Capítulo 31

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Mirando los ojos azules clarísimos de Adam, Elisa apenas podía creer que lo había hecho. Un momento se encontraba cenando en casa de Cayden y al siguiente le pedía a Stella que la llevara con Adam. Un impulso del todo inesperado, pero que Stella había atendido rápidamente, como si temiera que pudiera arrepentirse de su petición.

Sin embargo no se arrepentía, ni siquiera cuando vacilaba ante la expectativa que se adivinaba en el rostro de Adam, mezclada con una pizca de impaciencia y desconcierto. Finalmente se lo diría. Sí, lo haría.

–Lo primero es disculparme por lo sucedido anoche –Elisa desvió la mirada–. Tras reflexionar detenidamente, sospecho que no te burlabas de mí cuando dijiste... lo que dijiste.

–No, no lo hacía –murmuró Adam sin dejar de mirarla.

–Sé que no pero no lo entiendo. Me confundes.

–¿Te confundo?

–¡Por supuesto que sí! –Elisa bufó por lo bajo–. Llegué a pensar que estabas coqueteando conmigo.

–¿Yo? ¿Coqueteando contigo en medio de un baile? –Adam añadió con sarcasmo–. Seguro, una conducta escandalosa.

–Sí, lo es. Y no te burles. Lo es porque estás a punto de casarte.

–Elisa...

–No, Adam. No necesitas explicarlo. Sé que no coqueteabas pero no pude evitar sentir que así era y... da igual. Lo siento, eso era lo que quería decirte.

–¿Nada más?

–Para empezar, sí –confirmó Elisa y volvió a desviar la mirada–. Lo siguiente que debo contar es un poco más difícil de explicar.

–¿Más que esto? No sé qué puede...

–Quiero decirte la verdad de lo sucedido al final del verano.

Adam se puso rígido a su lado. Incluso a la distancia, Elisa podía ver la tensión que emanaba del cuerpo de él y la pétrea expresión en su rostro.

–Ah. La verdad –Adam soltó con voz monótona.

–Sí, Adam. Porque yo...

–Es decir que admites haber mentido –interrumpió.

–Sí. No. Bueno, no es tan simple.

–¿No? Yo te haré el favor –Adam tomó la barbilla de Elisa y la obligó a mirarlo–. ¿Fue solo diversión para ti?

–No.

–¿Sentiste algo de lo que dijiste?

–Cada palabra hasta antes del último día.

–Entonces, la despedida, ¿no querías dejarme?

–No.

–¿Por qué lo hiciste?

–Eso es lo que quiero explicarte.

–Está bien –apartó su mano de ella–. Empieza. Te escucho.

Elisa asintió y pasó la mano por su barbilla, como si así pudiera conservar el calor de Adam en su piel. Suspiró.

–Pensé que sería lo mejor para ti. Quise protegerte –Elisa negó, perdida en recuerdos–. Mi padre no aprobaba nuestra relación y me exigió que la terminara o lo haría él. Tuve miedo por ti y supe lo que tenía que hacer.

–¿Temías por mí? ¿Por qué? ¿Acaso crees que tu padre puede hacerme daño alguno? –inquirió con incredulidad.

–Ahora no.

Inolvidable (Sforza #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora