Víctor quedó paralizado en un momento que sintió como una eternidad, sentía que el más mínimo movimiento requería hacer un cálculo infinitesimal, una ecuación donde todos los factores eran incógnitas, sentía que si se descuidaba por un pequeño instante se le iba a olvidar hacer que su corazón latiese.
No pudo resistirse a mirarla, habían pasado exactamente 35 días desde la última vez que la vio, ella no lo notó porque estaba revisando algo en su teléfono. Llevaba lentes que eran al menos seis veces el tamaño de sus hermosos ojos pardos. Estaba muy bien maquillada, cosa que ahora a Víctor le resultaba obvia puesto que era su trabajo. Su cabello no estaba tan arreglado como la primera vez que la vio, pero por algún motivo eso le parecía aún más hipnótico.
Víctor se encontró a si mismo enamorándose de cada pequeño detalle de aquel pequeño ser, cada mechón desordenado de su cabello que ponía detrás de su oreja, aquellos finos labios rosados, claramente no era una chica atlética, pero había un brillo en sus mejillas que Víctor dudaba alguna vez haber visto en el Sol, todo sentimiento de arrepentimiento desapareció inmediatamente, enamorarse de Angelina no era un capítulo estúpido de su vida. Era su momento más importante.
Sólo allí fue claro para él el porqué de su nombre, sintió ganas de felicitar a quien sea que hubiese tenido la idea, ¿qué podía ser esa chica, más que un ángel?
Llevaba puesto un vestido blanco floreado de tirantes que dejaba ver un pequeño trozo de aquella piel de marfil, zapatillas que dejaban ver que probablemente usaba la misma talla de zapatos desde hacía bastante tiempo, y un bolso que iba a juego con los colores del vestido. Víctor se sorprendió a si mismo con cuantos detalles pudo capturar de aquel pequeño pedazo de cielo en los 66.5 segundos que le llevo al ascensor llevarlos a la planta baja.
—Hasta luego— dijo Angelina, con aquel mismo sonido celestial que Víctor había temido nunca volver a escuchar, le dirigió otra de esas sonrisas cordiales mientras se abría paso fuera del ascensor.
—No.
Él mismo se sorprendió de las palabras que salieron de su boca, o mejor dicho, se sorprendió de haber tenido la capacidad de pronunciar alguna palabra en esa situación.
—¿Perdón?
Se había volteado, por primera vez se estaban mirando a los ojos. Víctor tragó saliva e intentó hablar.
—D---Disculpa, y-yo quisiera habl- yo quisiera hablar contigo.
—Disculpe, ¿lo conozco de alguna parte?
—N-No, yo solo quie--- necesito tomarte fotos porque creo que te amo.
—Perdóneme, creo que se equivocó de persona— salió a paso acelerado del elevador, Víctor empezó a ir tras de ella, pero la vio caminar (ocasionalmente mirando hacia atrás) en dirección a un auto estacionado, con un chico claramente mayor reclinado en el parachoques. Se saludaron efusivamente con un abrazo, entraron al carro y se desaparecieron ante la estupefacta mirada de Víctor.
Pasaron cerca de 20 minutos antes de que el resto del grupo notara su ausencia y se reunieran abajo. Intentaron sacarle información sobre qué había pasado, pero Víctor solo musitaba "No" mientras los ojos se le llenaban de lágrimas.
Lo montaron en el carro y fueron directos al edificio, ésta vez ni siquiera los cauchos tenían ganas de hablar. Una vez allá, lo llevaron a su habitación, entró al cuarto y se sentó en la cama, tomo su cabeza entre sus manos y se quedó allí. Rodrigo entró con una caja de cervezas, Kevin y Reinaldo lo siguieron.
Nadie habló esa noche.
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La manada.
Teen FictionUn fotógrafo profesional se imprima por una chica, y necesita la ayuda de sus amigos para encontrarla.