*Espera espera...¿qué? nunca pensé que le llegaría a gustar a María, y me lo acaba de confesar. Maldita sea, cómo le digo yo ahora que ella a mi también me gusta... mira, voy a ser directa, como ella*
-Tú a mi también me gustas María, mucho.
En ese momento María me dedicó la sonrisa más bonita que le había visto nunca. Yo me empecé a poner nerviosa, y tras devolverle la sonrisa, intenté romper el hielo de la situación un tanto incómoda que se había formado y le acaricié la mejilla derecha. María sonrió con más ganas y la pobre mía se puso como un tomate. Después de un rato, pagué la cuenta y fuimos a andar. Era ya muy tarde, así que decidí acompañarla a casa.
-Te voy a matar por haber pagado eh, esta te la guardo. -Me dijo María sonriendo.
-Qué más da, tenía ganas de invitar, y lo he hecho. -La contesté mirándole a los ojos mientras caminábamos. -Este era tu portal, ¿verdad?
-Sip.
Dios, qué momento más raro. No puedo llegar a decir que fue incómodo, porque María y yo siempre nos sentíamos muy cercanas, pero fue de los momentos más raros por los que hemos pasado. No sabíamos qué hacer... nos dábamos dos besos, nos dábamos un abrazo... ¿¿qué??
-Puedes dejarme aquí Melo, no te preocupes.
Y de repente, mientras me decía aquello, abrió sus brazos acercándose a mí... y me dio el primero de sus besos cariñoso en la mejilla. Fue un abrazo duradero, un abrazo increíblemente mágico, en el que me sentí protegida entre los brazos de mi personita de 1,60.
-Mañana te llamo. -Le dije con la cara roja.
-Cuando quieras. -Me contestó. Y se fue.
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