Capítulo 27

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La gran asamblea siguió durante las siguientes horas, fueron muchos los que tomaron la palabra para hablar. Muchos opinaban que el ascenso del original lo habían causado los humanos con su exponencial reproducción en los últimos siglos, si no se hubiesen propagado en aquel ingente número, los monjes no habrían podido alimentarse como hacían. Otros nos echaban la culpa a los dragones, eran nuestros ancestros los causantes del encarcelamiento del original y su búsqueda de venganza. Había quien decía que el original y sus huestes no eran enemigos y podían convivir todos en el maltrecho mundo que dejaría a su paso... Me froté los ojos con cansancio, esto no iba a ninguna parte... Sentí la mano de Draco en mi cuello y posé la mía encima con cariño, al menos lo habíamos intentado, pero deberíamos buscar otras formas para vencer al original y a sus ejércitos.

- Soy Durin, hijo de Bilim, Señor de los Enanos – gritó Durin a la asamblea – Mi pueblo pasó largos siglos sin contacto con el exterior, sin guerrear, sin tratados ni fronteras que defender. Largos siglos de paz y prosperidad. Los monjes – les señaló furioso – vinieron a cambiar nuestro mundo, convirtieron lo que fue hermoso en ríos de sangre, la inocencia de nuestros hijos en pensamientos de guerra y destrucción. ¡¡Os pasará lo mismo!! ¿Creéis que estáis a salvo??? Estuvimos al borde de la extinción, ahora tenemos una esperanza, ¡¡luchamos por un futuro!!. – Un cíclope igual de alto que los humanos se puso en pie.

- ¿Cómo sobrevivisteis??? Mi pueblo se enfrenta a lo mismo, estamos siendo mermados por las huestes del original, somos asesinados y nuestros cuerpos devorados por su insaciable hambre.

- ¡¡Ella!! – me señaló el enano.

- ¡Maldita sea! – susurré - ¿qué he hecho yo ahora???

- Ella ayudó a nuestro pueblo a liberarse de su cerco, ella y sus dragones arriesgaron sus vidas por nosotros, sin recibir nada a cambio, sin saber si sobrevivirían. – miré hacia el rey pero él solo miraba al enano fijamente – Los dragones nos defendieron, nos ayudaron a restablecernos, a defendernos, nos han hecho un sitio junto a sus aliados, nos han hermanado con los demás. Los enanos lucharemos a su lado así sea nuestra completa destrucción. – vi cómo el cíclope me miraba y no pude más que ruborizarme.

- La reina dragón fue la causante de la caída de los abisales – dijo un ser parecido a una sirena emergiendo del gran agujero lleno de agua, le miré fascinada, era un hombre con las manos palmeadas y una hermosa cola como la de una ballena, el cuello lleno de agallas y su piel azulada, casi iridiscente le confería una belleza que no era de este mundo.

- Mi reina fue esclavizada por el original, no se la puede hacer responsable por los actos que hizo mientras estuvo en su poder. – dijo Arco levantándose de su asiento.

- Tu hembra le dio más poder al original, le hizo más fuerte que nunca y mató y asesinó en su nombre... - la vergüenza volvió a golpearme con fuerza y mis ojos se anegaron de lágrimas, tenía razón, jamás podría borrar los horrores que había cometido.

- La Hidra miró en su interior, no hay maldad dentro de ella. – dijo una voz a mi lado y al mirar me encontré con uno de los hombres serpientes de la hidra, di un respingo al ver su piel tan cerca y me acerqué al rey sin poder evitar la repulsión que sentía. – Nuestra señora no miente, no hay mentira en el reino de la Hidra. Solo vio arrepentimiento en ella, quiso reparar el daño hecho a los abisales, nosotros les hemos liberado en su nombre. Mi señora vio que solo quiere proteger a los suyos como todos nosotros.

- ¡Pero les dio caza! Mató a muchos de ellos, ¿y qué si se arrepiente???

- Cayó bajo su influjo porque luchó contra el original – dijo el hombre serpiente – mucho de los tuyos, sireno, han caído bajo su influjo mientras os escondíais en los corales con miedo... - me defendió y abrí la boca sorprendida ante ello – La Gran Hidra siente su dolor, muchos de vosotros podéis sentirlo también – vi que muchos de aquellos seres asentían hacia mí – Tú también lo sientes cuando la miras, sireno... - me señaló con una de sus manos – El dolor por lo que hizo a manos del original la ahoga, la carcome todo el tiempo, sufre a todas horas, arrepentida, avergonzada... Y aún así se levantó y lucha por la tierra, por todos nosotros, eso fue lo que vio la Hidra en su interior.

Trilogía Jinete de Dragón: El Ocaso del Jinete (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora