Capítulo 2. (Ashley)

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Mi despertador sonó a las 7:00 a.m. Odiaba despertarme tan temprano, pero debía hacerlo para poder despedirme de mis padres.

La semana pasado había transcurrido demasiado rápido. Había estado penando en cómo iba a vivir dos meses en la casa que Daniel Woodley había habitado catorce años de su vida, y no había encontrado nada.

Al menos mis padres habían convencido a los señores Woodley para que Lou pudiera quedarse también en su casa, si quiera tendría a mi perro conmigo. Lou era un labrador, ya era un adulto, hacía 7 años atrás, les había rogado a mis padres que me compraran un perro, específicamente un labrador como el de la película Marlie & Me, y  viendo que era su única hija, y casi siempre me cumplían los deseos: me compraron una perra; Saly.  Una vez, cuatro años después de que me la compraron; Saly salió de casa. Y  dos meses después estaba tirada en el patio trasero bajo el tapete dando a luz a seis lindos cachorritos.

Mis padres me hicieron vender cinco de ellos cuando éstos tenían el primer año cumplido y me quedé con Lou ya que Saly no había podido soportar traer al mundo a seis cachorros. Lou heredó el odio que Saly le tenía a Daniel, aunque éste nunca lo conoció. Era una de las razones por las cuales amaba a Saly y ahora a Lou.

Cuando íbamos a casa de los Woodley y Lou veía algunas fotos de Daniel, comenzaba ladrar y gruñir. Gracias a eso los Woodley decidieron no dejar entrar a Lou a su casa, hasta hora, Lou ya estaba entrenado y era gracias a eso que los señores Woodley habían aceptado.

Me duché y me vestí; unos shorts y una camiseta holgada. Mi madre me había aconsejado que hiciera maletas porque no me dejaría llaves de la casa, y había estado yendo a casa de los Woodley a llevar maletas en el transcurso de la semana pasada.

Prácticamente había empaquetado en 5 maletas todo mi armario, y también mis libros. Quería tener algo en lo que distraerme todo el verano, y a Lou le encantaba echarse en la cama junto a mí mientras leía en voz alta.

Bajé a la sala de estar y había maletas en la puerta. Me dirigí a la concina y estaba a punto de entrar cuando una sombra blanca venía en mi dirección como una exhalación y lo último que supe era que estaba tendida en el suelo mientras Lou lamía mi cara.

—Hola, tú —dije mientras acariciaba su cabeza.

—Oye, no me vas a dejar nada. Fuera perro.

Me sobresalté al escuchar esa voz gruesa pero a la vez aterciopelada, ¿era posible eso a caso? Esa voz se me hacía familiar, no había escuchado esa voz en 5 años desde que se fue a un internado. Levanté la cabeza suplicando mentalmente porque no fiera quien creía que era...

 Pero como siempre, yo jamás tenía suerte y frente a mí estaba Daniel Woodley. Mi pesadilla había vuelto.

Resoplé y con un movimiento de la cabeza devolví a su sitio un mechón de cabello que había caído sobre mis ojos cuando Lou se abalanzó contra mí.

Lou le gruñó, quizá lo reconocía de las fotos… o simplemente era instinto que no le agradaba. Acaricié aún más su cabeza.

Daniel estiró una mano en mi dirección, la rechacé, no necesité su ayuda antes, no la necesitaba ahora.

—¿No quiere ayuda? —preguntó levantando una ceja, fingiendo estar herido— ¿Así me das la bienvenida?

—No quiero ayuda, gracias —me apoyé en el suelo y me levanté de un salto —. De todos modos, nunca nos llevamos bien. ¿Qué haces en mí casa, además?

—Yo… —comenzó a hablar Daniel, pero mi madre apareció en el umbral de la cocina, interrumpiéndolo.

—Daniel volvió ayer del internado, se enteró de nuestro viaje y que te quedarías en su casa. Vino a echarnos una mano con las maletas, ¿no es tan gentil de su parte? —mi madre tenía puesto su delantal de “The best mom in the world”, y tenía un recipiente en el brazo con una mezcla que olía a… ¿Waffles?

¡Genial! ¡Simplemente genial!

Apuesto a que ahora lo invitaría a desayunar con nosotros en tres… dos… uno…

—Por cierto, Daniel, ¿te gustaría desayunar unos waffles? Los estoy preparando, tengo unos listos ya. Los que hago son deliciosos, ¿te apetece? —preguntó mi madre.

Daniel abrió la boca para responder, pero yo me le adelanté.

—No, Daniel no quiere waffles. Es más, Daniel ya se iba. Su madre lo está llamando, ¿cierto? —me volví a verlo y me arrepentí inmediatamente de haberle hecho una pregunta al final; una sonrisa maliciosa se extendía por el rostro de Daniel.

—Nope, mi madre no me llama. Y sí, me encantaría probar sus waffles, apuesto a que si son hechos por usted deben ser exquisitos, señora Hootking —Daniel le guiñó un ojo a mi madre después de decir eso.

—Oh, Daniel, llámame Lily solamente, por favor —le respondió mi madre con una sonrisa maternal.

¡Idiota! ¡Eso es lo que eres, Ashley! ¡Una gran idiota! Me reprendía mentalmente ¡Puede que incluso más idiota que el mismo Daniel!

—Está bien, señora Hoot… —empezó a decir Daniel, pero se dio cuenta de su error cuando mi madre se cruzó de brazos —, Lily. Está bien, Lily.

—Bien, entonces ven, te serviré algunos de los que ya están listos —dijo mi madre al tiempo que volvía a entrar a la cocina.

—No pienses que esos cinco años fuera me han hecho olvidar lo que me debes, Hootking —ronroneó Daniel en mi oído cuando pasaba por mi lado.

Me tensé maquinalmente, mientras mi mente viajaba cinco años atrás. En su despedida.

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PD: ¡¡ADELANTOOOOO!!

"...Lo miré detenidamente; su forma despreocupada de sentarse, cómo se demoraba en dejar el tenedor en su boca, lo lento que comía...

—Si me tomas una foto te dura más, ¿sabes? —dijo Daniel cuando notó que lo estaba mirando. Comenzó a reír.

—¿De qué estás hablando? —me removí incómoda en el taburete.

—Me estabas comiendo con los ojos —aclaró—; veo que aún sigo atrayéndote como a un imán, preciosa.

—¿Estás bromeando, no?

—No. ¿Por qué boremearía con lo que siempre ha sido evidente? —alzó las cejas."

 Adiós<3

70 besos por un juego de botella. -Lena WestpergtⒸDonde viven las historias. Descúbrelo ahora