Capítulo 20

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DRACO

Los malditos monjes estaban demasiado cerca de nosotros, sus espías estaban por todas partes. Habíamos puesto a los druidas en todas las entradas y salidas y no había nadie que no fuese 'escaneado' por ellos para detectar que estaban bajo el influjo de los monjes. ¿Cómo conseguían la información?, los humanos elucubraban con dispositivos tecnológicos de escucha, a mí todo aquello me sonaba extraño. Los monjes nunca se habían acercado a la tecnología de los humanos... ¿Cómo, diantres, conseguían la información?. Nuestra defensa estaba comprometida, íbamos a perder aquella parte del país si se seguía filtrando nuestros planes.

Fui a buscar a Abby a su oficina para invitarla a comer, llevábamos juntos seis meses y quería celebrarlo con ella, en nuestro mundo cada minuto contaba como el oro más valioso a pesar de la longevidad de los dragones y quería que ella lo supiese, lo importante que se había convertido para mí.

- ¡General Draco! - me saludó el soldado de la puerta.

- Soldado - saludé a mi vez - busco a Abigail Johnson. - Fue a buscarla y la vi venir hacia mí con su preciosa sonrisa en la cara.

- ¿Y esta sorpresa? - me preguntó mientras la besaba.

- Quería comer hoy contigo, ¿tienes tiempo? - se rió.

- Claro, me apetece. - Paseamos tranquilamente hacia el comedor hablando de todo y de nada, unidos por la cintura como una pareja más. Le estaba comentado que Senda me insistía que fuésemos a visitarla, después de su visita el rey le había prohibido cualquier viaje fuera del campamento y no podía volver a escaparse. - Cuéntame más cosas de ella, ¿cómo era cuando era estudiante?

- Jajajajaa.... - me reí - siempre quieres saber cosas de ella pero cuando tuviste la oportunidad de conocerla la desaprovechaste.

- Mmmnnn.... Estaba celosa... ¡pero me parece tan apasionante! - volví a reírme pero accedí a su petición.

- Senda estaba muy dotada cuando era aprendiz, aunque su vida fuera del reino de los dragones la condicionó mucho a la hora de aprender las bases para su nueva vida como jinete.

- Pero... ¿cómo era?

- Apasionada, vibrante, valiente, maleducada, a veces incluso malcriada, tenía tintes déspotas y era terriblemente generosa, humilde y ante todo era hermosa.

- No te oyes cuando hablas de ella, ¿verdad?

- ¿Vuelven los celos? - la pregunté y me eché a reír.

- ¿Qué sentiste cuando te reclamó?

- Me sentí completo... feliz... me sentí agradecido.

- ¿Cómo se reclama un dragón? - me volvió a preguntar curiosa.

- ¿En el caso de Senda? - asintió - aterrorizando a un pobre jinete y a su dragón, destruyendo parte del castillo de paso, estableciendo la más profunda y hermosa de las conexiones que jamás he sentido.

- ¿Y en el caso de Slar? - preguntó asombrada.

- Le cortó el cuello.

- ¿Qué hizo el qué?

- Jajajajaj.... - volví a reírme - es largo de explicar - comimos entre risas y mimos y luego la volví a llevar a nuestra habitación para pasar con ella el resto de la tarde desnudos haciendo el amor.

Dentro de la locura de la guerra, mi vida era perfecta, había encontrado a alguien que me complementaba y con la que me sentía a gusto. Exceptuando a Senda, Abby era la persona que mejor me había conocido y me sentía feliz. Mi jinete era la perfección para mí, todo lo que buscaba en una mujer lo encontraba en ella, pero Senda pertenecía al rey dragón y como mujer jamás podría tenerla. Con Abby había encontrado una sustituta mucho más que aceptable y estaba dispuesto a que entrase en mi vida por completo.

Trilogía Jinete de Dragón: El Ocaso del Jinete (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora