17; Bambi.

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Camila no había ido a casa de sus padres durante poco más de dos meses, "mucho trabajo" había mentido casi de manera descarada.
Nunca, en toda su carrera, tuvo unas semanas tan desocupadas como aquellas.
Ignorar a su familia no fue tan complicado como ignorar a Lauren.

Las primeras semanas era un mensaje tras otro, la tercera semana era un buenos días, un te extraño, un sigo pensando en ti, y un buenas noches.
La cuarta fue un buenos días, un ¿en serio me seguirás ignorando?, y un descansa.
La quinta y sexta fue sólo un buenas noches.
El jueves de la séptima semana dejaron de llegar.
Y si cada mensaje de Lauren ardía en el corazón de Camila, el dejar de recibirlos la mató de manera desgarradora.
Entre gritos y lágrimas había destruido su oficina, se había emborrachado a las once de la mañana ese viernes libre de mensajes, y faltó los primeros días de la semana siguiente. Ella jamás había faltado al trabajo.
Tardó otra semana para ponerse al corriente, suplicando por no ser removida de su alto cargo.

Hoy era miércoles, pensó que podría hacerle bien un poco de distracción familiar. Eran su único pilar, después de todo.

Al abrir la puerta, se encontró con Sinu, Alejandro, Sofi... y Lauren, sus piernas temblaron y su corazón se desbocó.
Los cuatro jugaban como una gran familia feliz al twister.

—¡Flaca, qué bueno que llegas, tu mamá no deja de hacer trampa!—

La voz de su padre que giraba la ruleta hizo eco en su cabeza, pero justo cuando los ojos verdes de la niña más linda del universo se posaron en ella, las tres mujeres cayeron al suelo entre risas, a excepción de la más pálida.
Contuvo las ganas de ir a levantarla, si la tocaba, incluso si rozaba sus manos, rompería a llorar otra vez.
La primera en levantarse fue Sofi, que rápidamente levantó su Mamá, y después a Lauren, rompiendo el contacto visual.
Cuando los ojos chocolates de Sofía se enfocaron en los de la ojiverde, ambas se sonrieron en agradecimiento.

La sangre de Camila ardía bajo sus venas, su estómago se contrajo y sentía sus ojos arder. No podía ser más cliché.
Obviamente su hermana no iba a perder el tiempo de seducir a Lauren en su estado más vulnerable. La puta madre.

—Mija, me hiciste perder, estaba en la zona.— Menciona Sinuhe acercándose a su hija para saludarla, sin caer en cuenta de como la mayor de las Cabello tenía la mirada fija en las manos de su hermana sosteniendo las más pequeñas y pálidas de Lauren.

—Lo siento, ma.— Murmura Camila recibiendo el beso y se acerca a su padre con un nudo en su garganta.
Sofi la saluda con la mano mientras jala a Lauren hasta su cuarto. La ojiverde ni siquiera la miró.

—¿Ellas están...?— Mordisquea su labio con fuerza, era incapaz de terminar la pregunta.—

Sinu suelta un suspiro acompañado de una sonrisa mientras Alejandro la abraza por la espalda.

—No lo sé, espero que sí. Debiste verla, Kaki, Sofi se quedó con ella más de dos semanas, se la pasaba todo el día llorando.—

—No sé quién podría hacerle daño a alguien como ella, flaca. Se ve tan... débil.— Añade Alejandro, inconsciente de la trascendencia de sus palabras en el corazón de Camila.

—Es cierto, Mija, si es como el venadito de Disney, ese que te gustaba.—

—Bambi.—

—Ese mismo. Sofía estaba muy preocupada, pero se ve mejor. Ella hace feliz a tu hermana y parece que Sofi le hace bien. Ojalá se den una oportunidad.–

Camila asiente antes de apretar la mandíbula con tanta fuerza que sus dientes rechinan, y despedirse de sus padres con un "sólo pasé a saludarlos, aún me queda mucho trabajo" antes de huir del lugar.

Ellos le creyeron.

Ella comenzó a llorar apenas entró al auto, mientras Lauren lloraba desconsoladamente en el cuarto de Sofi.

—Lauren... Preciosa... ¿Qué sucede? Estabas bien hace unos minutos. ¿Aún odias a Camila porque te molestó en la cena? Te juro que ella no es mala persona, deberías darte una oportunidad de conocerla.— Sofía toma el rostro de su mejor amiga con ternura y trata de limpiar las inagotables lágrimas de la ojiverde con sus pulgares, antes de comenzar a secar las gotas cristalinas y saladas con sus propios labios, sólo para reconfortarla.

Lauren inhala profundamente y, cuando su respiración se vuelve más regular, decide confiar en la única persona que definitivamente la va a sostener. O eso espera.

—Sofi, tengo que contarte algo pero por favor no te enojes.—

—Laur, me estás preocupando ¿Qué pasa?—

—Es sobre tu hermana...—

Esa tarde Lauren lloró como nunca antes mientras le suplicaba a Sofía que no saliera en busca de Camila, ahora que sabía la verdad.
Sofía lloró porque sabía que jamás sería más que su hermana mayor.
Y Camila lloraba en su departamento porque sus sentimientos por Lauren eran reales, existían, y ya no servían para nada.

𝑜𝒿𝒾𝓉𝑜𝓈 𝓁𝒾𝓃𝒹𝑜𝓈 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora