Capítulo 5. (Ashley)

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Capítulo 5:

—Uh, estás mal. Fueron cinco años y diez meses. Lo que equivale a 70 besos, nena  —me guiñó subjetivamente.

—¡Ughhh! ¿Lo ves? Ni siquiera cinco años pueden hacerte cambiar a ser un poco menos estúpido —grité exasperada— ¡No vuelvas a llamarme “nena” en todo lo que resta de tu horrible e insoportable existencia!

Lo fulminé con la mirada, pero pareció no darse cuenta de ello. O solo lo ignoró.

Salí disparada de la cocina, mis ojos echaban chispas de la furia.

Subí las escaleras corriendo, doblé a la derecha y abrí mi puerta de un empujón. Cuando estaba a punto de cerrar la puerta lo escuché llamarme.

—¡Ashhhhleeeeeeeeyyyy! —gritó llamándome.

Entrecerré los ojos, como si pudiera disparar rayos láser de mis ojos que llegaran hasta él y le quemaran las pocas neuronas que servían restantes. Pero desgraciada y tristemente no podía.

Así que lo único que hice fue cerrar la puerta de un portazo. Recargué la cabeza contra la puerta mientras llevaba mis manos a la cabeza y tiraba de algunos mechones de cabello.

Ese chico haría que me salieran canas verdes. Es insoportable.

Caminé hacia la cama y me tiré, literalmente, sobre ella. Gruñí contra las mantas de la cama y me quedé así un bien rato.

Me di la vuelta para ver al techo. Ya me estaba haciendo falta el aire.

La imagen de Daniel a los 14 años apareció en mi mente.

No podría creer, que en algún punto de mi vida, llegué a pensar que Daniel Woodley pudo haber sido lindo.

Siempre con su sonrisa torcida arrogante. Siempre gastándome bromas pesadas. Siempre molestándome.

Y aún no logro comprender por qué veía por las ventanas hacia su casa el primer año que se fue. Cada día, cada ocasión que pasara por alguna ventana que diera a su casa, intentaba seguir de largo. Pero simplemente no podía. Regresaba, abría la cortina y veía su puerta. Esperando que un chico de mediana estatura, delgado pero no demasiado, con cabello desordenado a más no poder, con una sonrisa torcida, un balón de baloncesto en la mano y ojos grises audaces, abriera la puerta y comenzara a intentar encestar canastas con el aro que tenía sobre la puerta de su cochera.

Cerré los ojos con fuerza. Era muy tonto de mi parte pensar en Daniel.

Él había arruinado 10 años de mi vida. Y había vuelto 5 años después de que todo para mí era bueno desde que él no estaba, para volver a arruinarla.

70 besos por un juego de botella. -Lena WestpergtⒸDonde viven las historias. Descúbrelo ahora