Esclava De Una Obsesión [COMPLETA]

Maquiavelo (editado)

"Los hombres ofenden ante al que aman, que al que temen".

Nicolás Maquiavelo.

Un abrazo de la persona correcta puede pegar todas tus piezas rotas.

—¿Qué te pasó?—ella olvidó sus heridas cuando vio las de él.

—Ya sabes, práctico boxeo—mintió para no causarle otra decepción y para no abordar en aquel tema del cual él se ocuparía más tardes.

—Estás mintiendo—llevo sus manos al rostro hinchado de su hermanastro, y este se quejo porque el simple tacto le resultó doloroso.

—Probablemente, pero no hablemos más de mí—en ese momento ambos se sintieron incómodos, ella más que él.

—Debiste haber estado aquí—lo acusó.

Verlo y sentirlo la curaban de alguna manera, pero no borraban lo que había pasado.

—Lo sé, lo siento—Pocas veces se le había escuchado a Dylan disculparse de forma honesta.

—Las disculpas no reparan el daño Dylan—ella abandonó la cercanía que ambos habían mantenido.

Él vio el dolor en sus ojos olivos y aquello le oprimio el alma.

—Lo sé—volvió a decir—pero los hechos sí, y te prometo Anabelle—Dylan volvió a acortar la distancia que los separaba—te prometo que haré que quienes te hicieron mal, no vivan felices con el recuerdo—ella bajo la mirada, recordar le hacía mal, y la avergonzaba, él le obligó a levantar la cabeza—No tienes porqué avergonzarte ni sentirte mal, aquí el mounstro no eres tú, quienes están cubierto de suciedad son otros, no tú.

—Aún siento sus toques en mi piel—se quebró nuevamente, pero esa vez él estaba ahí para sostenerla.

—Me encargaré de que lo olvides, te lo prometo—le dijo mientras dejaba un beso en su frente, y leves caricias en su cabello.

Caricias leves, que en realidad eran un pegamento para reconstruir lo roto.

Narra Dylan.

Me desperté con un dolor insoportable en cada miembro de mi cuerpo, sentía los músculos tensos y adoloridos, y con un nudo en el pecho que no puedo ni describir.

Estaba en mi auto cuando recién fui capaz de entender la situación, los recuerdos azotaron mi mente con fuerza.

Mi padre golpeándome, esas lacras sosteniendome mientras James me golpeaba, sus palabras, y su llanto...

Más que nada recordé sus gritos de auxilio que no obtuvieron respuesta.

Estaba cerca de casa pero al mismo tiempo me sentía a kilómetros de allí porque en mi mente vagaba una sola idea:

"Abusaron de ella y no lo impedi"

Imaginar el escenario de ese hecho me provocó llorar. Sin darme cuenta las lágrimas bañaron mi rostro, si ella había pasado por eso, si yo dejé que pasará por eso.. Entonces yo no merecía perdón, ni ser feliz con nadie porque ella estaría marcada por el resto de su vida.

Me sentí agonizar debido a la culpa que en mi pecho andaba. El dolor de la persona que amas da más duro que el propio, ¿Cómo iba yo a vivir si ella se sentía muerta en vida?

Me volví a desmayar...

Su rostro, su pelo haciendo cosquillas en mi pecho, su olor propio inundando más que mi olfato, su...

—Estás despertando—esa voz, se  escuchaba semejante a la de alguien que definitivamente no era ella—Abre los ojos muchacho—mi rostro ha de haber sido un poema, un horrible y golpeado poema, pero creo que sí las almas pueden sonreír, la mía lo hizo.

Pensé que estaba muerto, o quizás soy yo quien está muerto.

¿Morí?

¿Por eso lo escuchó?

Un golpe en mi costado provocó que se esfumaran mis pensamientos, y que mis ojos se abrieran de golpe.

—Estoy muy molesto contigo—era real. Estaba allí con su aspecto relajado y su aura misteriosa que se proyecta en cada poro de su cuerpo, incluso cuando parece no hacerlo a drede.

—Ti..o—dije a duras penas, pues hasta hablar me parecía una acción inhumana en aquel momento.

—Te has estado comportando como un niño Dylan—su voz, su voz era el único recuerdo de quién alguna vez pinto de colores mi alma.

Lo creí muerto, y saberlo vivo se sintió tan bien que tuve miedo de estar soñando, o alucinando en unos de mis momentos de frenesí.

—¿Estás vivo, o estoy muerto?—mi voz era casi que un susurro ronco y cansado.

—Si estuvieras muerto no estaríamos juntos, porque yo estaría comandando el infierno y tú llorando por salvación—Oleh era un hombre que sin querer demandaba respeto tal vez se debe a qué habla poco y cuando lo hace todo lo que dice es sencillo pero al mismo tiempo complicado, o quizás a sus rasgos europeos y su porte elegante y abstracto.

—Te sorprendería saber lo mucho que me ha podrido el tiempo tío—Oleh torció sus labios en un gesto que más que sonrisa era una evidente mueca.

—No, no le eches la culpa al tiempo ni a nadie—hizo una pausa en la que jugueteo con la pulsera artesanal que llevaba en su muñeca—la culpa es tuya por no tratar a tu padre como el animal que es—aquello me dejó confunso.

—Lo odio y lo sabes, claro que he tratado de sacarle la verdad y matarlo ahí mismo, pero...—él terminó de hablar por mi.

—Te equivocas—me dijo al mismo tiempo que me dió la espalda y fijo su vista en lo que sea que estuviese a través de la ventana—No le has hecho nada porque en realidad no lo odias—no me gustó que su voz y aquellas palabras sonarán con tanta firmeza.

—Lo odio—reafirmé, en aquel momento me sentí como un crío, inseguro y expuesto.

—Yo si lo odio—confesó volviendo a verme—Lo odio porque mató a mi hermana y él no lleva mi sangre—la mención de mi madre me hacía daño—pero entiendo que tú y yo sobrino, no estamos en las mismas porque ella era tu madre pero él sigue siendo tu padre—corto la distancia entre nosotros y se sentó en el borde de la cama.

Su cabello azabache y largo hasta los hombros oculto su rostro por lo que no logré captar las expresiones del mismo.

—Conozco mis sentimientos y sé que lo odio, Oleh—lo odiaba, es cierto pero algo del niño inocente que amaba a su padre sigue en mi.

—Está bien—asintió—demuéstramelo
—encendió el puro que había sacado de su fina gabardina y lo encendió para luego expulsar el humo en mi dirección—Demuéstralo—repitió.

A sus palabras las tomé como un desafío, y a su repentina aparición como una señal de alerta.

¿Tenía razón Maquiavelo?...