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Miró su pecho totalmente desprotegido en el espejo, donde un par de alas se mostraban orgullosas, una en cada pectoral, dejando un hueco justo en donde anunciaban el latir de su corazón o eso le habían dicho. Dentro del plumaje detallado debería existir un corazón, debería porque ese era el diseño original sin embargo él pidió anularlo, no se consideraba tan cursi como para tener un corazón literal en su pecho, prefería la crudeza de la esperanza de unas alas sencillas.
Sonrió colocándose nuevamente la sudadera para salir del pútrido baño, sus dedos tocaron el sarro en el pomo de la puerta, se asomó por la derecha e izquierda cual ladrón y comenzó a caminar con precaución mientras se colocaba la gorra de la sudadera para comenzar a hurgar en el mueble lleno de polvo, removió un par de peluches que estaban deshaciéndose en abandono, tiró un par de cajas que tenían fichas de juego y algunas colillas de cigarro, removió hasta el último adorno o estorbo en estado de olvido hasta que encontró la única caja que seguía manteniéndose intacta, limpia en color blanco, aquella que tenía una rosa pintada y cuidada. La abrió haciendo que un rechinido suave resonara encontrando unos cuantos billetes y monedas, los cuales tomó con rapidez metiéndolos en sus bolsas para mirar asustado la puerta cuando la escuchó resonar.
— ¿Estás aquí? —Su corazón latía tan rápido que lo sintió en sus oídos, se supone que él regresaría tarde. No tenía sentido esconderse, el olor lo delataría.
Escuchó los pasos pesados de un hombre probablemente ebrio —o mínimo con resaca— arrastrándose hacia donde él estaba. Con una casa tan pequeña no era extraño que adivinase, sólo había una cocina, que a su vez era sala, además de una recámara y un baño. Los ojos del viejo hombre se incendiaron en rabia, sus iris parecían estar rebotando entre la habitación mirando el extraño desorden hasta que por fin encontró la caja blanca abierta.
— ¡¿Qué mierda estás haciendo?! —La voz ronca y flemosa sonó .
Asustado, tomó un adorno de un ángel lleno de polvo y algunas telarañas, lo lanzó hacia el hombre enorme. Probablemente tenía la suerte de que él no estuviera en sus sentidos, el adorno lo golpeó asustándolo pero no le hizo daño alguno, sin embargo la distracción fue suficiente como para correr pasando por su lado.
— ¡Regresa, mocoso estúpido! —Ahora sentía su corazón golpeando su pecho con fuerza, el estómago se le retorcía con temor y sus pies podían fallarle en cualquier instante. Brincó uno de los sillones y saltó hacia la puerta.
No regresaría jamás.
— ¡Él se lleva mi dinero! ¡Alguien detenga a esa maldita rata! ¡Regresa acá, JiMin! —Sólo escuchaba su vieja y ronca voz hacerse más y más lejana mientras sus pies se movían en automático. Nadie le haría caso, había gente en la calle, pero algunos solo lo miraban correr y otros hasta se reían. Era usual la falta de empatía en esa zona.
Por sus trotes el gorro comenzó a caerse de su cabeza dejando sus hebras libres al viento, mientras más corría, mientras más se alejaba de esa casa, más comenzaba a sonreír, levantó los brazos al cielo dando un último salto sólo para seguir emprendiendo aquella carrera que no paró sino hasta que su corazón estuvo por ahogarlo en la garganta de los latidos tan fuertes.
Comenzó a reír mientras sentía el viento en su rostro, mientras el paisaje vespertino lo acompañaba y algunas luces amarillas pintaban su figura en el asfalto. Su risa comenzó a apagarse en el momento que las lágrimas eran demasiadas para poder mantener aquel gesto hermoso en su rostro, uno que distaba de la alegría. Se tropezó y cayó en medio de la acera de una zona industrial abandonada, ahí tirado comenzó a jadear buscando aire, sintió cómo las lágrimas comenzaban a colarse por sus labios, apresó sus ojos con fuerza sintiendo el nudo más grande en su garganta, aquel nudo que tenía que liberarse con un grito. Se estiró en el suelo, jadeó más, sentía que su cuerpo ardía, como si pudiera prenderse en fuego en cualquier instante.
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no me dejes caer ›› ym
Fanfiction»» ''La humanidad logró evolucionar en alfas, omegas y betas, todo para el beneficio de la sociedad, cada uno con roles establecidos que deben acatarse, todo por el bienestar de la raza". Esos eran los cuentos que leía cuando pequeño y distaban much...