Era de noche, la única luz encendida era la lámpara de mi escritorio, veía mi mesa de trabajo llena de los materiales en los que llevaba cerca de 6 horas trabajando, finalmente había logrado crearle a Rodrigo una bebida que supiese a Coca Cola usando solo agua y una penca de sábila. No tengo la más remota idea de qué coño hice, pero ese gordo va a estar feliz, y nunca había sido yo una persona que negara un trabajo.
Me reclino en mi silla, cierro los ojos y suspiro, estoy algo cansado. Lo bueno es que ya pasaron dos semanas desde que Víctor salió de su cueva, aún el ambiente en la casa estaba algo tenso, pero la situación estaba evolucionando bien, seguía durmiendose a las 7 de la noche, pero al menos comía fuera de su cuarto.
Reinaldo había cambiado su animo sombrío desde que se acabó la crisis de Víctor, Rodrigo había postergado una reunión de emergencia por un asunto de la compañía, no fue hasta que no estuvo seguro que Víctor estaba mejor, por lo que me había dejado de niñera. Víctor era un niño tranquilo, Reinaldo era otra cosa. Aún a esa hora, se le escuchaba en la sala jugando en la Playstation 4, la única condición que Reinaldo puso para mudarse era poder llevarla, y no se mudó hasta que Rodrigo no accedió, desde que la consola llegó a la casa, nadie aparte de él había podido jugar, un día yo mismo lo encontré dormido con el control en la mano, y cuando lo intenté despertar me golpeó con él en la cabeza.
Le puse laxantes en el té esa noche.
Salí del cuarto y empecé a dar vueltas por el departamento, llegué a la realización de que ya sabía cada rincón de aquel lugar, y quienes lo hacían interesante estaban dormidos o inactivos, tome los cigarros de Reinaldo y salí del departamento.
Desde la puerta del edificio empecé a caminar, dando vueltas en cada esquina que conseguía, con toda la intención de perderme en las calurosas, desastrosas y ruidosas calles de Maracaibo, se escuchaba una canción diferente en cada cuadra, como si la gente estuviera compitiendo a ver qué reproductor sonaba más fuerte.
Siempre me había gustado caminar fumando, me ayudaba a relajarme y poder centrar mis pensamientos en otra cosa, mis pulmones tendrian que aguantar. Me vi distraído de la paz de mi cigarrillo por una ruidosa silueta femenina, me acerqué a donde estaba y noté que estaba intentando arreglar un carro parado, cuando ya estaba cerca, reconocí la melena roja.
No era fácil reconocer a María sin la bata de laboratorio con la que la había visto todo el tiempo, llevaba un short y una camisa con los primeros dos botones sueltos, verla daba más calor que caminar en el centro a las 12.
—María, ya decía yo que hacía demasiado calor para ser de noche.
—Me puedes echar la labia después de ayudarme con el carro, Kevin.
Maldita, era una maldita.
Revisé e inmediatamente me di cuenta de que uno de los bornes de la batería estaba flojo, lo arreglé con un destornillador y el motor encendió al segundo intento. María se me acercó y rozó mi mano con su cabello.
—¿A donde vas? Te puedo llevar de compensación.
—Por lo visto mi destino era llegar a ti, así que donde sea que vayas eres libre de llevarme.
Sonrió, obviamente había entendido. Me hizo señales para entrar al auto, cuando arrancó me di cuenta que llevaba años sin estar en un vehículo que no se moviera como en Rápidos y Furiosos, maldito Reinaldo.
También noté el extraño silencio que implicaba la falta de música, tuve todo el tiempo y la calma del mundo para mirarla con cuidado, detallando cada rincón de su cuerpo y perdiéndome en él, aquellas esmeraldas que tenía por ojos en ningún momento se desviaron del camino, pero por su sonrisa era obvio que notaba que la observaba.
Cuando el auto se detuvo nos bajamos al mismo tiempo, me di cuenta que habíamos llegado a su casa. El interior era totalmente opuesto a nuestro departamento, las luces eran del mismo color que su cabello, María desapareció detrás de una barra y empezó a mezclar tragos. Era claro que sabía como iba a acabar eso.
Me senté frente a ella, el silencio en el cuarto me daba todo el tiempo del mundo para saborear con la vista cada rincón de su figura, me interrumpió al poner un vaso frente a mi.
—Brindemos, por los carros quedados.
Se rió por lo bajo mientras chocamos los vasos. Me bebí el contenido de un golpe y le pedí otro. Cuando íbamos por el tercero empezó a desabotonarse el resto de la camisa, no era la primera vez que estaba en esa casa, así que fui a encender el aire acondicionado. Cuando volví María estaba recostada sobre la barra, haciendo ruiditos mientras yo me arremangaba el traje y empezaba a mezclar por ella, ella me sonrió, y tras dos tragos más, empezó a hablar.
—¿Qué estamos haciendo? Salí del trabajo y quería dormir tranquila, eres un terrorista, no me dejas tener paz.
—¿No te parece que la paz es lo más aburrido y falso que puede existir en el mundo? Si existe un Dios observando la Tierra, déjame decirte que su parte favorita no es vernos a ti y a mi intentar entender cómo jugar con lo que hizo, seguramente se entretiene lanzando una enfermedad nueva en África o viendo por qué estupidez se explotan los del Medio Oriente, y estoy seguro que se ríe mientras lo ve.
—¿Si crees eso, por qué siquiera te esfuerzas en vivir una vida feliz?
—Porque lo que más quiero es verlo a la cara y burlarme de él, porque pese al sitio donde me mandó, viví todo lo que pude vivir, incluso espero contarle de como me acosté con la mujer más ardiente que alguna vez creó.
—¿Y quien sería esa mujer?
—Ahora mismo no puedo hablarte bien de ella, en dos horas más o menos sabré todo lo que se pueda saber.
—¿Y qué te hace pensar que me voy a acostar contigo? ¿No te parece que quizás te vaya a botar de la casa, como tantas veces he hecho?
—Por eso ésta vez esperé a que estuvieses borracha, María.
La noche progresó como uno podría esperarse, cuando llegué al departamento a la mañana siguiente, me decidí a que cuando viese a Dios a los ojos, le agradecería por haber creado algo así.
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La manada.
Teen FictionUn fotógrafo profesional se imprima por una chica, y necesita la ayuda de sus amigos para encontrarla.