Capítulo 17

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Todos se apartaron de él con aire reverencial. Sin duda, era un troll muy respetado y de gran poder. Aunque desconocía muchas de sus costumbres, supuse que la inmensa cantidad de cristales que llevaba colgados le daba su estatus de líder y sabio. Miró a Elsa, a la cual reconoció inmediatamente a pesar de haberla visto una vez a lo largo de su vida. Hizo una reverencia con la cabeza, pero su gesto era de gravedad. Sabía por qué estaba ella allí. Después, me miró a mí y me observó con gran intriga y preocupación. Ver el par de mechones blancos de mi pelo fue lo que le animó a acercarse a mí.

-Tu vida corre peligro. En tu corazón hay hielo que la Reina puso. De no eliminarlo, en hielo sólido te convertirás para siempre.

-Pero... Debe haber una manera de eliminarlo – intervino Elsa con la voz temblorosa-. Con mi hermana pudisteis hacerlo. Si es necesario que olvide... - dijo con evidente dolor al pronunciar esas palabras-. Yo...

-Lo siento, mi Reina. Si fuera en la cabeza sería sencillo, pero solo un acto...

- De amor verdadero puede descongelar un corazón helado. ¿Y qué más? – añadí con ironía-.

-Quizás un beso de amor verdadero... - pronunció una mujer troll desde lejos-.

- ¿Cómo sabes tú eso? – preguntó Elsa, desconcertada-.

-Elsa, tranquilízate, no me va a pasar nada. En realidad, no puede pasarme nada.

-Joven Liah – se dirigió a mí Gran Pabbie-. Desde que llegaste, no has tomado este mundo en serio.

-Claro que no, esto es un sueño de una película que he visto mil veces al menos – respondí perdiendo la paciencia-.

-No estás soñando. Todo lo que ha pasado desde que llegaste aquí es tan real como que respiras.

-Ni hablar, yo estaba en el salón, me encontraba mal y me acosté. Simplemente este sueño se está alargando un poco y tú eres una manifestación lúcida de mi situación, nada más.

Por algún extraño motivo, estaba empezando a ponerme nerviosa. Gran Pabbie tenía la facultad de hacer dudar incluso de la verdad más absoluta, pero es que, por mucho que quisiera convencerme de algo, simplemente era imposible. Frozen, el reino del hielo era una película, no un mundo, como a él le gustó llamarlo. ¿Es que acaso intentaba que yo fuese la tonta del cuento?

-Joven Liah, tranquilízate. Te puedo explicar cómo llegaste aquí, porque fue culpa mía. Experimentando con la magia, abrí un portal accidentalmente entre este mundo y el tuyo, pues también la alberga. Este se tragó a lo más cercano que tenía de sí, es decir, a ti.

-A mí y a un unicornio – cada vez me enfadaba un poco más, aunque intentaba contenerme-. Es absurdo, no me voy a creer eso de la magia cuando es evidente que todo pasa en mi cabeza.

-Entonces, ¿por qué sientes las cosas? Frío, calor, hambre, sueño... Apuesto que has dormido algo desde que llegaste aquí ayer.

Me dejó sin palabras, era cierto que, desde que llegué, no me explicaba cómo era posible tener sensaciones de las cosas, o que ocurrieran acciones que no aparecían en la película. Pero eso era mi imaginación, no una situación real. El troll me dio la espalda y, así como hizo con Elsa cuando era pequeña, proyectó una serie de imágenes en una pequeña aurora boreal. En ella, se podía ver a mis padres y a Abi buscándome y gritando mi nombre por todas partes, evidentemente sin respuesta. Se me antojó tan real que se me encogió el estómago.

-Llevan así desde que estás aquí. Has desaparecido de tu mundo, porque estás en el nuestro.

- ¿Quiénes son? – preguntó Elsa en un susurro-.

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