09; Tres puntos de vista.

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Camila

Pude notar las manos de mi hermana tomar las pálidas caderas de Lauren, y tardé un poco en caer en cuenta de que mis propias manos se estaban haciendo puños, y no fue hasta que el ardor de la poca piel desgarrada me alertó de mi acción que me detuve.
Estaba tocándola.
Estaba tocándola como yo quería hacerlo en este preciso instante.
Estaba tocándola como yo lo había hecho hace una semana.

La tensión debió ser bastante obvia, porque la preciosa niña de ojos verdes aclaró su garganta con sus delicadas mejillas enrojecidas y comentó algo sobre ir a vestirse porque comenzaba a hacer frío.
Sinceramente no la escuché, sus pequeños pezones erectos tenían mi completa atención bajo ese diminuto bikini. Este era un castigo de Dios.

Maldita sea, qué buena estaba la niñita.

—Es bonita, ¿no?—

La voz ligeramente tensa de Sofía me sacó de mi lúcido sueño, donde seguía a ojitos verdes hasta la cocina, la subía al lavaplatos y devoraba su pálido cuerpo, haciéndola suplicar para que la follara hasta que sus cuerdas vocales se cortaran por el esfuerzo.

—Sí, es un poco linda.— Mentira, la niñita era hermosa.

—No me gusta que la mires así.— Gruño su acusación llena de veneno.

Y a mí no me gusta que la toques, hermanita.

—¿De qué hablas?— Pregunté tratando de evitar el tema, por amor a Dios, lo último que quería era conversar con mi hermana menor las distintas posiciones que mi mente planeaba para hacer con su deliciosa amiguita de brillantes ojos verdes.

Sofía cruzó sus brazos y se acercó con un aire dominante que por supuesto no me tragué, hasta hace unos meses seguía temblando con las tormentas muy fuertes mientras me llamaba por teléfono para que le cantara, y ella también lo sabía.

—Me gusta, Camila.— Dicho esto, dió media vuelta y se lanzó nuevamente a la piscina, por lo que giré sobre mis talones y caminé de vuelta a la casa, dispuesta a irme.

Entonces supe que el destino existía, y que ya extrañaba verla.

En la sala Lauren acomodaba su remera blanca algo grande sobre su bikini evidentemente húmedo, ya que se volvía transparente en la zona de sus pechos.

Aclaré mi garganta antes de sonreír.

—¿Quieres que te preste algo seco?— Ella alzó sus hermosos ojos verdes a los míos, y asintió sonrojada.






Autor

Camila agradecía internamente el tener una habitación en casa de sus padres. Aunque más que una habitación era un cuartucho diminuto donde apenas caía una cama pequeña y una caja con algo de ropa, sin ventanas. Antes sus padres la usaban para los huéspedes, pero eso no tardó en cambiar ya que habían construido otro cuarto para ello.

Ambas chicas entran en el pequeño y oscuro cuarto, una con la piel fría y su inocente corazón acelerado, y la otra con el deseo desbordando por cada poro. Una con los ojos verdes, y la otra con los ojos chocolate.

Camila le entrega un suéter color rosa que jamás había usado, pero que había apreciado tanto que tampoco se lo había regalado a Sofía.
Le entrega también una falda plegada color azul marino, bastante corta.

Lauren siente el deseo de vomitar por las incesantes cosquillas en su abdomen, toma la ropa sin poder apartar la mirada del suelo, sus mejillas enrojecidas llevándose casi todo rastro de calor en su cuerpo.
Espera a que la mujer se retire y la deje vestirse, pero no ve en su maduro rostro intenciones de levantarse de la pequeña cama.

—Uhm... Señorita Cabello, necesito vestirme.—

Camila alzó una de sus simétricas cejas antes de sonreír.

—Ven.— Palmeó suavemente sus piernas, Lauren palideció de golpe, pero obedeció.
Deja la ropa junto a la mayor, antes de acomodarse a horcajadas sobre sus piernas. —Te he echado de menos.— Susurra con ternura la más alta, posando sus manos firmemente en la cintura de Lauren, sobre la enorme remera blanca y húmeda.

Las pálidas y frías manos de Lauren se posan con delicadeza en los hombros de la mujer, quiere responderle que también la echó de menos, que no puede sacarla de su mente, que sólo quería volver a besarla. O al menos verla otra vez.
Pero no dice nada, sólo se inclina y deja un beso en la mejilla de Camila, que suelta un grave gruñido de desaprobación, aprieta el pequeño cuerpo de Lauren entre sus manos, apegándola más a ella.

—A mí me besas como corresponde, bonita.—

Y Lauren obedeció.



Lauren

Lo primero que sentí fue la suave sensación de su boca contra la mía, sus manos me apretaron con más fuerza, las mías se le aferraron con desesperación.
Su lengua irrumpió en mi cavidad bucal con tanta brusquedad que tardé un par de segundos en corresponderle, y cuando lo hice sentí la gloria en mi boca.

La señorita Cabello era muy buena a la hora de besar, era abundante y satisfactoria, su lengua se frotaba contra la mía de manera húmeda, la envolvía y le daba lentas chupadas que me hacían querer arrancarle la ropa.
Podría besarla por el resto de mi vida y estoy segura de que no necesitaría nada más.

La colisión de nuestras bocas se volvió más ruidosa, más desesperada, más urgente.

Mis manos se enredaban en su suave y sedoso cabello, y las suyas, experimentadas, se aferraban a la insípida prenda húmeda que cubría mi bikini. Comencé a mover mis caderas con algo de torpeza contra las de ella, necesitaba más, quería sentirla aún más, y cuando sus manos tomaron mi trasero, sonrió sobre mi boca, haciéndome jadear.

𝑜𝒿𝒾𝓉𝑜𝓈 𝓁𝒾𝓃𝒹𝑜𝓈 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora