Capítulo 33

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¿Qué demonios esperaba Adam? ¿Por qué no la había llevado a la cama? Es decir, no debería ser difícil para él hacerlo. Después de todo, lo había hecho incontables veces con quién sabe cuántas mujeres. ¿Por qué ella era diferente? ¿Por qué era su novia? ¿Por qué eventualmente se comprometerían? ¿Eso no tendría que ser una razón mayor para que hicieran el amor?

Y pues, qué se le iba a hacer, tendría que tomar la iniciativa. Ahora. Estaba decidido y su plan puesto en marcha. ¿Para qué perder más preciadas horas? ¡Prácticamente eran novios por un mes! Antes no les había llevado tanto tiempo. Nada como ser un adolescente impulsivo y libre de preocupaciones del futuro. Había sido tan diferente...

¿Qué tal si esta vez no funcionaba? ¿Y si el amor no era suficiente? Después de todo, habían cambiado. Las personas que eran ahora apenas se conocían y bien podrían no agradarse a largo plazo.

Hasta el momento parecían compatibles en cada aspecto que habían abordado. Solo quedaba aquel que Adam aplazaba (¿conscientemente?). Porque un par de besos, por muy increíbles que fueran, no eran suficientes para determinar su vida de pareja.

Cerró los ojos un instante, abrumada por su propia incertidumbre. Nunca había imaginado que estaría en aquella posición, no con Adam, no esperando ansiosa el momento de amarlo de nuevo. ¡Era Adam! Su Adam... ¿qué tan mal podía ir?

No. Debía abandonar esos pensamientos ahora, más aún tras su resolución. Era una Sforza, después de todo, y para bien o para mal, los Sforza nunca se daban por vencidos antes de dar la pelea.

–¿Te encuentras bien, Lis? –inquirió preocupado Adam. Ella abrió los ojos y notó que el auto se había detenido. Asintió–. Luces intranquila.

–No es nada, Adam.

–¿Sigues pensando en lo que hablamos de camino?

–No.

–Mentirosa.

–Es solo que... –Elisa suspiró–. ¿Subimos? No quiero que discutamos eso en tu auto.

Una vez en el departamento, Elisa se sentó todo lo cerca de Adam que le fue posible sin echarse sobre su regazo. Él arqueó una ceja, divertido, y pasó su brazo por la espalda de ella, acercándola. Eso la alentó.

–Adam, tenía intención de hablar contigo pero creo que no es el mejor momento. Es tarde y quizá deberíamos pensar en algo diferente.

–¿Sí? –Adam miró su reloj–. Tienes razón. Creo que debemos descansar.

–¿Descansar?

–Sí –confirmó incorporándose y la levantó en sus brazos. Elisa le pasó las manos por el cuello–. ¿Te quedas esta noche?

–Sí.

Adam la cargó hasta una puerta cerrada. Elisa esperó ansiosa a que él continuara, pero se limitó a bajarla en el umbral y darle un dulce beso en los labios.

–Buenas noches, Lis.

–¿Qué?

–Esta es la habitación de huéspedes. Puedes usarla.

–¿Qué? –repitió absolutamente desconcertada.

–Espero que sea de tu agrado. Podemos hacerle algunos cambios si quieres para ocuparla. Pero hablaremos de eso mañana, ¿de acuerdo?

–De acuerdo –musitó de forma automática. Adam parecía dispuesto a añadir algo pero en lugar de decidirse, se giró exclamando un buenas noches mientras aseguraba la puerta de su habitación, que se encontraba frente a la que ella ocuparía.

Inolvidable (Sforza #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora