Capítulo 12

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Su expresión me hizo adivinar que no era partidaria de salir demasiado al exterior, pero no pude evitar fijarme en que parecía otra cuando no se sentía encerrada. Consideré que trece años entre cuatro paredes era más que suficiente en su vida. Había mucho que ver y descubrir en un sueño que, al parecer, creaba cosas tan extrañas. Si podía evitar que ella se encerrase más en sí misma y que realmente lo "soltara", lo haría. De hecho, no era la primera vez que pensaba en lo que yo haría si fuese parte de la película, era mi oportunidad.

-No me mires así, vamos a salir te guste o no. Yo voy a ir de todas formas. Imagínate, hay un montón de plantas que no conozco, me pregunto si habrá alguna venenosa... - dije observándola de reojo-.

-Está bien – contestó tras suspirar-. Que sepas que esto es coacción a la corona y se puede penar con la muerte.

-Oh, así que la Reina de Arendelle estaría dispuesta a matarme.

Ante ese inocente comentario que pretendía ser una pequeña burla, Elsa cayó en el más profundo silencio. Volvió a adquirir su expresión pensativa, la cual se veía bastante atractiva, y desvió su mirada a un punto fijo en el que, en realidad, no había absolutamente nada que no fuese una pared de hielo. Su mirada comenzó a tornarse un poco triste, pero, tras unos segundos, volvió a brillar y sus mejillas adquirieron un ligero color rosado que contrastaba de manera notoria en su blanca piel. Finalmente, respiró profundo y emitió una respuesta.

-No, no lo haría. Más bien... no podría – añadió bajando la voz, aunque la escuché perfectamente-.

- ¿Por qué no?

-P-porque eres... - su tono rosado cambió a uno más rojizo-. E-eres simpática.

- ¿Solo por eso? – contesté, por alguna razón me parecía una respuesta incompleta-.

-No, t-también porque me... - desvió de nuevo la mirada, podía sentir que estaba realmente nerviosa-. Me caes b-bien.

-Es un alivio saber que tengo el cuello a salvo – sentía que debía cambiar de tema, ella estaba alterada y no alcanzaba bien a comprender por qué-. Entonces, ¿vamos?

Como respuesta, ambas nos levantamos del suelo. La habitación se sentía más cálida, cosa que era extraña, pues, en gran parte, la temperatura dependía del estado de ánimo de Elsa y en ese momento era cualquier cosa excepto tranquilo. Quizá había aspectos de su magia que, hasta entonces, se me escapaban, pues las sensaciones del momento no eran perceptibles desde mi salón. Nos dirigimos a la planta baja y, de nuevo, pusimos rumbo al bosque. Elsa me seguía, por lo que era ella la que, en ese instante, había quedado a mi espalda. Sin embargo, podía notar su mirada clavada en mí vigilando que no tocase nada que pudiese perjudicarme. Era incómodo, pero también contenía algo de placentero; tenía toda su atención. Esa sensación la corroboré cuando me di la vuelta para mirarla, yo captaba toda su atención, pero en ese preciso instante giró la cara para aparentar que realmente no lo estaba haciendo. Pero disimulaba mal, su sonrojo era más que evidente. Sonreí y retrocedí sobre mis pasos para situarme junto a ella.

-No te quedes atrás, caminemos juntas.

Como era costumbre en ella, llevó las manos hacia adelante y las entrecruzó para continuar caminando. Sin embargo, esto lo hizo con una pose más relajada, lo que denotaba que era una simple costumbre, no una formalidad. Me llevé las manos a los bolsillos, pues empezaban a enfriarse con la brisa que recorría los árboles. Era una sensación agradable.

- ¿Tienes frío? – dijo con un ligero tono de preocupación-.

-No exactamente, pero llevo las manos descubiertas y se me enfrían. No te preocupes, no me molesta. La nieve y el invierno me encantan.

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