UNA NOCHE INOLVIDABLE

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*Narración de Melo*

María y yo bajamos andando al pueblo. Estábamos a unos 20 minutos, pero preferíamos dar un paseo por el campo. Fuimos a diferentes tiendecillas, todas con productos frescos y comida casera. Compramos tomates, lechuga y olivas para hacernos ensaladas para acompañar con las comidas. Compramos empanada casera, huevos, leche, jabón casero, y todo lo necesario para dos días. 

Cuando subimos a la casa, eran ya las ocho y media de la noche, y ya se había ido el sol. La casa sin luz natural era aun más bonita, la luz de las bombillas le daba otro toque a la casa; más rústica, más romántica. 

María y yo preparamos la cena, cenamos y nos echamos juntas en el sofá. Cogí el móvil, y me puse a mirar fotos de instagram.

-Nada de móvil. -Me dijo Cadepe mientras me lo quitaba.

-Perdona cariño... es la costumbre. -La contesté dándole un beso. 

Aunque estábamos a principios de noviembre, en aquella casa hacía calor, debía ser porque el dueño tendría a todas horas la calefacción de la casa puesta. Cadepe se levantó del sofá.

-Voy un momento arriba a cambiarme que me estoy asando. -Dijo.

Me chafó el plan. Quería empezar a darle besos, a encenderla, a hacer lo que no hicimos aquella tarde, pero me iba a salir con la mia de todas formas. 

A los cinco minutos subí, y la pillé en pantalón corto de chándal y poniéndose el sujetador.

-¿Me dejas que te ayude? -Dije apoyada en el marco de la puerta.

-¿A ponerme el sujetador? 

Me acerqué a ella por detrás, cogí de los enganches de su sujetador vino burdeos, e hice el amago de abrochárselo... pero ambas sabíamos que ninguna queríamos eso... así que de repente los solté, deslicé mis manos hasta su cintura y comencé a besar su hombro... después su cuello, y le susurré al oído:

-No, a quitártelo. 

María cerró los ojos. Seguí besando su cuello, agarrada a su cintura, y fui pasando mis labios por su pecho. De repente me di la vuelta, y nos quedamos cara a cara, así podría seguir besándola sin problemas. Me senté en el borde de la cama, y se sentó encima mía. Agarré los tirantes de su sujetador, y se lo quité completamente. Acaricié su espalda, tan suave su piel como la de un bebé...  olía a vainilla... 

María apretó su cadera con la mía mientras me besaba con fuerza, y de repente sentí su mano por el filo de mi pantalón, metiéndose dentro de mi camiseta. María quería guerra. Me dejé hacer, es lo que ella quería, demostrarme que sabía hacerlo bien, así que me tumbé en la cama, y ella, contoneándose, fue tumbándose encima mía. Primero se puso a la altura de mi pantalón, y con las manos dentro de mi camiseta, empezó a subirla, dando besos por cada hueco de piel que destapaba... hasta que me la quitó. María besaba con dulzura mi cuello, mis mofletes, mi boca... y cuanto más nos besábamos, más aumentaban sus ganas, y de repente noté como su cadera empezaba a moverse involuntariamente, como si de un acto reflejo se tratase. Me encantaba, se volvía loca, me volvía loca. Desde que su cadera se movía acorde con la mía, entre beso y beso empezaron a escucharse gemidos. Me encantaba aquella sensación, y sobre todo, lo que estaba sintiendo en ese momento, así que agarré más abajo de su cadera, el culo, y lo apreté con fuerza contra mi cadera. Si ya estábamos encendidas... aquello fue lo que hizo que se nos fuera completamente la cabeza. De repente dejé de notar su mano que estaba en mi nuca y la noté en mi ombligo, bajando cada vez más. A la vez, metí mi mano en su pantalón, agarrando su culo por dentro de la ropa, haciéndolo todo mucho más real e intenso. Nuestra ropa fue desapareciendo poco a poco, y el calor nos iba comiendo, así que se me ocurrió una idea.

-¿Cariño tienes calor? -Le pregunté susurrando.

-Sí, mucho. 

Cogí a María de las piernas, que se encontraba encima mía, y completamente desnudas, nos echamos al suelo. 

-Siempre quise que me lo hicieran en el suelo. -Me dijo mirándome. Ahora ella se encontraba en el suelo boca arriba y yo sentada enfrente suya, a punto de tumbarme sobre ella.

"Siempre quise que me lo hicieran en el suelo". Al segundo de oír eso, me recosté sobre ella y empecé a tocarla. Ni yo me aguantaba más, ni ella tampoco. Le encantaba como se lo hacía, se retorcía de placer y me llamaba en voz baja.

-Aquí puedes gritar todo lo que quieras mi amor. -E introduje mis dedos en ella. 

Una noche mágica, otra noche que iba sobre muestras de amor, sobre demostrarnos cuánto nos queríamos la una a la otra. Una noche inolvidable.




MELEPE - La verdadera historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora