Capítulo 3

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Ella volvió a desaparecer del bacón una vez saludó a sus súbditos. Nadie se había dado cuenta de su mirada triste, estaban demasiado concentrados en vitorearla. Yo, por mi parte, simplemente me quedé estática, mirándola. ¿Qué diablos hacía yo allí? Yo estaba en mi casa, tranquila, viendo la tele con mi madre. Y, de repente, allí. Definitivamente, yo estaba en mi cama, durmiendo. Eso no podía ser real.

Salí de aquel lugar cuando, reaccionando a todo lo que tenía alrededor, vi a una pelirroja apareciendo desde las puertas del castillo cantando esa famosa canción. Lo raro era que no sonaba ningún tipo de música, cantaba sin más, y nadie, excepto yo, la miraba de manera extraña. Decidí seguirla a ver si aquella situación llevaría adonde yo creía que iba. Justo como pensé, cuando corrió por el muelle, se tropezó con el caballo de Hans. Fue raro. Nada más verlo, me dio ganas de darle una buena paliza, pero decidí esconderme y observar, aún no sabía qué estaba pasando, por qué estaba yo allí.

-Oh, eh, Príncipe Hans, de las Islas del Sur.

-Princesa Anna, de Arendelle – contestó ella haciendo una reverencia-.

-Princesa... ¡Alteza! – se arrodilló ante ella-.

Entonces, contemplé la escena de "torpeza" que se desarrolló en aquel pequeño bote. Ese caballo tenía que estar realmente bien entrenado, sin duda. Anna ya había picado en el anzuelo, se le notaba en aquella mirada perdidamente enamorada que, sorprendentemente, me recordó a Abi. Claro que, para mí eso no era ni la sombra de una palabra tan grande como "amor". De repente, sonaron las campanas. Era momento de que la Reina fuese coronada. Anna, con las prisas, no miraba por dónde iba, por lo que acabó tropezando conmigo. Las dos acabamos en el suelo y, aunque ella se levantó rápidamente, yo aún seguía un poco adolorida, así que me incorporé a duras penas. Ella me observaba de arriba abajo. ¿Por qué todo el mundo me miraba así?

-Parlez-vous ma langue? – interrogó, esperando acertar con el idioma-.

-Claro que sí, ¿por qué no lo iba a hacer?

-Oh, eh, por nada... Oye, ¿entiendes francés?

-Sí – respondí, aún molesta por el golpe-.

-Probablemente te has perdido, mi señora. La catedral está por allí, la coronación está a punto de empezar.

-Creía que solo podían asistir los miembros de la alta cuna.

-Oh, ¿no eres la hija de algún noble de por aquí?

-No – respondí secamente, estaba preguntando demasiado-.

-Mis disculpas, es que como no tienes ningún tipo de acento hablando mi idioma, supuse que eras de por aquí. Pero claro, en este reino solo los adinerados pueden permitirse mandar a sus hijos a estudiar – la juzgué con la mirada, al parecer, Arendelle era un reino elitista-. Eh, tranquila, no me mires así, hace poco me enteré de que mi hermana estaba trabajando en eso, y cuando fuese coronada tendría poder para cambiarlo. Vaya, no me he presentado. Princesa Anna, de Arendelle – me hizo una reverencia-.

-Pues... Anna – me observó, extrañada, quizá esperaba una reverencia o algo así-. Hace un rato que han sonado las campanas.

- ¡Es verdad! -salió corriendo, apresurada, pero se volvió para verme-. ¡Adiós!

Solo le hice un gesto con la cabeza y ella prosiguió su camino. ¿Qué acababa de pasar? Es decir, yo recordaba que, después de despedirse de Hans, empezaba directamente la ceremonia en la catedral. Eso no debería haber pasado, claro que, por otro lado, yo no debería estar allí.

Esperé, como todo el mundo, ante las puertas del edificio, pero alejada de todos. Simplemente, no me apetecía acaparar más miradas furtivas. Cuando el sol estaba más alto, las puertas se abrieron y la gente empezó a salir. A la cabeza de aquel paseo, iba la Reina, a la cual no le podía quitar la mirada de encima. Me parecía demasiado curioso que todo el mundo pareciera de carne y hueso, no un dibujo animado, pero aquella chica conseguía captar toda mi atención. Su porte era regio, perfecto, al parecer utilizaba todas sus habilidades de etiqueta, probablemente adquiridas a lo largo de los años, para caminar a través de los plebeyos hacia el castillo. Destilaba poder y seguridad, al contrario de lo que yo sabía que pasaba por su mente.

Todo lo que yo creía que le preocupaba fue confirmado por sus ojos, tenían un destello de miedo en ellos. De pronto, esos portales a sus verdaderos sentimientos se posaron en mí, que me limitaba a observarla desde la lejanía, al contrario que sus súbditos, por lo que le llamaría la atención. Proseguía su camino, pero su mirada seguía fija en mi persona, quizá porque yo también me rehusaba a dejar de escrutarla. Al seguir avanzando, llegó un momento que no se podía girar para observarme sin llamar la atención, por lo que volvió a su rigidez original, aunque con una pequeña diferencia; su piel se veía un poco más rosada.

Según mis cálculos, no ocurriría nada hasta que no cayese la noche, cuando la Reina congelase la fuente. Por ello, me di el lujo de pasear por el pueblo y conocer todo aquello. No era realmente grande y estaba construido de tal manera que el castillo se veía desde todas partes. Ese día, lo que tenía pinta de ser un parque, estaba vacío. Al parecer, ese era un día demasiado importante como para mancharse. ¿Sería esa gente consciente de que eran tratados como seres inferiores? Tenían que conformarse con participar de manera secundaria y, aun así, tenía una alta devoción a la realeza. Sin embargo, no era algo en lo que yo debiera inmiscuirme, al fin y al cabo, se suponía que ellos no vivían en una monarquía moderna, como en mi caso.

Continuando con mi ruta, di un paseo por los fiordos. A lo lejos, podía escuchar a los marineros gritando y acatando órdenes. Al parecer, ellos sí trabajaban cuidando los barcos de los nobles y reyes que acudieron a la coronación. Por otro lado, nadie trabajaba en Arendelle, podría decirse que era un día libre. El agua corría tranquila y cristalina, aunque estaba un poco fría.

Pasé la tarde allí, era bastante tranquilo, ya que todo el mundo se había quedado en aquel patio y los marineros, al terminar sus obligaciones, se unieron a la fiesta. Contemplé la puesta de sol, era extremadamente relajante ver el sol fundiéndose con las aguas del fiordo hasta desaparecer. Cuando se fue del todo, me uní al resto del pueblo. Era casi la hora.

No tuve que esperar mucho para ver a la Reina empujar las puertas del castillo realmente aterrorizada. Tras ella, salieron Anna, y quien, al parecer, era el duque de Wesselton. La Reina, completamente atrapada y con una sola mano enguantada, tocó la fuente y, aunque yo sabía que eso era algo que pasaba en la película, verlo en persona era algo realmente sorprendente. Todo el mundo, incluida la soberana, miraban aquel fenómeno con auténtico horror.

-Por favor, no os acerquéis a mí, no os acerquéis – tal y como creía, perdió el control en ese momento, haciendo que el duque se resbalase-.

-Es un monstruo... ¡Un monstruo! – gritó aterrorizado-.

Acto seguido, la Reinacorría a través de todos los presentes, los cuales se apartaban de ella como siestuviese gravemente enferma. Anna y Hans fueron los primeros en reaccionar yla persiguieron. Antes de darme cuenta, yo iba detrás de ellos. 

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N/A: Algunos diálogos están directamente extraídos de la película para relatar el momento en el que la protagonista se encuentra. Éstos coinciden con la versión castellana de la misma     

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