XXIV: Eterna

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XXIV

Despertar, observar el techo del castillo y darme cuenta que todo es real, ya no estoy en Zelenia pasando hambre, destruida, entrenando o peleando contra Senzuele, estoy en un castillo despertándome, con mantas tan suaves como las plumas de un ganso, con una almohada que impregna un olor como el de un roble del bosque, no parece la realidad, parece un sueño. Me lanzo el cabello hacia atrás y me dirijo al baño para ducharme, mientras me desvisto pienso en lo que me espera para desayunar, seguro debe ser una exquisitez ya que la comida de ayer fue más que increíble. Entro a la ducha y giro la llave a la derecha para que salga el agua, no está fría, ni tan calienta, esta reconfortante, algo tibia que suaviza mi piel y acaricia mi cabello. Salgo de la ducha, me coloco una bata que estaba un pequeño armario dentro del baño, es suave y blanca, la amarro en la cintura y doy vuelta otra vez a mi habitación, al salir de la ducha escucho un toque en la puerta, sigo secando mi cabello y dijo segura.

— Pase.

Las dos criadas de ayer tan solo no llegaron con mi desayuno, llegaron con algo que extrañaba tanto como mi misma familia, Fenol. Estaba más gordo (Parece que las mascotas de exiliados los apapachan mucho), llevaba un lazo rojo (Sorprendentemente no era blanco), enseguida lo cargue y lo recorrí en besos, las criadas sonreían y veían como me había reconfortado volver a ver a Fenol. Deje a Fenol en el suelo y una de las criadas me dijo:

— Es un regalo, del Rey Asleen dijo que le encantaría y al parecer tuvo razón.

Por supuesto Asleen tenía que ver con esto, me conocía tan bien, seguro supo que lo extrañaba mucho y lo mando a buscar, cada momento que Asleen hacia un gesto así me recordaba que lo amaba, que quería ser su Reina, quería ser siempre suya y que el fuese siempre mío. Las dos criadas trajeron en el desayuno en un pequeño carrito plateado, armaron una pequeña mesita de madera al lado de mi cama y antes de retirarse se despidieron con su típica frase.

— Si necesita algo no dude en pedirlo.

Quería algo en específico, no quería algo material, quería conocerlas un poquito ya que después de todo ellas me han tratado tan bien y ni siquiera se me sus nombres. Algo insegura me dirijo hacia ellas y les digo.

— Si hay algo que pueden hacer por mí.

— ¿Qué desea?

— ¿Cuáles son sus nombres?

Ambas se miraron confundidas y soltaron una risitas, la primera, una alta cabello marrón cenizo, ojos marrones, algo trigueña, respondió.

— Me llamo Nelisse.

Enseguida mire a la otra que se parecía sorprendida, bajita, morena, un cabello bastante largo y rizado, ojos café, respondió algo insegura.

— Me llamo Fadia.

Asentí, pero antes de que se fueran les pregunte:

— ¿No quieren saber el mío?

Nuevamente ambas se miraron confundidas, Nelisse enseguida respondió:

— Ambas ya sabemos su nombre, Alteza Elaya, Asleen nos habló mucho sobre usted y nos pidió un muy extenso y suave trato hacia usted.

Me sonroje de inmediato, me bastaba creer que tenía criadas que se ocuparan de mí, pero no que tuviesen un trato tan especial.

Al ver que ya no tenía más nada que decir ni pedir ambas tomaron el carrito con la comida y dejaron varios platos en la mesa, todos envueltos con tapas plateadas, luego hicieron una pequeña reverencia con sus pies sosteniendo sus faldas y se fueron no sin antes decir.

La Regla Del Cristal Blanco™ [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora