Capítulo 14

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Poco a poco, mis sentidos volvieron a mí, aunque me parecía realmente extraño que me hubieran dejado. ¿Cómo podía dormir dentro de un sueño? Me di cuenta de que era extremadamente vaga si era capaz de hacerlo. Comencé a sentir el cuerpo entumecido y la cara fría, además de algo echado por encima. Estaba recogida sobre mí misma, por lo que uno de mis hombros soportaba todo mi peso. Abrí los ojos, me encontraba frente a la chimenea, la cual solo albergaba los rescoldos de lo que, durante la noche, había sido un vivo fuego. Su calor a penas se podía sentir.

-Quí... jate... mí – creí oír a lo lejos-.

Me incorporé lentamente, llevé las manos a mi pelo y miré a mi alrededor. ¿Dónde estaba Elsa? Ya era de día, probablemente se habría despertado antes que yo, quizá la encontraría en algún otro lado del castillo. Me incorporé con rapidez, pues nunca me había costado levantarme una vez despierta, y vagué por el pasillo. Bajé la escalera para ir a la sala principal, probablemente estaría allí.

-Qué ilusa fui, me confundí – era la voz de Elsa, venía del ala izquierda-.

Pensé en lo que acababa de escuchar, la hora que sería y, aún más importante, con quién estaría hablando si no era conmigo. Anna había llegado. Corrí escaleras arriba y encontré a la menor intentando aguantar de pie en medio de una tormenta. Elsa estaba perdiendo el control. El alivio que se reflejaba en ella la noche anterior había desaparecido por completo ante la presencia de Anna.

-La manera encontraremos... - apenas podía escuchar a la princesa en medio de aquella ventisca-.

- ¡Basta ya!

- ¡Elsa! – grité desesperada-.

Su poder comenzó a rodearla y, con ese grito, lo esparció por toda la sala como si de una bomba se tratase. Antes de pensar en cualquier cosa, empujé a Anna y cayó al suelo. Pero la angustia se apoderó de mi cuerpo, se sentía pesado, dolía, y sentía el pecho como un iceberg. Mis piernas no podían aguantar mi peso, pero me mantuve en el mismo lugar en el que estaba, mirando a Elsa.

-Liah – susurró-. Anna, yo... - dijo volviendo la atención a su hermana-.

- ¡Anna! – un chico rubio y desaliñado entró en la sala con un muñeco de nieve viviente, evidentemente angustiado por el estado de Anna-. ¿Estás bien? – se arrodilló a su lado-.

-Tranquilo, estoy bien – miró a su hermana con cierto reflejo de odio en su mirada-.

- ¿Quién es este? – preguntó Elsa completamente angustiada y asustada-.

-Kristoff... Olaf... - dije intentando comprender qué había pasado-.

-Soy Olaf, y adoro los abrazos calentitos.

- ¿Nos conocemos? – inquirió el chico, confundido-.

-No, no lo creo.

- Yo sí – añadió Anna-. Tú eres la chica del pueblo, ¿qué haces aquí?

-Eso no importa – con ese comentario, Elsa me salvó, era algo difícil de explicar-. Tenéis... tenéis que iros – se encogió sobre sí misma, aquello iba de mal en peor-.

-No, yo sé que podemos buscar una solución juntas.

- ¡¿Cómo?! – el hielo comenzó a cambiar de color, se oscurecía-. ¿Qué poder tienes tú para frenar el invierno, o a mí?

-Elsa, deberías escucharla – intervine antes de pensar algo más sensato-. Ha pasado mucho para venir aquí. Se ha enfrentado a lobos por ti, para poder estar a tu lado.

- ¿Cómo sabes tú eso? – Anna estaba confundida-.

-Eso no importa ahora – devolví mi atención a Elsa-. Tranquilízate, por favor – alcé una mano para alcanzarla, pero ella se apartó-.

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