos esperando a que tomaran los papeles. El tiempo parecía alargarse mientras lo peor pasaba por su cabeza, hasta que sintió que el peso en sus manos reducía. Su madre leía con atención las pequeñas letras del documento, sin expresión alguna. El orgullo ya no existía para ella.
— Vamos a firmar— pronunció una voz grave luego de diez minutos—. Pero con una condición.
— Está bien, padre— respondió temeroso.
— Cuando regreses, no des ni un paso en esta casa. Serás mayor de edad, no es necesario que sigas molestando con tu existencia.
El castaño se congeló e intentaba procesar las palabras de su padre. No era lo que esperaba, para nada. Las ganas de llorar comenzaban a perforar su pecho. Mientras, sus padres firmaban disimulando una sonrisa de satisfacción. No podía permitir que lo vieran vulnerable, así que contuvo las emociones desagradables que explotaban en su interior; dio una leve inclinación y salió. De alguna forma, ahora era libre.
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