25; Speechless.

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La cena había transcurrido entre risas y besos, hasta que la noche volvió a su lugar y con ello la inocencia de todo se había ido.
Debían hablar. La mente de Lauren era un lío y Camila simplemente ignoraba el tema.
Había mucho en la palestra: La desvinculación con su madre, la relación con Sofi, su relación con Camila y cómo esta sería eternamente mal vista si los Cabello se hacían cargo de ella.
Era perder o perder en esta situación.

—¿En qué piensas, mi princesa?— La piel de la pequeña niña se eriza ante el apodo y los besos que deja Camila bajo su oído.

—Tengo un mal presentimiento.— Responde la menor atrayendo a su novia por el cuello para presionar sus bocas con suavidad, entreabriendo su boca para recibir los besos ruidosos de Camila que resonaban en su cavidad bucal y causaban cosquillas en su paladar.

—Me encanta besarte con la boquita abierta.— Las mejillas de Lauren inmediatamente enrojecen, poniendo en evidencia cuánto le gustaba que Camila fuera tan explícitamente dulce. —Ven con Mommy.—

Ordena la mayor acomodando a la de dieciséis años sobre sus piernas acariciando los muslos pálidos y colando sus manos bajo la ajustada camiseta color rosa.

—Sé que esto se ve como un túnel oscuro, pero he estado investigando un montón y a los dieciocho años ya podrás emanciparte de mis padres si ellos acceden a tener tu custodia, luego de eso entrarás a estudiar y si aún quieres estar conmigo, lograremos que esto funcione. No voy a rendirme. Llegaremos a la salida.— Las palabras de Camila son reconfortantes y parece saber de qué habla. Le genera seguridad.

Pero ese no es su mal presentimiento, ese no es el problema y no sabe cuál es. Por primera vez en toda su vida, las cosas parecen estar bien.

Cuando gira su pálido rostro para mirar a la mayor, es su turno de sonreír al ver a su novia con el entrecejo fruncido. —¿En qué piensa, Mommy?— Pregunta Lauren llevando sus labios al cuello de Camila, dejando un delicado camino de besos húmedos hasta su mentón.

—En que Sofía podría meterse a tu cuarto en cualquier segundo si vives con mis padres.—

La voz de Camila es ronca y posesiva, sus manos viajan por los muslos de la niña hasta su firme trasero, apretándolo con fuerza para que las caderas de la menor golpearan las suyas, haciéndola soltar un jadeo.

—Entonces deberá quedarse en casa de sus padres más seguido, señorita Cabello.— Juega Lauren besando lentamente los labios de Camila, desliza su lengua a la cavidad bucal de la adulta, frotando sus lenguas de manera húmeda, antes de guiarla a su boca y chuparla morbosamente, suspirando ante el delicioso sabor de aquella mujer. Su mujer.
Camila toma a Lauren con más fuerza por el trasero y la acomoda mejor sobre sus caderas, ayudándola a balancearse sobre estas, mientras toma las costuras y las rompe con desesperación para dejar expuesto el pálido y joven trasero de la menor.
Lauren siente su piel erizarse ante la nueva exposición, vuelve a chupar la lengua de Camila y antes de soltarla, le da una juguetona mordida, a lo que la mayor responde con una ruidosa nalgada que la hace gemir contra la boca de su Mommy.

—Mommy...—

—No te he dicho que hables.— Menciona Camila de manera dominante, haciendo que la menor sonría y asienta con obediencia.

Retoman el húmedo beso y sus lenguas no tardan en comenzar a acariciarse al mismo ritmo de las caderas de Lauren sobre las de Camila.
Una de las manos de la mayor se abre paso entre ambos cuerpos llegando hasta la intimidad de la menor, acariciando el rosado y delicado centro de su novia.
Sin previo aviso irrumpe en su estrecha entrada con dos dedos, haciendo que la menor grite y se aferre a sus hombros desesperada.

—Estás estrecha, mi princesa. ¿Nadie además de mí te ha tocado?—

— N-no, Mommy.—

—¿A quién le perteneces?— Cuestiona Camila sacando sus dedos y rosándonos por el borde de su entrada, haciendo presión con su dedo pulgar en el rosado botón nervioso de la niña.

— A usted, Mommy.— Solloza la menor moviendo sus caderas con desesperación contra la mano de la mujer.

— ¿Quién puede follarte?—

— S-sólo usted, Mommy.—

—No te escuché.— Insiste Camila sintiendo como la humedad de la niña empapa por completo sus dedos. Le encanta la manera ansiosa en la que se mueve, y como sus mejillas se encuentran igual de rojizas que sus labios hinchados.

—¡A MOMMY! ¡POR FAVOR!— Gimotea desesperada por sentir a Camila dentro nuevamente, era demasiada tortura.

Camila se siente complacida, y no hay nada que desee más que complacer a su princesita, devorarla por completo y que todo el edificio sepa que Lauren es suya.

Acuesta a la niña en la cama, rasga la camiseta que en algún momento perteneció a su hermana menor, y se deshace de su propia camiseta para besar el cuello de Lauren, mientras comienza a embestirla lentamente con su dedo medio, convirtiendo el cuarto en una orquesta de gemidos desesperados y azotes suaves en la intimidad rosácea y húmeda de la menor.




























___________

Era una rutina.

Llevaban un par de semanas juntas y ya eran parte de la rutina de la otra.

Lauren iba a clases.
Camila iba a trabajar.
Lauren llegaba a casa y recibía un mensaje de Camila.
Camila le escribía que la esperara lista.
Lauren se duchaba y se vestía sólo con una de las camisetas de Camila, para luego bajar a preparar algo para cenar.
Camila llegaba hambrienta a la cocina.
A veces, se acercaba por detrás y la acariciaba directamente en su centro.
Otras veces, se arrodillaba y mordía el precioso trasero de su novia antes de nalguearla.
La mayoría de las veces, Lauren no alcanzaba a salir de la ducha cuando Camila entraba y la follaba desesperada.

Pero fue esa rutina la que les jugó en contra.

Era martes cuando la policía esperaba afuera del edificio de Camila a que esta llegara.
Cuando lo hizo, esperaron veinte minutos antes de subir por el ascensor hasta dos pisos por debajo del piso de Camila, y corrieron por las escaleras de emergencia hasta detenerse en la puerta entreabierta del hogar de la mujer de casi 33 años.

Dentro, Lauren gritaba de placer, pero para el jefe de la misión, no eran de placer.

Lauren gritaba desesperada con las manos obedientemente sobre su cabeza, mientras Camila mordía su cuerpo completamente desnudo y mojado.
Ese día acababa de salir de la ducha cuando la mujer llegó.

Todo fue muy rápido, primero tenía a Camila susurrándole que la amaba, pestañeó, y ahora alguien empujaba a su novia contra una de las paredes.
Una de las policías, una chica rubia que no aparentaba ser mucho mayor que Camila, la envolvía con la sábana de la cama, mientras otra buscaba un poco de ropa por el cuarto para vestirla.

Vio a Camila con los ojos llorosos, pero aún así le regaló una sonrisa.

Y su corazón se oprimió contra su pecho cuando jalaron a su novia desde el cabello para esposarla, al mismo tiempo en el que entra su madre con el rostro lleno de lágrimas y una mochila.

𝑜𝒿𝒾𝓉𝑜𝓈 𝓁𝒾𝓃𝒹𝑜𝓈 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora