XV

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Empezaron a caminar sin saber exactamente hacia donde, solo por sentir que estaban haciendo algo relevante, aún cuando los cuatro estaban perfectamente conscientes de que no era así. Víctor iba a la cabeza, estaban bordeando el muelle, como era de noche, no había nadie allí para darles indicaciones. Estaban callados y contemplativos, nadie entendía qué coño había pasado para que acabasen en Cuba. Le habían quitado todo el dinero a Rodrigo, por lo que nadie tenía la más remota idea de como volver a Maracaibo.

El panorama era hermoso, sin embargo, los muelles de madera eran adornados por la fina textura del mar, todos podían percibir el olor marino mientras cavilaban sobre su situación, habían troncos a la orilla, pero ni una sola persona, era obvio para Víctor que tenía que ser un puerto comercial, a lo largo del camino de arena solo podían vislumbrar árboles, Reinaldo estaba caminando de puntillas por temor a que apareciese una serpiente.

—Tranquilos mis niños, es tan sencillo como encontrar un teléfono, llamar a mi secretaria y ni siquiera nos vamos a tener que acordar de cómo coño llegamos acá— dijo Rodrigo, sintiendo el ambiente pesado— solo hay que seguir caminando.

—¿No te parece extraño eso de "el rubio"?— le espetó Kevin. Claramente Rodrigo no se esperaba la pregunta, porque por primera vez desde que Víctor podía recordar, puso una expresión seria.

—No sé a qué se refería— respondió por lo bajo, mientras fijaba la mirada delante de él.

—No me tomes por estúpido, ¿hablaba de Ernest, verdad?

—Ernest está en Nueva York tranquilito en su cama, no tiene nada que ver con esto.

—Oh, que casualidad que cuando vuelves de ese viaje a Nueva York acabamos en una isla del caribe por soborno de un "rubio" que casualmente tenía cuatro millones de dólares a la mano solo para que no pudiésemos devolvernos.

—No tengo que escuchar tus conjeturas, Kevin. Deberías concentrar esa cabecita tuya en pensar cómo salir de aquí.

—Rodrigo tiene razón— interrumpió Víctor, al ver la mirada en el rostro de Kevin— podemos pensar en por qué acabamos acá cuando resolvamos al menos donde dormiremos.

Kevin abrió la boca para decir algo, pero al ver la cara de Reinaldo, decidió quedarse callado. Siguieron caminando un largo trecho, Víctor no pudo evitar maravillarse ante la belleza natural de la capital cubana, la naturaleza los saludaba con más calidez de la que alguna vez le había dado otro ser humano, aún con la molesta humedad, el cantar de los grillos armonizaba la noche de forma que Víctor no pudo si no asociar a la sensación que meses atrás le había provocado Angelina.

Solo cuando pensó eso, echó en falta que quien sea que los hubiese mandado hasta allá no le hubiese dado una cámara.

Se detuvieron en seco cuando vieron luces a la distancia, escucharon el sonido de un tambor, así como el de gente hablando en voz muy alta, por lo visto acababan de llegar a su fiesta de recibida, pensó Reinaldo.

Cuando pudieron ver el panorama de manera clara, fueron sorprendidos por bellas muchachas de piel bronceada bailando al son del tambor, mientras un apuesto muchacho lo tocaba de manera intensa, a uno de los cuatro se les escapó un "Wow", pero como todos lo estaban pensando, nadie se molestó en ver quien lo había vocalizado.

Siguieron caminando, notaron que la luz de las antorchas provenía de una casa de madera, "teléfono" pensó Rodrigo inmediatamente.

Aceleraron el paso detrás de él, quien casi ignorando a la gente frente a la casa, empezó a tocar la puerta, para cuando los demás estaban detrás de él, ya la puerta había sido abierta por una mujer con piel de azabache.

La manada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora