XIX

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Estar de nuevo bajo su techo se sentía como un respiro de paz, como una pausa, en el momento en el que los cuatro estaban sentados en la mesa, con la ropa que les habían prestado en el buque, aún con el cansancio marcado en la mirada de lo ocurrido en las últimas dos semanas, y sin embargo, cada vez que se miraban a los ojos, se formaba en ellos una sonrisa. Nadie podía creer que estaban de nuevo en su hogar. En su cueva.

Observaban las paredes como si fuese la primera vez, los lobos que Rodrigo había traído con él cuando se mudó, hacía ya meses, cuando el grupo se ensambló para encontrar a Angelina, los saludaban como si no hubieran pasado por todo lo que hubiesen pasado para llegar, con aquel aire solemne, orgulloso y poderoso.

No podían hablar, solo mirarse, en ocasiones entornando los ojos, en ocasiones solo llevándose las manos a los ojos, en un ciclo sin fin que solo acentuaba el sentimiento superpuesto en el aire de que una familia nunca había podido estar tan unida. Reinaldo se levantó luego de aquel eterno instante de silencio, se quitó toda la ropa prestada, y volvió de su habitación con la suya, empezó a sacar ingredientes de la despensa, haciendo el primer almuerzo no abundante en pescado que habían tenido desde que escaparon de La Habana. En el mismo aire de naturalidad, todos fueron a sus respectivas habitaciones e hicieron la misma operación que Reinaldo, Rodrigo se sentó en la mesa esperando pacientemente a Reinaldo, Kevin se puso su tradicional traje de etiqueta, se lo ajustó mucho más de lo que normalmente lo haría, estaba particularmente asqueado de todo el tiempo que pasó llevando trapos encima, Víctor extrañaba su pijama, y pese a que fue emocionalmente tentado a tirarse en su cama, decidió no hacerlo, solo porque sabía que si lo hacía no iba a levantarse hasta el otro día.

Para cuando el grupo se volvió a reunir en sus indumentarias de costumbre, era como si nada hubiera pasado, Reinaldo sirvió la comida, un gran lomo cortado en cuatro abundantes pedazos, nadie recordó el protocolo de poner cubiertos en la mesa, todos cuatro se lanzaron sobre su comida con manos y dientes, arrancando de a grandes pedazos los aún humeantes cortes de carne de Reinaldo.

—¿Sabían que una vez tuve una novia vegetariana?— dijo Kevin, casi inentendiblemente con la boca llena.

—Me imagino que cuando te dijo que era vegetariana no supo más de ti— le respondió Víctor— nadie que no coma carne puede tener un buen corazón.

—De hecho, terminamos porque la tipa me quería hacer vegetariano a mi también, una vez me sentó y me explicó todas las ventajas de comer brócoli— dijo, mientras arrancaba un pedazo aún más grande de carne cada vez que la historia alcanzaba un punto demasiado verde.

—¿Y cuales son?

—Me impresiona que creas que le presté atención.

—Yo no estoy en contra de comer vegetales, con una condición muy importante— intervino Rodrigo— me tienen que poner un pedazo de carne tipo así al lado— levantó el plato para que todos vieran el corte del tamaño de su cabeza que aún le quedaba por comer— y como una o dos vegetarianas para hacer la digestión por mi aporte al planeta.

La mesa estalló en risas mientras todos finiquitaban su apasionada comida, para cuando no quedó un solo gramo de carne sobre la mesa, estaban todos lo suficientemente repletos como para no poder levantarse, Rodrigo se quedó dormido con el pulgar metido en la boca. Kevin, Víctor y Reinaldo se miraron, y haciendo uso de todas las fuerzas de las que aún podían hacer gala, llegaron a la mesa de la cocina, donde estaba el teléfono de Reinaldo, le tomaron una foto a Rodrigo y la subieron en todas las partes posibles.

Empezaron a despejar la mesa, era una ventaja haber usado las manos de cubiertos, puesto que no despertaron a Rodrigo con el tintineo metálico que estos hubiesen generado, nadie podía decir que el hombre no se había ganado su descanso. Lavaron en silencio, entre los tres cargaron a Rodrigo hasta su habitación, cuando su cabeza hizo contacto con su almohada, se acurrucó y empezó a roncar. Sabiendo que iba a pasar un rato largo antes de que volvieran a saber de él, salieron de la habitación como si lo que hubiese en la cama fuese un cadáver.

La manada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora