Capítulo 10

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-Creo que no puedo decir que no – añadió volviendo a su calma natural-.

Estiré mi cuerpo, ya no quedaba rastro de dolor, por lo que el paseo sería más sencillo. Bajamos juntas las escaleras y abrí la puerta. Elsa pasó y se quedó quieta frente a la escalera, esperándome. No tuve que cerrarla, pues volvió a hacerlo sola. Era raro, pero la circunstancia me decía que no era lo más sorprendente. Bajé las escaleras corriendo, no me había dado cuenta de las ganas que tenía de salir hasta que lo hice. Sin embargo, al volverme, me di cuenta de que ella no estaba, pues bajaba lentamente. Hacía gala de los modales que le habían enseñado, era toda una Reina. Finalmente, llegó adonde yo estaba y paró.

- ¿Sabes? No hace falta que uses la etiqueta aquí. Es decir, solo estamos tu y yo, nada de nobles ni príncipes que te observen con lupa y te critiquen. Relájate – dije sonriendo-.

-C-como quieras. Pero no es tan fácil, me enseñaron desde pequeña que así debía actuar en presencia de la gente.

-Oh, vamos, mírame. Ni siquiera merece la pena que uses eso conmigo, prefiero que seas más... tú.

-Está bien. Sin embargo, que sepas que sí merece la pena usarlo contigo, es una muestra de respeto.

-Yo también te respeto y no ando así – puse el cuerpo lo más rígido que pude y la imité-.

Al ver esa penosa copia de su forma de caminar, no pudo contener una carcajada. Esta la hizo tapando su boca con su mano derecha, un gesto que tenía desde pequeña. Siempre me había parecido una acción muy tierna, pero me llamó más la atención su forma de reír. Hasta eso arrastraba su gracia real, era agradable de oír.

-Estás hecha toda una señorita, Liah – dijo aun sonriendo-. Pero mejor que pares, eres mejor siendo tú.

- ¿Usando mis palabras contra mí, Reina?

-Sí – contestó levantando una ceja para fingir arrogancia-.

Continuamos avanzando hacia el bosque. Esta vez, tanto el ambiente como Elsa se sentían más relajados. Conseguí que ella adquiriese una postura más humana, ya que, después de todo, la que era "natural" en ella no le serviría de nada en medio de ese entorno. Imaginé que sería como dejar a un gato blanco en una piscina y sonreí para mí misma. Nos adentramos entre los árboles y me di cuenta de que sería difícil encontrar plantas; la nieve era muy espesa. Por suerte, era compacta, pero suave. Si escarbábamos un poco encontraríamos algo.

Elsa observaba todo lo que nos rodeaba buscando algo. Una voz interior me decía que debía seguirla en vez de hacerlo por mi cuenta. De pronto, se agachó y empezó a apartar nieve del pie de un árbol. Al principio, no la entendía, solo desenterraba una parte del tronco, pero, cuando llegó al suelo, descubrió una especie de planta que tenía frutos rojos. Era algo que nunca había visto, mi subconsciente había creado algo muy curioso.

-Aquí tienes – señaló-. Esto es amalniva, típica del reino. Las raíces se usan para hacer sopa y los frutos son también comestibles.

- ¿Cómo lo sabes? – dije ignorando aquel nombre tan raro-.

-Leo mucho. Siempre se encuentran bajo estos árboles.

Dejándome guiar por Elsa, recogimos una gran variedad de plantas y las depositamos en una cesta que ella, tras haberme alejado a una "distancia prudencial", hizo. Algunas sí las conocía, pero otras tenían un aspecto muy curioso y un nombre bastante raro. Sin embargo, si la Reina decía que eran útiles para consumir, debía ser verdad. Proseguimos el camino, el viento mecía las ramas más altas provocando un sonido muy relajante. Elsa y yo caminábamos juntas, pero respetando la distancia y el silencio. Lo raro era que no se sentía como algo lejano o incómodo, sino pacífico. La observé de nuevo, esta vez de manera disimulada. Estaba bastante distraída buscando algunas pistas en aquel entorno. Su cara lucía serena y sus ojos tenían un brillante color zafiro. El viento mecía los cabellos que no se recogían en la trenza, los cuales, con esa luz, brillaban como si estuvieran hechos de plata. Le sentaba realmente bien el aire libre.

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