Prólogo

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  • Dedicado a Elly Luz Fernández
                                    

-5 AÑOS ATRÁS-

Recargué la cabeza en mi mano mientras me aburría a muerte en la fiesta de Daniel, más bien su "despedida", ya que el día siguien se iría a ese bendito internado a miles de kilómetros lejos de aquí. Bien podría estar terminando de leer "Harry Potter y el Prisionero de Azkaban", pero no, mis padres tenían que obligarme a venir a la estúpida fiesta de despedida del chico que me hacía la vida imposible creyendo que era mi amigo.

—¡Hey, Hootking! Se nota que te diviertes en mi fiesta. —gritaron.

Cerré los ojos fuertemente. Esa voz.

—Bueno, no veo la hora para largarme de aquí, tengo un...

—"Tengo un libro que terminar" —Daniel se plantó frente a mí, "imitándome". Lo odiaba muchísimo más cuando me "imitaba" con una voz demasiado chillona. En primer lugar; yo no tenía la voz chillona. Creo que era la única niña de 13 años que no tenía ese tipo de voz... o es que las demás lo hacían apropósito. —Vamos, Hootking. Relájate, diviértete un poco. Ven, vamos a jugar a la botella. —me tendió su mano.

—Ni loca, gracias. —dije entornando los ojos en su dirección.

—¡Oh, vamos! Prometo que si juegas, no te molestaré más.

Solté un bufido. Él se iba mañana a un internado y no regresaría en años.

—Linda broma, Woodley.

—Bien, si juegas, prometo que te podrás ir. Es más, después de que juguemos, la fiesta se acaba y tú podrás ir a termianr tu libro. —regateó.

Me lo pensé un momento. Era un buen trato. Además, era sólo un juego.

—Está bien. —acepté a regañadientes.

Me tendió su mano, pero la rechazé levantándome del sofá sola.

Se encogió de hombros y me indicó con la cabeza que lo siguiera. Lo hice.

—Hey, Danny, ¿por qué trajiste a la friki? —preguntó una voz un tanto aguda. Alice Stairthd. Una chica que está loca por Daniel. Solo que él no le hace caso. Ella es insoportable — Es más, ¿por qué la invitaste a la fiesta siquiera? —preguntó mirándome con repugnancia. Ella y sus amigas se creían la gran cosa sólo por tener un año más. ¡Un año! Qué ridículo, tal como ellas.

—Oye, Alice, ella no se llama "frki". Tiene un nombre, un lindo nombre; Ashley. Nos faltaba un jugador —se encogió de hombros—. Y yo la invité porque es mi fiesta y yo hago lo que yo quiera, ¿sabes? —le soltó.

Intenté reprimir una risita, nadie excepto Daniel se dio cuenta de ello, él sonrió. 

—Ahora bien, comencemos. Ahsley, siéntate donde gustes.

Me senté junto a un chico moreno, uno de los tantos amigos de Daniel, supuse. Daniel se sentó justo en frente de mí, al lado de Alice.

—¿Vamos a empezar o qué? —preguntó — ¿Dónde rayos está la botella?

Inmediatamente Alice le tendió una botella de vidrio vacía.

—Gracias, linda —le dijo a Alice, sin embargo, no la miró.

Daniel colocó la botella en el suelo y la giró, giró y giró muvhas veces, comenzaba a hacerse aburrido... entonces se detuvo. 

Oh no. No. No, no, no, no, no. ¿Era esto una broma?

—Uhhhhhhhhh, eso es mala suerte amigo —le dij el chico moreno al lado mío a Daniel.

—Bueno, ya saben, cinco minutos en el armario del fondo. Ya sabrán que hacer —instruyó un chico rubio sentado dos personas a mi derecha, movió las cejas.

Daniel se levantó del suelo y dio dos pasos al frente, y me tendió una mano. Se veía despreocupado, seguro ya había hecho esto muchas veces antes.

No sabía qué hacer, jamás había hecho esto. Creí que no me tocaría a mí, ¡Y era aún peor! ¡La botella nos había señalado a Daniel y a mí!

—Vamos, Hootking. Toma mi mano, no muerdo.

Tomé su mano. Había dos razones por las cuales lo hice. Uno; estaba muy nerviosa. Dos; no confiaba en la capacidad de mis piernas para caminar por mí misma.

De un tiró me levantó del suelo, ese delicado movimiento hizo que me estrellara contra su pecho.

—Oye, tranquila. Ya sabía yo que te atraía como un imán —me alejó un poco de su pecho y me guiñó un ojo. Se encaminó hacia el final del pasillo, jalándome detrás de él.

Cuando se plantó frente a una puerta que supuse que era el armario, la abrió. Más no pasaba.

—Las damas primero —dijo volviéndose hacia mí y señalando el interior del armario.

—En ese caso deberías entrar tú primero —respondí.

—¿Sabes algo? Extrañaré ese dulce sentido del humor que tienes, Hootking. —dijo sonriendo.

Espera... ¿qué? Él me estaba sonriendo. No era esa sonrisa torcida de don Juan-ego-mil típicas en él. Me estaba sonriendo con... tristeza. Como si realemente fuese a extrañarme. ¡Sí claro! Casi me la creo, él no podría extrañarmemí. 

—Casi me la creo, Woodley. Casi me la creo. —palmeé su pecho.

—Bien, bien. Créeme o no, ahora tenemos que entrar —indicó con la cabeza al armario.

—¡Bien! —dije de mala gana. Entré y Daniel detrás de mí, cerrando la puerta tras de sí.

¡Este sí que no era mi día! Estaba en un armario, no tan espacioso como me gustaría, sin mucha iluminación para mi gusto, con el idiota más idiota de 14 años del mundo.

—Lindo y acogedor —comenté con sarcasmo.

—Bien, el tiempo está corriendo ahora, Hootking.

Dicho eso, dio un paso al frente, yo di uno atrás. Daniel dio otro paso, y yo retrocedí, choqué contra la pared del armario, y Daniel avanzó un paso más. Nuestros rostros a centímetros de distancia.

Las manos comenzaron a sudarme. Estaba segura de que era la única niña de 13 años que no había besado a nadie aún.

Me pusé más nerviosa de lo que creía posible. Cerré mis ojos con fuerza, deseando que ya todo acabara. ¡No podía creer que un tonto como Daniel Woodley sería mi primer beso!

Sentí cada una de sus manos a ambos lados de mi cara. Apreté mis ojos aún más, si es que era posible, preparándome para que la "cosa" pasara...

Entonces sentí sus labios contra la cúspide de mi cabeza.

Fue un beso corto, sueve y... tierno.

—Sé que no haz besado a nadie, Ashley. Y también sé que un idiota como yo no se merece tener ese gran privilegio y honor de ser el primer beso de tan hermosa chica —dijo apoyando su frente contra la mía.

—¿Có... cómo la sabes? —tartamudeé.

—Te conozco más de lo que crees, Ashley. Pero ten por seguro que cobraré esta oportunidad que he dejado ir —susurró en mi oído—. Me iré mañana, y no sé cuándo volveré. Pero ten por seguro, que cuando regrese, no te cobraré solo un beso. Sino uno por cada mes que esté afuera.

Dicho eso, me besó la mejilla.

Estaba aputno de protestar, pero Daniel Woodley ya había salido del armario y gritaba que la fiesta había terminado.

70 besos por un juego de botella. -Lena WestpergtⒸDonde viven las historias. Descúbrelo ahora