Capítulo 9(Daniel).

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Capítulo 9





—Yo…—comenzó a decir Ashley sobre mí, solo que la voz no le salía. Quizá era hora de dejar de hablar. Estiré el cuello para alcanzar sus labios, pero ella se alejó, y dando un salto se levantó. Cerré los ojos y dejé caer la cabeza en el césped de nuevo. Me reprendí mentalmente.

Idiota. Idiota. Idiota, me repetía a mí mismo dentro de la cabeza.

¿Por qué habría de pensar que ella me dejaría besarla de nuevo? De seguro me veía demasiado desesperado….oh, espera, sí lo estaba. Estaba condenadamente desesperado porque ella supiera lo que sentía.

Pero no podía estar besándola solamente. Me levanté del jardín y seguí caminando, intentando verme normal. Ella estaba a mi lado, pero miraba hacia otra parte. Entramos a la casa y yo fui a la cocina por algo de comer.

Comer siempre me relajaba.

—Tengo hambre—dijo Ashley, entrando también a la cocina y tirándose en uno de los taburetes.

—Puedo hacer algo de comer, si quieres—sugerí.

— ¿Tú sabes cocinar? —preguntó realmente sorprendida.

—Claro—intenté sonar ofendido— ¿Qué quieres que te prepare? Te puedo dar agua, o agua con cubitos de hielo.

Ella rodó los ojos, pero me otorgó una pequeña sonrisa, que hizo que mi corazón hiciera cosas sin sentido.

Vale ya, Daniel. Me reprendí mentalmente, no tienes cinco años.

—Venga ya. Cocina algo o duermes con el perro.

Pestañeé, fingiendo sorpresa, mientras me llevaba una mano al corazón.

— ¿O sea que duermo contigo?

Se puso de pie, amenazante, como alguna clase de maníaca. Mis ojos se desviaron al cuchillo que tenía al lado, y tragué con fuerza.

¿Ella no me asesinaría por eso, no?

—De acuerdo—me rendí—Dejaré mis ingeniosas y elaboradas frases para otro día.

A pesar de que estaba de espaldas, sentí su poderosa mirada sobre mí. Me permití una sonrisa de costado mientras sacaba un paquete de fideos. Yo en realidad era un buen cocinero, las clases de Cocineritos a las que mi madre me había enviado cuando era pequeño habían sido realmente efectivas.

—O quizá deberías callarte.

No me inmuté ni un pelo por su tono hastiado y odioso.

— ¿Se te ocurre alguna idea para hacerme callar? —le guiñé un ojo, mientras ponía  a calentar el agua. Ella dejó caer su cabeza con pesadez mientras suspiraba.

—En realidad, sí—dijo, levantando la cabeza de golpe, provocando un efecto gracioso en su cabello mal acomodado—Qué tal si probamos con, hmm, no sé… ¿Tirarte accidentalmente delante de un tren en movimiento?

Me recosté, cruzándome de brazos, y la miré con una media sonrisa ladeada. Me sostuvo la mirada sin reparos.

—Que dulce de tu parte —le dije—. Si no tuviera un ego tan grande como el hemisferio norte, probablemente me habría ofendido.

Ashley se restregó los ojos y me miró cansinamente: —Eres imposible, Woodley. Imposible.

—Imposible… mente tuyo.

Sus labios se entreabrieron, y me permití distraerme con ellos un segundo. Tenía que conseguir otro beso, y rápido. Al darse cuenta hacia dónde iba dirigida mi atención, los cerró rápidamente en una fina línea y se negó a mirarme nuevamente.

70 besos por un juego de botella. -Lena WestpergtⒸDonde viven las historias. Descúbrelo ahora