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El domingo entero y parte de la mañana del lunes Jihoon se centró en la pintura que estaba reparando, y cuando la terminó sonrió orgulloso para si mismo. Ese día tenía un almuerzo con un representante del museo de Chunchang y planeaba mostrarle, además, la pintura de Javier Gallardo que había encontrado y reparado. Salió del estudio con una sonrisa en la cara y fue directamente a darse un baño; al mirarse en el espejo luego de la ducha, notó las bolsas oscuras debajo de los ojos, no en vano había trabajado toda la madrugada. Su cuerpo le pedía un descanso a gritos pero él no se lo daría aún, primero debía librarse de sus responsabilidades.

Omitió su reflejo mientras se lavaba los dientes y luego fue a su habitación para vestirse de manera casual y fresca considerando el clima caluroso que estaba haciendo, al terminar volvió a su estudio a por la pintura la cual envolvió en papel marrón y salió de casa. Su madre estaba en el trabajo, había pasado por el estudio temprano esa mañana a dejarle el desayuno antes de irse.

Se metió en su pequeño beetle color azul y condujo hasta el restaurante en el que había quedado con el señor Yang. Si había algo que le encantaba de Busan, además de toda la comida marina, era el tráfico ameno; sin importar la hora que fuera, podías salir y conducir tranquilamente, algo que claramente era imposible de hacer en Seúl. Llegó al restaurante un cuarto de hora antes de lo acordado, y con pintura en mano entró, preguntándole a la recepcionista —quien ya lo conocía de todas las veces que había ido—, por la reservación. Ella lo guió con una sonrisa hasta la mesa, y él no se sorprendió al encontrar al señor Yang sentado en esta.

—Puntual, como siempre —lo saludó el hombre y Jihoon hizo una reverencia, para luego despedir a la muchacha.

El señor Yang era el administrador del museo, contables veces anteriores se habían reunido para lo mismo; Jihoon le llevaba una pintura valiosa o bien el hombre solicitaba sus servicios para reparar alguna adquisición del museo. Era casi un trabajo estable y bien remunerado, que le permitiría quedarse en Busan y vivir por su cuenta si lo quisiera. Pero él no quería.

—¿Tienes algo nuevo para mí? —preguntó el hombre viendo la pintura empapelada.

Jihoon sonrió de lado y le entregó el paquete, bebiendo agua mientras veía al anciano acomodarse los anteojos sobre el puente de la nariz y revisar la pintura sin quitar el papel enteramente.

—Un Javier Gallardo... Es bastante interesante —halagó el otro y Jihoon agradeció por lo bajo—, tendremos una subasta este jueves, veré que puedo hacer por ti, ¿Cuánto te hace falta para tu casa?

—Seiscientos mil wons —respondió Jihoon desinteresadamente.

—Este vale al menos 2 millones de wons, te vendrá bien. Ahora el plato fuerte, la razón por la que te llame fue porque necesito de tus servicios.

—Obviamente, no es usted una persona muy sociable que invita a sus negociantes a comer por puro ocio. Mi madre mencionó los ángeles de Fontaine que reparé hace un mes.

—Ah si, el señor Lee vio tu trabajo y quedó encantado, por lo mismo ha decidido contratarte. Verás, el museo L'coir le ha concedido al país unas cuantas obras de Manet—Jihoon alzó las cejas en sorpresa, nada menos que un Édouard Manet enviado directamente desde París.

—Debió costarles un ojo de la cara.

—Lamentablemente son prestadas temporalmente, pero el problema está en que cuatro de las obras sufrieron pequeños percances y te necesitamos para repararlas, otros también irán, será un trabajo en conjunto considerando lo costosas que son la pinturas...

—¿Irán?

—Ah, eso... Debes estar en Seúl para el jueves, el Museo Jangdongmyo, ¿Sabes cuál es?

Sería idiota si no lo supiera, asintió de manera distraída y entonces su acompañante empezó a explicarle los detalles del trabajo, quienes trabajarían con él y demás. El contrato lo firmaría una vez estando en Seúl y la paga sería al final del trabajo, todo parecía en orden así que aceptó sin dudarlo, aun cuando no tenía idea de donde se quedaría. El resto de la reunión consistió en comer en silencio y por último una despedida educada.

De vuelta a su beetle, Jihoon respiró profundo antes de arrancar el vehículo. No le importaba irse de viaje, pero no quería llegar a un hotel; era demasiado quisquilloso y tacaño para eso. Bien podía pedir alojo a uno de sus amigos, tal vez a SeungKwan y SeokMin. No, se dijo, ambos acababan de recibir a sus hijas en sus vidas y lo menos que Jihoon quería era pasar mes y medio viviendo con bebés lloronas, por mucho que quisiera a sus amigos. El ligero pensamiento de ir donde Mingyu y Wonwoo llegó a su mente pero lo desechó tan rápido como llegó al recordar que ambos estaban de vacaciones por Latinoamérica. ¿Por qué todos sus amigos tenían pareja?

—Piensa, Jihoon, no puedes ser el único solterón —dijo para sí mismo mientras tomaba la calle que dirigía a su vecindario.

A ese paso no tendría otra opción qué quedarse en un hotel.

Condujo con la mente en otro lado y al aparcar en la calle frente a su casa, tomó su celular y empezó a revisar la lista de contactos, buscando a sus amigos más cercanos con lo que tenía suficiente confianza para pedirles alojo. Deslizando la lista encontró el número de Jonghyun, quien era más amigo de su hermano que suyo, pero aún así le tenía confianza, y no recordaba que este estuviera casado o con hijos.

Cuando estaba a punto de marcar el número del mayor, la pantalla de su celular se iluminó, asustándolo brevemente al punto que dejó caer el celular a su regazo, rápidamente lo tomó y respiró profundo antes de contestar la llamada.

Somos (+ que) Amigos ➳ JiCheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora