Capítulo 23. "Perfeccionismo"

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El perfeccionismo es el impulso que lleva a las personas a querer cambiar o perfeccionar su ser, a los demás y a las situaciones. Comúnmente hay una sensación subyacente de que las cosas no son como deberían ser, por eso, el mejoramiento es algo que constantemente se busca. No todo el mundo tiene esa tendencia, pero aquellos que la tienen a menudo proyectan o reflejan en otras personas o circunstancias un sentido interno de insuficiencia o imperfección. Las personas perfeccionistas – al igual que la legítima soberana, Camila Cabello – no solo son duros consigo mismos; frecuentemente juzgan a otras personas – y situaciones – como incorrectas o deficientes de alguna manera. Esto puede desencadenar fácilmente un sentimiento de deficiencia en aquellos que están siendo juzgados. Como resultado, muchos perfeccionistas reportan un patrón recurrente de frustración en sus relaciones.

La mente del perfeccionista está tratando de construir una realidad exterior perfecta con el fin de corregir una creencia interna en la deficiencia. Se trata de un juego imposible y agotador que simplemente no funciona. No hay ganadores. Incluso si un perfeccionista tiene éxito en cambiar a otra persona o una situación, siempre habrá algo más por ahí que necesita mejorarse. Cuanto más se centra el perfeccionista en lo de fuera, más se ciega a la raíz del problema, que es la creencia: "Soy imperfecto". Las circunstancias externas no son más que un punto de vista interior propio. La clave es mirar de frente la creencia de un yo inadecuado y darse cuenta de que se trata de una ficción completamente vacía.

Cuando la joven emperatriz sintió un dolor punzante en el torso, abrió los ojos de golpe en cuestión de segundos y se enderezó en la incómoda cama en la cual había quedado profundamente dormida. Observó la pequeña ventana que se encontraba en el dormitorio que le había otorgado a la joven de ojos verdes que seguía profundamente dormida a su lado, sin siquiera sentir los repentinos movimientos bruscos realizados por la legítima soberana de piel morena.

Soltó un suspiro cuando fue capaz de observar la luna y no lo pensó dos veces. Se puso de pie, caminando con lentitud hasta llegar a la ventana.

Los luceros pintaban el cielo; celosos de la luna más grande del cuerpo de la noche, la dotaban de luz como en cualquier otro fin de día. Los astros eran como tatuajes, inmóviles, pintados en el sombrío y lejano telón estelar; mas una estrella bramó rebeldía y así la luz que emitía de blanco, a rojo cambió. La estrella se asemejó a un corazón pues su titilar era similar al palpitar de uno, logró captar su atención, y fue capaz de escuchar una oración.

La plegaria no venía de la torre de su castillo por escucharse con claridad, no venía de un idioma refinado por ser ajeno a su lengua, no era proveniente de perfumes ni monarcas elegantes, tampoco de los dioses con sus gustos refinados y extravagantes, no eran templos sagrados, tampoco enormes castillos de suelos relucientes y amables criado, tampoco era arte, simplemente...

Era un niño; único retoño de aquel prado seco y marchito, lágrimas descendían de sus ojos por el simple recuerdo de la muerte de su familia, una pequeña corona de oro se mantenía encima de su cabeza y podía notarse con facilidad que se encontraba verdaderamente incómodo con la ropa que llevaba puesta. Era un niño, era aquel rubio de ojos soñadores que seguía teniendo la ligera esperanza de que la guerra finalizaría en un momento específico, ese niño que ni siquiera esperaba que su vida cambiase por completo cuando huyó del campo de batalla con la intención de evitar un enfrentamiento con aquella niña que tenía la habilidad de convertirse en una majestuosa lechuza. Los ojos de la morena se cristalizaron cuando notó que aquella estrella volvía a jugar con su mente, cambiando repentinamente su forma por segunda vez aquella noche.

Era su madre, representada como una rosa de largos pétalos que le cubrían del sol; la misma que con falacias cambiaba los llantos por risas, que a los muertos los hacía pasar por dormidos, que cambiaba los pecados por simples errores, al plomo por flores, a la peor de las guerras en una simple tormenta; la misma mujer indulgente que terminó por ser arrastrada al infierno para que su hija tuviera siquiera un poco de cielo.

Owl eyes. (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora