Elisa buscó a Dante con ansiedad, incapaz de continuar en aquel baile. Por si la completa destrucción de su ignorada esperanza no fuera suficiente, tenía a Adam bailando con aquella mujer, en perfecta armonía, como si la amara. Lo que era probable. ¡Dios, no quería pensar más en eso!
–Dante, hermanito, ¿dónde rayos te metiste? –murmuró Elisa al borde del colapso. No estaba segura de poder contener sus lágrimas mucho tiempo más.
En su distracción, no se fijó en que alguien venía en su dirección, por lo que tropezó con el joven que también parecía venir distraído. Elevó los ojos automáticamente y se encontró con el rostro más maravilloso que hubiera visto en su vida. ¡Cielos, aquel hombre era apuesto!
Más. Más que apuesto, guapo, encantador... era absolutamente hermoso. Tan solo mirarlo quitaba el aliento. Ella se consideraba inteligente y poco dada a impresionarse pero este hombre... Sencillamente era imposible dejar de contemplarlo embelesada.
Cuando pensó que no había nada más, él sonrió. Y como si fuera algo natural, algo que no hubiera sido inconcebible tan solo segundos antes de verlo, Elisa se encontró devolviéndole la sonrisa.
No creía conocerlo, por supuesto, sin embargo eso no sería extraño dadas sus particulares circunstancias y sus años de lejanía de la sociedad italiana. Sin duda, era italiano. Su donaire y seguridad lo delataban.
–Disculpa, espero no haberte hecho daño –su voz era profunda y daba un toque de distinción a su rostro angelical, de alguna manera no encajaba con aquellas facciones perfectas. Era casi demasiado guapo con aquel desordenado cabello dorado y sus intensos ojos de un azul muy particular fijos en ella– ¿no nos conocemos, verdad? Soy Luca.
–Mucho gusto, soy Elisa –extendió su mano pero él la estrechó y a continuación depositó un beso en su mejilla.
–El gusto es todo mío –dijo y una vez más esbozó aquella sonrisa. Él tenía una sonrisa increíble. ¡Definitivamente era demasiado guapo!–. ¿Por qué no te conocía de antes? Eres italiana, evidentemente.
–La pregunta de todos –ella se encogió de hombros– he pasado muchos años fuera.
–Ah –sus ojos azules grisáceos brillaron con interés–. ¿Quieres tomar algo?
–Bueno... –Elisa no estaba segura de aceptar, aunque ¿por qué no? No tenía a nadie a quien responder por sus actos. Era libre, algo que no había considerado antes. Libre del pasado–. Está bien –accedió.
Pidieron algo de beber y se miraron el uno al otro por largo tiempo. Elisa no estaba segura de querer hablar, ni siquiera de permanecer en aquel lugar por más tiempo del necesario. Decidió tomar la palabra y decirle, con absoluta cortesía, que debía irse pues buscaba a su hermano. Sin embargo, no tuvo oportunidad ya que Luca se adelantó.
–Entonces, ¿cuál es tu historia? –indagó Luca bebiendo de su copa. Elisa clavó sus ojos oscuros en él, interrogante–. ¿Por qué estabas fuera de Italia?
–Estudios –contestó escuetamente. Él asintió, lo que la instó a continuar– es una costumbre familiar. Internados y ese tipo de cosas.
–Ah –Luca chasqueó la lengua–. ¿Eres un miembro de los numerosos Sforza, entonces?
–¿Numerosos Sforza? –preguntó sonriendo lentamente–. ¿A qué te refieres con eso? Y, ¿cómo lo has sabido?
–Son seis hermanos, ¿cierto? –precisó Luca y Elisa asintió–. Un número particular de descendientes en una sola familia de nuestro círculo, ¿no te parece?
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Inolvidable (Sforza #4)
RomansUna mirada fue suficiente para que el mundo de Elisa empezara a girar en torno a él. Con solo unas palabras, Elisa comprendió que una ilusión podía nacer en segundos y consolidarse en horas. Al terminar el día, ella sabía que estaba enamorada de él...