Adam entró en la casa sintiéndose profundamente contrariado. No había querido dejar la oficina y mucho menos para acudir a una cena familiar, sin embargo no le había quedado otra opción. Era uno de esos compromisos ineludibles. Una promesa a su madre y no lo perdonaría si faltaba. Lastimosamente, este era uno de los pocos lugares en que notarían su malestar enseguida. Tomó aire profundamente.
–Buenas noches, mamá –besó la mejilla de Danaé, su madre– aquí estoy.
–¡Adam! –exclamó con alegría y lo abrazó por la cintura–. Mi pequeño Adam –sonrió cuando él la miró con intención hacia su escasa altura– siempre serás mi pequeño.
–Por supuesto, mamá –confirmó Adam soltando el aire lentamente con impaciencia, a pesar de que su mamá lo abrazó con más fuerza. Sorprendentemente, eso hizo que una inusitada ternura se extendiera por su pecho.
–Ya déjalo mamá, lo vas a asfixiar –protestó Ariadne, su hermana menor acercándose a abrazarlo– ¡has venido!
–Claro que he venido –volvió a confirmar Adam– aunque no sé a qué...
–¿No sabes? –Ariadne lo miró ofendida– ¿cómo puedes no saberlo?
–¿Tendría que? –inquirió Adam confuso y miró a su madre. Ella asintió– ¿he olvidado algo?
–Aún no, pero casi –Ariadne hizo un puchero.
–¿Es tu cumpleaños? –intentó Adam y su madre asintió– ¡feliz cumpleaños, Ariadne!
–¡Aún no, bobo! –rió abrazando a su hermano de nuevo– pero faltan dos semanas y estamos organizando mi fiesta sorpresa.
–¿Sorpresa? ¿Y por qué la estás organizando tú?
–Junto con mamá –aclaró Ariadne– o bueno, con la familia de mamá.
–Sí, no creo que a mamá le agrade la idea –musitó Adam mirando a su madre con una sonrisa de diversión.
–Yo haré lo que sea necesario para que Ariadne sea feliz el día de su cumpleaños –contestó su madre y miró el reloj–. ¿Dónde está?
Ariadne y Adam intercambiaron una mirada de irritada complicidad. Era obvio a quién se refería.
–Más vale que llegue pronto –susurró Adam y Ariadne soltó una risita.
–Creo que no servirá de mucho –contestó en igual tono.
–¿Qué están tramando ustedes? –escucharon a sus espaldas y los dos giraron para encontrarse con los ojos azules clarísimos de su padre.
–¡Papá! –Ariadne besó su mejilla– te esperábamos.
–Ya veo –asintió Alex, observando a su hijo mayor y a su esposa–. Hola cariño, ¿estás enfadada?
–No –contestó Danaé frunciendo el ceño levemente– ¿por qué te retrasaste?
–Tuve que atender un asunto en la oficina de último minuto.
–Por supuesto.
Adam y Ariadne intercambiaron otro par de miradas de entendimiento. Esos no serían sus padres sin una pequeña discusión sin sentido.
–Y quería traerte algo también –Alex dejó de lado su portafolio y le entregó una pequeña caja de su bolsillo a Danaé– ten, mi amor.
–¿Qué es? –Danaé miró a sus hijos y luego a su esposo con una sonrisa– no es nuestro aniversario, ¿verdad?
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Inolvidable (Sforza #4)
RomanceUna mirada fue suficiente para que el mundo de Elisa empezara a girar en torno a él. Con solo unas palabras, Elisa comprendió que una ilusión podía nacer en segundos y consolidarse en horas. Al terminar el día, ella sabía que estaba enamorada de él...