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Jihoon ignoró aquella pregunta, y tomó la pintura que había dejado en la sala y subió a encerrarse en su estudio —Sala recreativa lo llamaba su mamá, porque además también habían juguetes de sus sobrinos—. Con mucho cuidado limpió la pintura que había comprado y luego de investigar en internet confirmó que efectivamente era un Javier Gallardo original, perdido durante el tour artístico en 1989.

Sonrió pasando sus dedos por encima del lienzo y se concentró en su trabajo.

De ser por él, se habría quedado todo el fin de semana trabajando en la pintura, que había necesitado más retoques de los que creía, pero su madre había irrumpido el sábado al mediodía en la habitación y lo había sacado a rastras para que tomara una ducha y saliera a participar en el evento de la iglesia. Él hizo caso sólo porque sabía lo importante que era para ella y porque no quería que se enojase.

Con ropa limpia y el rostro libre de cualquier rastro de pintura, Jihoon salió a la calle. Toda la avenida principal estaba llena de globos, comida y personas; niños corrían de un lado a otro, adultos conversaban y demás pero lo que en verdad era el centro del espectáculo era el partido de básquetbol en la cancha al final de la calle. Después de tomar un poco de cada postre en un plato hasta casi hacerlo rebosar, Jihoon fue hasta las gradas de la cancha para contemplar el partido, gracias a su corta estatura pudo abrirse paso entre la muchedumbre con facilidad, no consiguió un lugar donde sentarse pero no lo importó mirar estando de pie.

Los jugadores eran niños de doce años o quizás menos, el equipo rojo contra el equipo verde. Entre los niños de verde logró divisar a su vecino Woojin y decidió que ese sería el equipo que apoyaría; todo iba bien, hasta que por estar concentrado en el dulce de leche, Jihoon no vio la pelota aproximarse a él, mejor dicho a su cabeza.

Cayó sentado de culo por el golpe y su plato, con todos los dulces, había terminado en el suelo también, hizo mala cara mirando las cosas destrozadas en el piso y luego de un suspiro se levantó, sacudiéndose el trasero y las manos y además asegurándoles a los demás espectadores que estaba bien.

—Lo siento mucho, SangGyu no lo hizo intencionalmente...

Un hombre, con cabello rubio y una bandana roja en la frente estaba frente a él y lo primero que Jihoon pensó fue que era realmente apuesto, luego borró todos esos pensamientos impropios y se concentró en lo que el otro decía.

—Estoy bien... —dijo, aunque no sabía si el otro le había preguntado sobre su estado.

No lo hizo, porque se rió y luego explicó que era el capitán del equipo rojo y como los niños estaban algo faltos de práctica debido al poco tiempo para prepararse.

—Oh bueno, eso explica el mal lanzamiento —se burló Jihoon sin mucha malicia y el otro bufó una sonrisa—, mis chicos verdes ahí, le están enseñando a tus chicos cómo se hace.

El hombre se rió y cruzó los brazos sobre su pecho, alzando el mentón en un gesto socarrón.

—Estás usando una camiseta roja, ¿sabes?

—Es por lástima, en honor a su funeral. Hay verde en mi sangre.

El partido terminó con una victoria aplastante del equipo verde sobre el rojo, lo que permitió que Jihoon siguiera mofándose del aquel entrenador con diversión y que, además, felicitara a su vecino por haber ganado. El premio era justamente uno de los pasteles de su madre.

—Señor verde... Caminas muy rápido para ser tan pequeño.

Jihoon intentó no parecer muy sorprendido cuando el otro lo alcanzó en el puesto de comida y lo miró con una ceja alzada mientras masticaba su dona de chocolate.

—Tú eres muy lento para ser tan grande... —atacó de vuelta luego de tragar, lamiendo el dulce de los dedos de su mano libre.

—Soy JeongHan...

—No está mal para un entrenador de un equipo perdedor... —ladeó la cabeza ligeramente y sonrió de lado—, yo soy Jihoon.

JeongHan volvió a reírse y pidió una dona para si mismo. Luego de eso la conversación fluyó como agua en un río. El rubio era mayor que él por dos años, vivía en Seúl pero estaba de visita en casa de su abuela por unos días y se dedicaba al deporte; era entrenador de ligas menores de básquetbol. Era realmente encantador a decir verdad, y no sólo captaba sus señales, sino que las devolvía, cosa que le daba cierta seguridad a Jihoon para insinuarse con libertad, porque ya desde que estaba solo no había vuelto a tontear con alguien más y difícilmente sentía ese tipo de química instantánea con una persona.

—Dame tu número, te invito a salir otra noche —pidió JeongHan mientras el sol se escondía en el cielo.

Jihoon juró que se trataba de alguna escena de una estúpida película romántica, que él no era él sino otra persona, porque esas cosas no pasaba en la vida real. En la realidad, JeongHan no sería tan estúpidamente apuesto y agradable, y no reluciría como un supermodelo con la luz del sol de la forma en que lo hacía.

—Así no es como se hacen las cosas —dijo el protagonista, que parecía ser él, pero no era él, recordemos que está viviendo una película—, debes convencerme.

—Puedo hacer un truco de magia...

JeongHan estiró la mano hacía su oreja, pero incluso antes de poder siquiera tocarle, una moneda había caído de su mano, dando por fallida toda la ilusión del acto. Jihoon sólo se rió.

—Para empezar, tratarme como un tragamonedas no es una idea buena y segundo, el truco de magia debería de salir bien —criticó divertido por el rostro apenado ajeno, entonces JeongHan sacó un globo largo de color verde de su bolsillo—, ¿siempre llevas globos de esos encima?

—Tengo dos sobrinas inquietas, es necesario saber cómo llamar su atención —se excusó el mayor antes de inflar el globo.

Lo miró inflar la goma hasta que estuvo bastante largo y luego contempló asombrado como lo transformaba en una jirafa verde lima. JeongHan le ofreció el animal con una reverencia pomposa y él lo aceptó riendo.

—¿Por qué una jirafa?

—Para que me recuerdes...

Jihoon entrecerró los ojos, mordiéndose el labio inferior para impedir que otra sonrisa saliera de su boca y luego exhaló dramáticamente.

—Muy bien, tu jirafa me convenció... —dijo como si fuera un gran sacrificio y luego le dictó su número al mayor.

Esa misma noche durante la cena, Jihoon intentó ignorar por todos los medios la sonrisa que su madre le ofrecía, él sabía que ella sabía y tramaba algo, pero simplemente no quería mencionarlo, quería ahorrarse la vergüenza. Él ya era un adulto por amor a Dios.

—Te vi con el nieto de la señora Kim —dijo ella mientras él jugaba con sus aceitunas—, me alegra que te relaciones con otra gente cariño.

Oh claro, como si ella no lo hubiese visto coquetear abiertamente con aquel desconocido. Jihoon no dijo nada y, afortunadamente, ella olvidó el asunto y él lo hizo hasta que más entrada la noche, antes de disponerse a dormir, su celular le alertó de un nuevo mensaje de un número desconocido deseándole dulces sueños.

No tuvo que adivinar para saber de quién se trataba.

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Este fanfic es bastanteeeee melancólico así que si... Preparense para sufrir xD

Agradezco enormemente a Lulu (man se me olvidó tu usser) quien ha sido mi beta y me ha hecho reír con sus opiniones sobre el fic. 

Espero les guste la historia. Hasta el viernes <3 

Somos (+ que) Amigos ➳ JiCheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora