SÓLO PIDO QUE SEAS TÚ...

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*Narración de Melo*

Después de aquel maravilloso día en el que María se lanzó a darme un beso, quedamos un par de veces más, pero esta vez con más gente, por lo que no hubo beso en ninguna de las ocasiones. Yo la tenía muchas ganas, y ella a mi también, así que volvimos a quedar por la noche en mi casa. Debo admitir que he tenido un par de sueños un tanto subiditos de tono con María estas dos últimas noches... y normal... después del pedazo de beso del otro día de semejante mujer quién no iba a tener esa clase de sueños, pero obviamente no le he dicho nada. Sabemos que somos algo más que amigas, pero nunca hemos sacado el tema. Ella siempre ha dado los primeros pasos, y creo que cuando sea correcto, se lo pediré yo. Pero de momento, voy a disfrutar de un ratito con ella. 

*Sonido de timbre de puerta*

-Hola señorita. -Le digo a Cadepe recibiéndola.

-Ay Melo déjame entrar que hace mucho frío hoy y se me ha olvidado la chaqueta y me estoy congelando.

María entró, dejó su bolso en la encimera de la cocina mientras yo cerré la puerta, y mientras que ella estaba de espaldas dejando las cosas aproveché para acercarme por detrás, agarrarle de la cintura y decirle al oído:

-Te echaba de menos payasa.

Se dio la vuelta, me agarró por la nuca, la cogí de nuevo de la cintura y llegó el beso que tanto habíamos estado esperando. Cómo me gustaba, era una sensación fascinante. María era otro maldito mundo. Después me abrazó, y me dijo al oído:

-Yo también te echaba mucho de menos. 

Nada más entrar en casa, se quitó las zapatillas, le cogí una manta del armario y se puso en el sofá.

-¿Quieres un café o algo? -Le pregunté.

-Qué va Melo, acabo de cenar y no puedo nada más.

-Bueno, pues yo me voy a hacer mi cafelito nocturno. Mientras ve eligiendo qué peli quieres ver.

Mientras yo me tomaba mi café, Cadepe buscaba pelis por mi estante que le llamasen la atención. Y como no, cogió Harry Potter. Le enseñé a ponerlo, lo puso, me terminé mi café y me senté en el sofá con ella.

-Jo ven que estás muy lejos. -Me dijo.

Me tumbé completamente, apartándome más de ella, y le dije sonriendo:

-Pues ven tú.

María, temblado de frío, se metió debajo de la manta y se puso encima mía pegándose sobre mi cuerpo. Señor, qué había hecho yo para merecer a semejante diosa encima mía. Rezaba para que no se me fuese la pinza. 

El principio de la piedra filosofal es un poco rollo, tengo que decirlo. Es más, me la he visto tantas veces que ya hasta me aburre entera, y como ví que María estaba también poco pendiente de la peli, empecé a hablarle.

-¿Tienes frío peque?

-No, ya no. -Me contestó mientras metía sus manos debajo de mi espalda. Me dio un beso en la mejilla, y le di uno en los labios. 

No sé cómo, ni por qué, pero aquél beso empezó a ser muy duradero, muy húmedo, y de repente todo lo que tenía al rededor mía desapareció. Cuando comencé a pensar otra vez, me di cuenta de que las manos de María estaban en mi cuello, y cuando la miré, vi que me tenía unas ganas tremendas. ¿Sería yo la única que había tenido sueños húmedos? No lo creo. Sin darme cuenta, mis manos bajaron hasta su cintura, lo que la hizo retorcerse levemente, y más tarde comencé a darle besos por el cuello. Cadepe soltó un leve gemido. Me encantaba lo interesante que se estaba volviendo la situación. Sinceramente, no sabía si María sabía lo que estaba pasando, o si era consciente de lo que estaba a punto de pasar, así que le pregunté. La situación requería que fuese susurrando.

-María cielo, tú estás segu... -No me dejó ni acabar.

-Melo, si no estuviese segura, ni siquiera te hubiera seguido el rollo. Me encantas, y lo tengo muy claro, así que que pase lo que tenga que pasar, que fluya. - Me contestó entre susurros.

No podía parar de sonreír. Sabía que iba a hacer el amor con una de las personas más especiales que jamás había conocido, por no decir la más especial. 

Seguimos con el intenso beso que tanto deseábamos. Mis manos de repente fueron a parar a su espalda, me encantaba acariciarla. Cuanto más intensa se volvía la situación, más se la agarraba, haciendo que se pegara más a mi cuerpo. Noté que eso le encantaba, así que volví a bajar las manos, esta vez un poco más abajo de la espalda, pero sin llegar al culo, y apreté a María contra mí. Soltó otro pequeño gemido. Lo estaba consiguiendo, María se estaba volviendo loca. Me sorprendió mucho su reacción, porque siendo "hetero", y no habiendo hecho nunca nada con una chica, María se lanzaba y no tenía miedo, así que me metió las manos por dentro de la camiseta y me empezó a acariciar la espalda, o lo que podía de ella, ya que yo estaba boca arriba, y fue pasando a la parte de alante.

-Cielo, no me toques mucho la barriga que tengo complejo... -Le dije muy insegura. Me daba miedo asustarla... ella era tan delgada y tan perfecta...

De repente se reincorporó, quedándose sentada encima mía, y me dijo:

-Levántate la camiseta.

-¿Qué dices?

-Melo, lo haces o lo hago. -Pensé por un momento que me iba a rechazar como viese que no le gustaba, así que dejé que lo hiciera ella por mí. Me levantó la camiseta, y aprovechando así, me la quitó entera, riéndo y mirándome a los ojos, siempre. Pero yo seguía con miedo. Empezó a mirar mi cuerpo con dulzura, con cariño, me miraba de una manera que nadie antes lo había hecho. Recuerdo que mis anteriores parejas nunca se pararon a contemplar mi cuerpo, lo evitaban, sin embargo María esa noche me dio una lección. Mientras acariciaba mi cuerpo, me dijo:

-Cariño, ¿tú te crees que a mi me importa lo que peses o dejes de pesar? Mira yo no sé con quién habrás estado tú, pero desde luego que tienes creada una inseguridad tremenda, se te nota. Me encantas tú, no sólo tu cara bonita. Te veo casi todos los días y lo primero que pienso es "joder, yo quiero besar esa barriguita, ¿cuándo podré tumbarme en su pecho?". Melo, cielo, me gustas por ser tú, y si me dejasen elegir, no te cambiaría, no te quitaría peso, sólo elegiría que siguieses siendo tú, la que me tapa por las noches cuando tengo frío, la que me hace reír cuando estoy mal e incluso cuando estoy genial, la que me mira de una manera especial, la que me besa como nadie y me invita a comer cuando ni si quiera le toca a ella, la que hace vlogs y el payaso todo el santo día... solo pido que seas tú.

Las palabras de María hicieron que se me saltaran un par de lágrimas. Las vio, me sonrió, y se volvió a tumbar encima mía abrazándome. 



MELEPE - La verdadera historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora