Uno de los pocos días que estuvimos en Disney, planeé algo especial para María y para mí, ya que acabábamos de empezar a salir juntas y quería pasar al menos unas horas a solas con ella. Ya había hablado con Rush y los demás sobre aquello y me dijeron que lo entendían y que no había ningún problema, es más, me insistieron en que lo hiciera porque era una muy buena idea.
Aquel día por la mañana, me desperté bastante pronto. Abrí los ojos y lo primero que vi fue a María de lado, la tenía enfrente, tan bonita... Dormía plácidamente, y me dio pena despertarla, así que por unos minutos me limité a observarla, a aprovechar a mirar lo preciosa que era sin que se diera cuenta. Al cabo de un rato, besé su mejilla y susurré en su oído:
-María, cielo, despierta.
María puso cara molesta, odia que la despierten.
-Venga cariño, ya es hora de levantarse. -Le insistí acariciando su hombro.
María se puso boca abajo y giró su cabeza. Sonreí, puse mi pecho en su espalda y le dije en su oído:
-Tenemos reservada una mesa para desayunar a las 9 en el mejor sitio de Disney, yo me despertaría. -Y continué haciéndole mimos en el cuello.
María sonrió, aun con los ojos cerrados, y se dio la vuelta.
-¿Qué has hecho ya? -Me dijo con voz ronca de recién despierta.
-Venga vístete mi amor, ponte guapa que hoy salimos tú y yo solas. -Le dije levantándome de la cama. -Te espero fuera.
Bajé a la puerta del hotel a esperarla, y así aprovechaba para que Rush, con el que lo tenía todo planeado, me diera unas cuantas cosas que quería darle a María.
Al cabo de 15 minutos, María bajó. Llevaba puestos unos pantalones negros, y una blusa de manga larga de vestir muy bonita. La cogí de la mano, le di un beso y nos subimos en un coche que nos llevaba al sitio donde íbamos a desayunar.
Cuando llegamos al restaurante, María empezó a flipar. Era precioso, y su ambiente era lo que más me gustaba.
-Ala qué bonito Melo. -Me decía con la boca abierta mientras miraba a todos lados.
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-Te he traído a uno de los que están considerados como mejores restaurantes en Disney, se llama el restaurante Fantasía. -Le dije.
Mientras desayunábamos, saqué tres sobres sobre la mesa. Uno rojo, uno amarillo y uno azul.
-Tienes que elegir uno. -Le dije mirándola a los ojos sonriente.
-Ay no sé... ¿qué son?
-Escoge.
-El rojo.
Le di el sobre, y le pedí que lo abriera. El sobre que escogió María era algo que ella me había comentado mucho que quería, y nunca le di pistas, ni se imaginaba que se lo regalaría.
-Un vale por el tatuaje que yo quiera. -Me dijo ilusionada.
-El... o LOS tatuajes. Como quieras. Hazte lo que quieras. -Le dije mirándola con cariño. Sabía que le había hecho mucha ilusión, porque los tatuajes que ella quería le costaban muy caros y siempre decía que le daba pereza gastarse tantísimo dinero en ellos, así que... ¿por qué no dale un capricho que realmente se merecía?
