Capítulo 20. "Sangre por sangre"

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Apenas abrir los ojos después de muchas horas estando inconsciente, notó que seguía atado en aquella helada mazmorra ubicada debajo del enorme castillo que era propiedad del monarca Iglesias, autoridad máxima del reino Norte mejor conocido como Marsella.

El joven de cabello rizado observo el suelo notando inmediatamente que el mismo ahora tenía un color oscuro debido a la sangre – la cual en ese momento se encontraba completamente seca – que había derramado horas atrás gracias a las heridas que el rey Iglesias le había provocado con su espada fabricada por algún mortal desconocido e insignificante.

Intentó ponerse de pie sin embargo, no llegó a ser más que eso. Un simple intento.

Frunció el ceño tratando de concentrarse y quedó sorprendido al darse cuenta de que el zorro ártico que habitaba en su interior no era capaz de tomar posesión de su cuerpo... era como si algo lo tuviese capturado, al igual que él. Giró un poco la cabeza para observar las cadenas que tenían sujetas sus manos dándose cuenta inmediatamente que estas llevaban algún tipo de grabado griego, el cual producía cierta clase extraña de luz.

Quiso pensar que dichas cadenas habían sido fabricadas por algún halter o quizá por un simple brujo.

Pero si no era posible invocar al ser que compartía su alma para así desatar todo el poder que se escondía bajo la manga, ¿qué tendría que hacer para escapar de ese lugar?

Soltó un suspiro mientras observaba cada rincón de aquel tenebroso lugar con la esperanza de encontrar algo que pudiese ayudarlo a escapar desgraciadamente, no vio algo más que no fuesen esos muros de piedra que lo tenían cautivo.

– No creí que un marcado como tu pudiese llegar hasta aquí. – El joven Harold frunció el ceño al notar que el sujeto que había visto antes aparecía justo frente a él – Se supone que los de mi especie deben acabar con ustedes apenas verlos.

El de cabello rizado simplemente se encogió de hombros sin atreverse a levantar la mirada para encontrarse con los ojos completamente oscuros de la persona que se mantenía frente a él.

– Te dieron la orden de no hacerme daño. – Le recordó.

Aquello no era más que la verdad, el rey Iglesias le había ordenado al halter no hacerle daño a ese marcado y mucho menos asesinarlo. Él no sabía los planes que su majestad tenía planeados pero no pensaba entrometerse en su camino... era algo que le habían advertido antes de llegar a la tierra.

– Me han dado tantas ordenes en este estúpido mundo... – Habló antes de soltar un largo suspiro – Dejalo dimisit.

Déjalo libre.

Cuando deja de sentir aquellas cadenas apretar sus muñecas, el joven caballero de cabello castaño casi cae directamente al suelo debido a la posición en la que se encontraba y en ese preciso momento, al no tener nada que lo sostenga trae como consecuencia la pérdida de su equilibrio.

Apretó los dientes cuando por fin pudo enderezarse de la forma correcta.

– De pie. – Ordenó, tomando con fuerza el brazo derecho del ojiverde, obligándolo a caminar – El rey quiere verte.

Una vez más, las piernas adormecidas del más alto estuvieron a punto de provocar su caída sin embargo, el fuerte agarre que tenía aquel halter en su brazo derecho se lo impidió.

Los ojos del de cabello rizado se entrecerraron al ver cómo salían de aquel tenebroso lugar. Era más que evidente que sus ojos se habían acostumbrado a la oscuridad de aquella helada mazmorra pues cuando por fin salió de ella fue un poco complicado acostumbrarse a la luz que había en el exterior.

Owl eyes. (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora