Capítulo 16

496 50 0
                                    


Al cabo de un rato caminando a través de la espesa nieve, no podía hacer otra cosa que tomar aire pesadamente. Sin embargo, me esforcé por no emitir sonidos que pudiesen alertar a Elsa de mi cansancio, tenía que mantenerla tranquila a toda costa ya que hizo un esfuerzo muy grande al mantener la compostura cuando se dio cuenta de que me alcanzó con sus poderes. Ella confiaba ciegamente en que los trolls me ayudarían, pero yo sabía que, aunque no pudiesen, no podía pasarme nada.

-Anna me dijo que he enterrado todo Arendelle en nieve – dijo con tono triste-.

-Lo sé, pasó cuando huías.

-Lo sabías... ¿Y no dijiste nada? – preguntó con cierta molestia-.

-Vi lo que pasó cuando te alteraste allí abajo. No quería que tuvieses miedo.

-Claro... Entonces mantenerme ignorante lo solucionaría todo – añadió con ironía-. Mis súbditos sufren allí abajo porque yo creí que no dañaba a nadie.

Me soltó de la mano, claramente enfadada conmigo, o quizá con ella misma. Sin embargo, mantuvo su porte regio y caminó con la cabeza alta. Esta vez, el silencio fue incómodo, ¿qué se supone que debía hacer? Si no había dicho nada, era porque no me correspondía a mí hacerlo. Por otro lado, ¿cómo le iba a explicar a Elsa eso sin que me tomara por loca? Caminé un rato observando su espalda. Había vuelto a andar rápido y, extrañamente, yo me sentía sola. Cada vez, su paso era más acelerado, o el mío más lento, y pronto dejé de oír el crujido de la nieve cediendo ante su peso y el de Merengue. Me había quedado atrás. Me sentía pesada y, de un momento a otro, caí de rodillas en la nieve, jadeando. Después, observé cómo Elsa, a lo lejos, se daba la vuelta y me buscaba con la mirada. Cuando me vio, corrió hacia mí seguida por Merengue, el cual solo tenía que caminar para seguirla de cerca.

- ¿Te encuentras bien? – se agachó junto a mí, preocupada-.

-Si... Es solo que – respiré profundo-. Me siento cansada.

-Siento tu frío – dijo cogiéndome de la mano nuevamente-. Tenemos que darnos prisa. Merengue, por favor.

-Sí, Elsa.

El coloso me alzó en el aire y me cargó entre sus brazos. Ni siquiera podía llegar a notar el frío que él mismo desprendía, lo cual me pareció raro. Elsa, por su parte, se veía mucho más tensa, la situación estaba pudiendo con ella. Y realmente era demasiado; ese mismo día, se había enterado de que Arendelle estaba inmersa en el invierno en pleno verano y de que me había congelado el corazón. Por si hubiese sido poco, no tenía solución para ninguna de las dos cosas. Era casi un milagro que no desatase una tormenta allí mismo.

Cuando el cansancio de la Reina fue evidente, el muñeco, por propia iniciativa, la cogió en la mano que le quedaba libre. Al principio, se asustó un poco, era evidente que no estaba acostumbrada a las alturas, pero, cuando se dio cuenta de que era seguro, relajó un poco sus músculos. Con ello, nuestro ritmo se aceleró considerablemente, ya que Merengue no se tenía que adaptar a nuestro paso.

-Lo he pensado... Comprendo que no me dijeses nada si no sabías cómo iba a reaccionar.

-Tranquila, entiendo que te molestase.

-Eres demasiado buena conmigo – dijo sonriéndome-. Sobre todo, después de haberte... Ya sabes.

- ¿Esto? – pregunté señalándome el pelo-. No es nada, ya te lo he dicho. Acabará desapareciendo.

- Es curioso...

- ¿El qué?

-Es que... Desde que llegaste aquí parece que sabes todo. No te sorprende mi magia o lo que pueda hacer con ella, sabes llegar a todas partes, conoces nuestros bailes y nuestras costumbres, tienes la misma impresión de Hans que yo sin conocerlo, te hablo de trolls y crees ciegamente que existen... Y lo que me parece curioso es que dijiste que no eres de aquí.

Frozen FireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora