IX

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 Los rayos del Sol se filtraron por mis ventanas mientras intentaba seguir durmiendo, no tenía la más remota idea de qué día era o cuánto tiempo había pasado desde la última vez que había salido de mi cuarto, pero nada me importaba menos en ese momento. Mentí, lo que menos me importaba era seguir respirando, pero era bastante complicado dejar de hacer eso, suicidarme parecía un desperdicio de esfuerzo. Realmente ya estaba muerto.

La tristeza por lo ocurrido con Angelina se había ido poco tiempo tras los sucesos, pero lo que se había quedado era un gigante despropósito, me era imposible culparla por haber corrido, ese chico en verdad se veía lindo. Ojalá la estuviese haciendo feliz.

Una chica así no tenía que perder su tiempo con un perdedor como yo, eso era algo que estaba claro en el cielo para mi, pero un chico tan patético como yo no debería perder el tiempo pensando que las Angelinas del mundo van a perder más de 10 minutos en decidir si valía la pena.

No podía odiar a Angelina, no podía odiar a mis amigos por no haberme advertido sobre lo que podía pasar, era mi deseo conocerla, encontrarla, tenerla. Y fue solo por ese deseo que ahora estaba envuelto en mis sabanas, cansado de mirar mis paredes esperando que algo me devolviese las ganas de vivir.

Había mirado tanto esas paredes que podía cerrar los ojos y describirla con total exactitud, mi biblioteca a la izquierda, el escritorio con la computadora al lado derecho y el que usaba para escribir a la izquierda de mi cama. Me gustaba mi cuarto, tenía todo lo que necesitaba, el único problema era la comida, pero Reinaldo había adoptado las labores de la cocina desde hacía tiempo. No siempre estaba delicioso, pero morir de inanición no era una idea atractiva para mi.

Por supuesto, en ese momento no había ningún tipo de idea atractiva, pero uno debe elegir entre el menor de los males.

Me sentía apagado, como si el simple acto de levantarme a hacer algo fuese tan inútil como intentar gritarle algo a alguien en Saturno y pretender que te escuche. Extrañaba buscar a Angelina, el fin de la aventura me había hecho darme cuenta de cuan aburrida era mi vida antes de que todo esto empezara, ¿saben cuando fue la última vez que había cenado con alguien? 5 años atrás, cuando mi padre me echó de la casa porque le dije que no quería ir a la universidad. Rodrigo había hecho más por mi de lo que iba a tener tiempo para pagarle en mi vida.

Mientras deambulaba alrededor de la imagen de Rodrigo en mi cabeza, la puerta del cuarto se abrió, y Kevin con una cara seria, entró por ella. Caminó a paso calmado hacia la cama, se sentó junto a donde estaban mis pies, y solo se me quedó viendo. Cuando notó que yo también lo veía, frunció el ceño. Por algún motivo, yo hice lo mismo, estuvimos así un tiempo largo, antes de liberar la tensión con una breve sonrisa.

—Víctor —dijo Kevin.

—Kevin — le respondí.

—Vengo a hablar contigo, creo que sabes porqué.

—Realmente no tengo idea, ¿te debo plata?

—Seguramente si, pero eso puede esperar.

—Lo más probable es que ya sepa lo que me vas a decir, te quiero y todo, pero intenta no tardarte.

—Bueno, la única regla es que no puedes interrumpirme.

—Intentaré roncar bajito.

—No vengo a decirte que esto se va a poner mejor, porque sé que eres lo suficientemente inteligente como para saber que eso sería una mentira. Si te levantas de esta cama, sales por esa puerta e intentas sacudirte lo que sea que tengas con ayuda de lo que hay después de esta puerta, te vas a poner peor de lo que estás ahora, probablemente maldigas a esa chica por haber aparecido en esa alfombra, y probablemente te maldigas por haber estado ahí para verla. Pero vengo a decirte algo más importante.

>>Todo sería mucho peor si no estuvieras aquí, Rodrigo tenía dos años sin tomar vacaciones, cuando estaba en la oficina y le dijeron de tu inactividad, ni siquiera nos esperó para venir, esa chica rubia con la que estaba el día que llegó aquí, tenía 6 meses saliendo con ella, es la hija del director de la revista de modas más grande del país, ahora él está feliz.

>>Reinaldo empezó a leer los libros de tu biblioteca, la última vez que Reinaldo leyó algo fue la etiqueta de la cerveza, y no quieres saber cuantas se había tomado antes de querer revisar si la cerveza llevaba chocolate.

>>No eres inherentemente importante, sé que crees que no hay un Dios ni ningún tipo de autoridad superior, pero lo cierto es que exista o no exista, igual te vas a morir, y cuando mueras, Angelina estornudará una vez y será lo último que haga pensando en ti, así que no creo que valga la pena preocuparte porque te rechace una vez.

>>Estás condenado a estar vivo, pero puedes acabar con eso en el momento que quieras. Todos formamos parte de la misma tragedia llamada vida, no la hagas peor para los demás.

Hizo una pausa para tomar aire. Era evidente que no estaba acostumbrado a hablar, tartamudeaba mucho en su discurso. Pero eso lo hizo más emocional.

—¿No te parece que estás siendo un poco egoísta? Estás diciendo que el único propósito que existe en mi vida es complacerlos a ustedes, ¿por qué vale la pena vivir una vida así?

—Esa es una pregunta muy fácil de responder. Porque hasta que encuentres tu propósito para estar vivo de nuevo, la otra opción es lo que estás haciendo ahora, y quizás sea porque no te haz bañado en una semana, pero no puedo dejar de pensar que lo que estás haciendo ahora apesta. No me gusta dar sermones, pero si me agarras un consejo, empieza por bañarte.

Salió de la habitación cerrando la puerta con cuidado, inmediatamente puse la cara contra la almohada y concilié el sueño con facilidad. Desperté al poco rato, estaba dando vueltas en la cama hasta que resolví salir, no llevé la cámara, solo mi teléfono.

Me adentré en la misma noche que semanas atrás me había mostrado lo inútil que era, y caminé hasta encontrarme frente al edificio donde vivía Angelina, era como si su cercanía emitiera una frecuencia especial, me sentí comprimido, tímido, observado, incorrecto.

Fue en ese momento cuando un gigante ataque de rabia me asaltó, no contra ella, contra mi. Me di cuenta de lo absurdo de la situación, de lo deprimente que era hacer lo que estaba haciendo, que si en algún momento Angelina salía del edificio, le estaría dando aún más motivos para correr a los brazos de su chico musculoso, así que fui yo quien corrió hacia mi departamento, llegué sudado y agotado, así que lo primero que hice fue entrar al baño y meterme bajo la ducha sin siquiera sacarme la ropa.

La intensidad que sentía fluyó con el agua a través de mi ropa. Más calmado, me desvestí y me puse bajo el chorro por unas dos horas hasta que me sentí tan limpio por dentro como estaba por fuera, grité hasta que sentí la garganta desgarrándose, y me decidí.

La próxima vez que Angelina me vea, será su novio quien tendrá que llegar llorando a su casa, y si eso sonaba egoísta, perfecto. Porque lo era.

Al salir del baño, lo esperaban Kevin, Rodrigo y Reinaldo, sonriendo ampliamente. Kevin le dio un toque en el hombro antes de que Reinaldo se levantara de la mesa.

—Voy a hacer la cena.

—No — dije, tomándolo del brazo cuando se iba a levantar— yo lo haré.

Y aún cuando era la comida más cruda que cualquiera de los cuatro hubiese comido en un largo tiempo. Sabía a victoria.

La manada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora