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CAPÍTULO 7.


Abrí los ojos y por inercia, le eché una mirada a mi despertador. 11:45am. Mierda, se me había ido la mañana durmiendo, y aun así, tenía sueño. Con toda la lentitud existente en un ser humano, me puse en pie, pero noté un pequeño detalle; no traía absolutamente nada de ropa. ¡Claro! La noche anterior me hice una paja, lo había olvidado, joder.

Tomé lo primero que hallé al costado de mi cama y me lo puse sin rodeos. Anduve descalzo hasta el baño, sin playera; no hacía frío, o al menos yo tenía calor. Me cepillé los dientes, y, sin maquillarme, me dirigí a la cocina a por un buen desayuno... bueno, a esas horas, un almuerzo.
Entré restregándome los ojos y ahí estaba el individuo más extraño del planeta: Mi hermano.

- Buenos días. - saludé con un bostezo de por medio.

-Buenos días. - me devolvió el saludo cortante, repitiendo mis mismas palabras. ¿Por qué?

Fruncí el ceño mostrando una clara expresión de extrañeza en mi rostro, pero no le di importancia. En esos momentos me encontraba muy adormilado como para entablar una conversación que de seguro, terminaría con ambos dándonos de hostias, porque olvidé deciros algo. En las mañanas, cuando estamos recién levantados, no es una buena idea hablar demasiado, y a pesar de que mi gemelo no se notaba como si recién se hubiera despertado, yo sí lo había hecho, y por su cara, más mi mal humor de cada mañana, esto definitivamente acabaría muy mal.

- Córrete. - le dije abriéndome paso para llegar hasta las alacenas y tomar uno de los tantos vasos que contenía dentro. Necesitaba beber algo de zumo, o de lo contrario, moriría de sed.

Saqué uno luego de que se movió, aunque no mucho, y me fui en dirección al refrigerador. Estaba a punto de abrirlo, cuando unas manos me tomaron fuertemente por los hombros, obligándome a retroceder. Inconscientemente solté el vaso que llevaba en mi mano, y a la fracción de segundo, (por segunda vez en la semana) pude oír cómo al caer al suelo, se hacía añicos frente a mis pies descalzos. Perfecto, qué bonita forma de empezar la mañana.

- ¡¿Qué mierda haces, idiota?! - le grité cabreado una vez que me di la vuelta.

¿Por qué diablos me asustó de esa forma?

-Gran imbécil, ¿cuántas veces te he dicho que no abras la nevera cuando estás descalzo? ¡Podría agarrarte corriente! - sí, claro, corriente. Una corriente eléctrica de pura rabia, es la que recorría mi sangre en ese mismo momento. ¡¿Por qué insiste en cuidarme como si fuera un mocoso pequeño?!

- ¡No soy un niño! ¡Sé cuidarme solo!

- Eres un estúpido, eso es lo que eres. - añadió moviendo su cabeza lascivamente y yo le mire aún más enfurecido.

- Pendejo. - agregué dedicándole una mirada indiferente y di un paso adelante.

Cosa que no fue una buena idea. - ¡AHHH! - voceé de dolor a todo lo que dieron mis pulmones. Estaba más que claro que al avanzar hacia el frente donde había caído aquel vaso, pisé uno de los cristales, lo cual se me clavó en la planta de uno de mis pies.

- ¡POR LA PUTA MIERDA! ¡MIRA LO QUE ME HE HECHO POR TU CULPA!

- ¿Mi culpa? ¿Yo qué culpa tengo de que te asustes como una niña, ah?

-¡Grandísimo estúpido! ¡Te odio! ¡MIRA! ¡Mira lo que me hice! - sollocé de puro enfado, poco me importaba el dolor en ese instante, estaba que echaba putas por la chorrada que mi hermano se acababa de mandar.

P.O [MINKEY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora