Ese maldito septiembre cuatro que hace ruido en mi cabeza una y otra vez. Tengo la piel helada y los ojos húmedos.
Me acuerdo que estaba feliz, cada vez faltaba menos para la primavera y los días eran más cálidos.
Llegó una carta. Mi mamá me miró y no supo que decir, pero sus ojos se llenaron de lágrimas.
–¿Qué dice la carta mamá? –pregunté. – Nada hija, por favor andá a buscar a tu hermano.
Sentí tenso el ambiente pero obedecí aunque no entendía mucho más.
Después de unas horas empezaron a llegar parientes, algunos no había visto hace mucho tiempo y todo era un caos terrible. Mi tía intentando no llorar me abrazó.
– ¿Qué está pasando mamá? No entiendo nada. –insistí.
Todos se quedaron callados.
Me miró y me pidió que llevara a mi hermano a la pieza, todavía con la voz quebrada. Ella nos esperó ahí y después cerró la puerta.
– No es fácil lo que tengo que decirles pero quiero que sepan que los amo muchísimo y… –se detuvo sin poder terminar esa oración.
– ¿Qué pasó mamá?
– Su.. su papá murió. –y rompió en llanto.
Mi hermano la abrazó y juntos se rompieron en un mar de lágrimas.
Yo me quedé inmóvil y en mi mente se proyectaron mil imágenes. Mi hermano me abrazó.
– ¡No, soltáme! –lo alejé. –Papá no está muerto, es imposible y esto seguro es una broma. –reí cuando en realidad todo mi mundo acababa de caerse abajo. – Es mentira . –repetí una y otra vez.
Salí de la habitación con los ojos húmedos y la piel helada. Después mi prima me abrazó y no me soltó hasta que finalmente también empecé a llorar.
– Es mentira, por favor, decime que es mentira. –apenas dije.
Habían pasado cuatro años de la última vez que lo había visto, y tenía una absurda idea de que quizá en realidad estaba en algún lugar vivo, más vivo que nunca.
Finalmente llegó la primavera pero en mi cabeza todavía era invierno y por las noches no dejaba de llorar hasta escuchar mi corazón latir con intensidad y mi respiración cortarse pidiendo que volviera y me abrazara fuerte.
Tenía muchos recuerdos mezclados, algunos un poco borrosos y una fotografía suya en mi mesa de luz.
Me pregunté qué había sido de él en los últimos años o si todavía se acordaba de mí y también me culpé por no haberme podido despedir. Necesitaba saber si él era consciente de lo mucho que lo quería.
Y después llegaba mi mamá y me encontraba llorando mientras abrazaba la almohada. Se quedaba conmigo hasta que finalmente me dormía.
A veces todavía vuelvo a ese maldito septiembre cuatro y me acuerdo de él y de la manera que siempre encontraba de hacerme sentir mejor pero ya no lo extraño, ya no. Ahora lo siento conmigo a donde vaya y esta vez sí, esta más vivo que nunca.
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Pedazos de alma ©
PoetryMis escritos son tan sólo un manojo de sentimientos que quisiera guardar para siempre.