Capítulo 6

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Han pasado ya varios días. Sigo sintiendo la casa vacía y, a veces, tengo la sensación de que el abuelo regresará de uno de sus viajes. Que lo encontraré en la biblioteca y me retará a una partida de ajedrez. Pero eso no sucede, ni sucederá.

No estoy seguro de cuántas veces habré leído la carta que me dejó y ese papel que había en el libro... esas palabras no dejan de dar vueltas en mi cabeza. Intento evadirme un poco pensando en otras cosas, tal vez deba centrarme en el aquí y ahora.

Me siento en la mesa del comedor, en mi lugar habitual. En frente, esa silla vacía parece burlarse de mis intentos por recomponerme. Tomo aire y lo dejo salir de golpe, tengo que ser fuerte. Miro a Rosalía que aparece con el almuerzo. Ella también está afectada aunque intenta disimularlo. Gracias a ella, no me he sentido tan solo.

Hablamos un poco de cosas sin sentido y creo que ella también necesita su espacio. El abuelo y ella siempre han estado muy unidos y debe sentir mucho su pérdida. Ha estado pendiente de mí todos estos días, debo empezar a preocuparme por ella también.

—Rosalía, ¿qué te parece tomarte el día libre? —Me mira sorprendida, como si me hubiese salido otra cabeza.

—No veo la necesidad... estoy bien. —Si hay algo que sé, es que ella está mintiendo ahora mismo.

—Tómate tu tiempo, ve a verle y despídete bien de él. Yo estaré ocupado hoy... —Miento descaradamente para hacerla sentir mejor. Creo que ambos necesitamos espacio para asimilar la realidad.

—Está bien. Pero me iré cuando deje todo listo para la comida. —Le sonrío con cariño. Por primera vez en unos días, una sonrisa ha salido de mi boca.

Para que ella se vaya tranquila y para mi bienestar emocional, decido ocupar mi mente en algo. Todavía no me animo a ir a la joyería, pero un diseño se abre camino en mi mente. Voy a la pequeña habitación en la que suelo hacer algunas joyas. Esto me entretendrá lo bastante como para no pensar demasiado.

Siento el móvil vibrar en mi bolsillo y lo saco rápidamente. No me sorprendo para nada al ver que no es Paola. Todavía no ha aparecido por aquí. Intenté llamarla un par de veces y después de no obtener respuesta, desistí.

Cojo el teléfono antes de que cuelgue. Si no lo hago es capaz de enviar a sus hombres en un abrir y cerrar de ojos, eso sería incómodo.

—Buenos días Matt. ¿Ocurre algo?

—Hoy estás libre ¿no? Voy a ir a visitarte, y llevaré compañía conmigo. —Una bombilla se enciende en mi cabeza. Esto es una trampa.

—Te ha llamado Rosalía, ¿verdad? —Suspira y sé que he dado en el clavo.

—Nos vemos en un rato. —Cuelga sin más. Hombre de pocas palabras... como siempre. Eso es lo que más me gusta de Matt, no cambia. Es directo, claro y protege a los suyos con su propia vida si es necesario.

Suspiro y miro la nota que encontré en el libro del abuelo. James Parker nunca hacía algo sino había un motivo, pienso para mí mismo. La dejo a un lado junto con la carta que acompañaba el testamento y éste. Mi mente se siente a punto de explotar.

Cojo el cuaderno y empiezo a plasmar la idea que me ha venido antes a la cabeza. Ahora es más claro el diseño y me hace sentir bien. Es algo diferente a lo ostentoso que suelo hacer normalmente. Es sencillo, simple pero valioso. Las pequeñas cosas también son importantes. Una vez terminado el dibujo, me pongo manos a la obra. Cojo los materiales que siempre tengo por aquí y al final admiro mi obra. Un colgante con una estrella dorada. No estoy seguro del motivo de elegir una estrella, puede ser por esa frase en la carta... «Tal vez las estrellas alumbren el camino hacia la verdadera felicidad».

Eres mi debilidad [Saga Eres II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora