Capítulo 28

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Abrió a puerta bien entrada la madrugada. Al principio, me pareció extraño que cualquiera viniera a esas horas, pero me alegré enormemente al ver aquella cabellera plateada traspasando el umbral. Por algún extraño motivo, Elsa me parecía en ese momento extremadamente débil, demacrada y carente de brillo en los ojos. Cuando se acercó a mí, me dio la sensación de que esperaba ver algo diferente, pero, tras esbozar una mueca de decepción, me dio la espalda. Entonces, pude observar lo castigado que estaba su cuerpo, tanto que ni siquiera podría haber sido sano, ya que apenas podía mantenerse de pie. Sin ganas, se dejó caer en la cama y, durante todas las horas que la observé, no se movió, y tan siquiera emitió ruido al respirar. Entonces, cuando los primeros rayos del alba se colaron por la ventana, comencé a sentir que mi cuerpo, poco a poco, comenzaba a recuperar el calor que había perdido cinco años atrás. Cuando contraje mi mano, me sorprendí tanto de haberlo hecho que me asusté. Sin embargo, mi mente pensó de inmediato a qué se podía deber que, de repente, mi corazón se hubiese descongelado, y fue la primera vez en mi vida que sentí terror verdadero; eso solo podía pasar si la fuente de poder desaparecía.

Con cautela, me acerqué a Elsa rogando que siguiese allí, pero, cuando la observé, no se movía y estaba terriblemente pálida. Me temí lo peor y pensé en todo lo que me habría gustado decirle que mi mente había permanecido consciente; que aunque no podía moverme, todos los días veía cómo encajaba su mejilla ante mi tacto frío nada más despertar con aquella sonrisa triste; que escuchaba atentamente cada queja de estrés por su cargo aunque ella misma creía que era absurdo hacerlo; que me perdía en aquellos ojos azules que tanto amaba cada vez que acariciaba mi mejilla; que oía cómo en sus mejores noches susurraba mi nombre mientras deslizaba sus delicadas manos bajo la ropa interior tan sumamente seductora, al igual que también oía en sus peores noches aquellos sollozos acompañados de lágrimas que llevaban también mi nombre y destrozaban mi alma; que me daba cuenta de cómo se apagaba su mirada un poco más, cada día un poco más fría, hasta que ya no despertó. Me habría gustado decirle tanto que ni siquiera habría tenido suficiente con una vida. Dios, todo ese tiempo había deseado moverme solo para estar a su lado, pero verla allí, con el rostro cansado, aparentemente maduro e inerte, despertaron en mí esas ganas de llorar que había aguantado todo ese tiempo por el simple hecho de que estaba allí.

Posé mis labios sobre los suyos, sabiendo que eso no me la devolvería, que solo me destrozaría un poco más el corazón, pero tenía la urgente necesidad de decirle "Te quiero" estuviera donde estuviese, y sentir esa única vez el roce de sus labios. Aún estaban tibios. Alcancé de un momento a otro la puerta, ni siquiera prestaba atención a lo que me rodeaba. Sentía que mi alma, esta vez, sí que había abandonado mi cuerpo, pero tenía la necesidad de buscar a su hermana. Ella necesitaba saber qué había pasado. Sin embargo, yo sabía que, en cuanto me viese, no habría más palabras que decir. El pasillo estaba sumamente solo y muerto, sentía que el castillo que la había visto crecer lloraba conmigo. De pronto, encontré a una mujer pelirroja que me daba la espalda. Cogía de una mano a una pequeña niña, así que le llamé la atención para que advirtiera mi presencia. Entonces pude ver el rostro de Ellie, se parecía un poco a Elsa. Anna se sorprendió y se asustó al verme, pero su reacción pronto cambió a una más eufórica, aunque yo me encontraba incapaz de corresponderle.

-Dios mío, ¡eres tú! Pero, ¿cómo...?

-Mamá, la estatua se está moviendo – dijo la niña, asustada-.

-No temas, Ellie – dije tan amablemente como pude-. Soy una amiga de mamá, era una estatua por culpa de un hechizo, pero se ha desvanecido.

- ¿Cómo sabes su nombre? Tú...

-Nunca me fui.

- Hay que buscar a Elsa, tenemos que decirle que...

-Anna, yo... - interrumpí a la Princesa, solo de pensar lo que iba a decir me hacía sentir que iba a morir en vida-. Tu hermana, ella esta... - me quedé sin palabras, y, antes de que me diese cuenta, mis lágrimas empezaron a salir descontroladas-.

Frozen FireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora