Capítulo 22

5.8K 825 3
                                    

Elisa se arrebujó en su abrigo antes de tocar la puerta. Un mayordomo la dejó pasar y se sorprendió de lo acogedora que le resultaba la casa de su hermano mayor, Cayden. Era evidente quién era la responsable de aquellos rincones espaciosos, llenos de luz y vida. Stella tenía un gusto impecable, no cabía la menor duda.

Antes de continuar hacia la excepcionalmente grande biblioteca, Elisa dejó su abrigo. Al llegar a la puerta, contuvo el aliento sin pretenderlo, sorprendida. ¡Esa sí que era una biblioteca!

–Increíble –musitó paseando la mirada a su alrededor. Ni siquiera tenía idea de por dónde empezar.

–¿Verdad que sí? –anunció su presencia Stella con una sonrisa y se acercó a saludar–. Bienvenida nuevamente, Elisa.

–Gracias –contestó sonriendo también. Cuando había acudido a cenar, hacía una semana, no había tenido oportunidad de visitar la biblioteca. De lo que se había estado perdiendo.

–¿Prefieres que nos sirvan el té aquí o en los jardines?

–Aquí –eligió sin dudar. ¿Cómo podía alguien no querer pasar todo el tiempo ahí?

–Veo que también te gustan los libros. Quizá podrías visitar mi librería –sugirió dándole una tarjeta con su dirección–. Me encanta mi trabajo.

–Prometo visitarla pronto –asintió con entusiasmo Elisa. Al parecer no tenía la misma pasión por los libros que mostraba Stella, pero le gustaban y mucho.

–De acuerdo. Acompáñame –pidió, guiándola a una mesa pequeña, convenientemente ubicada bajo un ventanal–. Generalmente, tomo el té con gran parte de mi familia y amistades, pero pensé que preferirías algo más íntimo. Cayden fue bastante firme al respecto.

Elisa sonrió. ¿Su hermano preocupado por su bienestar y comodidad? ¡Quién lo diría!

–Se ha vuelto muy protector... o no sé si tan solo es una característica que está demostrando apenas –Elisa chasqueó la lengua–. No estoy segura de que me guste.

Stella rió y le palmeó la mano con cariño, divertida.

–Eres grandiosa, Elisa. Me agradas mucho, además me recuerdas un poco a Cayden.

–¡Cielos! ¿Yo te recuerdo a Cayden? –inquirió con sorpresa.

–Sí. Él también ocultaba bastante bien sus emociones.

–Ah.

–Sí.

–¿Y ahora ya no?

–No, prácticamente no. Al menos, conmigo no.

–Cayden te ama mucho –comentó Elisa, sintiendo esa certeza crecer en ella. Sí, después de semanas trabajando junto a Cayden, podía afirmar que él estaba totalmente enamorado de su esposa.

–Lo sé –Stella se mordió el labio, para reprimir una sonrisa–. Yo también lo amo, mucho.

–Supongo que eso está fuera de discusión ya que sigues casada con él.

–Y felizmente –acotó con un suspiro de ensueño. Después de servir el té, tomó un sorbo y añadió–. ¿Y tú?

–¿Y yo?

–¿Estás enamorada de alguien?

Elisa tuvo que toser disimuladamente y miró a todos lados. ¡Rayos, su cuñada era directa y osada!

–Espero que no te moleste que pregunte –dijo Stella, contrita–. Soy un poco curiosa y tú eres parte de mi familia.

–Esto es tan extraño –murmuró Elisa y negó–. Está bien, puedes preguntar, aunque no tengo nada interesante que contestar.

–¿Sí? Ya has estado un par de meses en Italia –frunció el ceño–. ¿Qué les pasa a los jóvenes italianos que no se lanzan sobre ti? Indudablemente deberías estar rodeada de atenciones de todos.

–Me das demasiado crédito –rió, divertida–. Además de una herencia que ofrecer, no sé qué...

–Eres muy especial, Elisa, créeme. Cualquier hombre estaría feliz de tenerte a su lado –entrecerró los ojos–. Ese hombre no es Luca, ¿cierto?

¿Cómo había olvidado que Stella era pariente de Luca? ¡Claro! Quién sabe qué pensaba ya. Observó su rostro pero no tenía ninguna expresión que delatara su opinión.

–¿Luca? Apenas nos conocemos –contestó, intentando no sonar cortante. ¡Era tan difícil ser abierta como Stella!

–Te he incomodado –afirmó y suspiró–. Lo siento, las interacciones con los Sforza aún me cuestan trabajo.

–Sí, somos todo un caso perdido en lo que se refiere al lado afectivo de la vida.

–¡Bah! No creo eso, solo les cuesta un poco más que a otros, pero no es imposible. Yo estoy segura de ello.

–¿Por Cayden?

–Sí. Y por tus hermanas –añadió con firmeza. Elisa recordó a sus dos hermanas mayores casadas, Giovanna y Christabel, quienes al parecer eran bastante felices en esa situación. Sí, quizá no todo estaba perdido...

–Cierto. Somos mitad y mitad, en ese caso. Tres Sforza solteros y tres casados –Elisa tomó otro sorbo de té y sonrió–. ¿Cómo lo conseguiste?

–¿Qué cosa?

–Tu historia con Cayden. No puedo pensar en una persona más reacia a manifestar sentimiento alguno... aunque podría estar equivocada –reconoció en un suspiro– esto de no conocernos entre nosotros.

–Es desconcertante, sin embargo lo comprendo. Además, tú has estado alejada de todos –Stella se retorció las manos, nerviosa–. ¿Puedo preguntar por qué?

–¿Por qué estuve alejada?

–Sí.

–Bueno, en realidad... –¡No tenía idea de qué decir!–. La verdad...

Elisa se removió, incómoda. No, no quería contar esa historia. A nadie.

–Está bien. Comprendo si no quieres decirlo.

–Es que no es nada interesante. De verdad –aseguró.

–Está bien –repitió Stella–. ¿Sabes algo? Es curioso, pero creí conocer a la persona ideal para ti –negó incrédula–. No tengo remedio, diría Cayden, sin embargo no pude evitar el pensar que tú y él... bueno, ¿quién soy yo para decirlo? –se encogió de hombros–. ¡Una lástima su compromiso!

–¿Su compromiso? –Elisa arqueó una ceja, curiosa–. ¿Luca está comprometido?

–No hablaba de Luca –lo descartó con la mano–. Un poco demasiado joven.

–¿No?

–No. Me refería a Adam. ¿Lo recuerdas? –Stella comió un trozo de galleta–. Seguro que no, pero los presenté en la fiesta en que nosotras nos conocimos.

Elisa murmuró algo, no tenía la menor idea de qué pero esperaba que eso sirviera como respuesta. ¡¿Stella pensaba que ella sería ideal para Adam?! ¡Tenía que ser una broma!

Un momento. ¿Era una broma? ¿Stella sabía sobre ellos? ¡¿Cómo?!

–Y he vuelto a hacerlo –Stella tamborileó los dedos, inquieta–. Prometo que no volveré a entrometerme en tu vida y me limitaré a hacerlo en la vida de tu hermano nada más. ¡Es que soy una romántica!

–¿De verdad?

–Bueno, un poco. Pero no se lo digas a Cayden. No queremos asustarlo.

–Sí, seguro que no le haría gracia esa declaración –respondió, intentando esbozar una convincente sonrisa despreocupada. Dudaba haberlo logrado.

Inolvidable (Sforza #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora